El teatro contemporáneo se caracteriza por ser un espacio de exploración, de cuestionamiento y de ruptura con los moldes establecidos. En ese espíritu se inscribe PRISMA, una obra poderosa y profundamente actual que se presenta en el espacio Urgente del Foro Shakespeare todos los martes a las 20:30 horas hasta el 4 de noviembre.
PRISMA fue escrita por la dramaturga danesa Signe Ebbesen y adaptada y coodirigida por Elisabetha Gruener. La propuesta combina crudeza, intimidad y un enfoque genuinamente femenino que desafía a los espectadores a confrontar su propia mirada sobre el amor, el deseo y la manera en que las mujeres se perciben a sí mismas.
Desde su concepción se erige como un montaje que no busca dar respuestas definitivas ni construir moralejas fáciles, sino provocar, inquietar y, sobre todo, invitar a la reflexión. Es, en palabras de Gruener, una apuesta conceptual donde las contradicciones de la identidad femenina se encarnan en un universo estético cargado de símbolos y dualidades.
El argumento de PRISMA nos lleva a la vida de cuatro jóvenes: Lila, Jade, Carmina y Azul. Cada una encarna un color, una manera de habitar el mundo y una visión específica del amor. La aparición de una misteriosa carta desencadena en ellas un proceso de confrontación con sus contradicciones, sus deseos y sus miedos. La amistad, los celos y los secretos salen a la luz mientras las protagonistas deciden realizar un ritual de brujería que las enfrenta con su propia fragilidad.
Además, estas mujeres no solo están diferenciadas por sus nombres y personalidades, sino también por la forma radical en que viven dentro de su propio color. Visten, comen y eligen objetos que corresponden estrictamente a su tonalidad. Este recurso aparte de ser visual es simbólico: evidencia cómo la sociedad encasilla a las mujeres en moldes rígidos, delimitando su belleza y su identidad a parámetros superficiales.
La dirección es compartida con Clemente Vega, actor, autor, bailarín y coreógrafo con una amplia trayectoria multidisciplinaria. Mientras Gruener aporta la visión dramatúrgica y conceptual, Vega construye el movimiento escénico, nutriendo la obra de secuencias físicas inspiradas en poses de esculturas griegas y desnudos renacentistas, que contrastan con la dureza de la música de ruido compuesta por Héctor Vieyra. El resultado es un espectáculo donde lo etéreo convive con lo industrial, lo sutil con lo metálico, la belleza con la aspereza.
El elenco de PRISMA se conforma por cuatro intérpretes que encarnan la complejidad de este caleidoscopio emocional: Analucía Santibáñez, Fabiola Villalpando, Luisa Guzmán Quintero y Sharon Ayón. Cada una de ellas da vida a una mujer distinta, pero al mismo tiempo a una misma mujer fragmentada en sus múltiples facetas. Sus actuaciones no se reducen a representar personajes, sino a habitar corporal y emocionalmente los arquetipos femeninos que cuestiona la obra.
Por otro lado, el equipo creativo reúne a destacados talentos que potencian la propuesta escénica: Kenia Celic en la producción ejecutiva; Giuliana Vega en el diseño de títeres; Héctor Vieyra en el diseño sonoro; y Sara Alcántar en la dirección de iluminación. Cada uno aporta un matiz indispensable para construir el universo dual de la obra: la luz que oscila entre lo íntimo y lo violento, el sonido metálico que atraviesa el espacio, los elementos matéricos que refuerzan el contraste entre lo suave y lo rígido.
Mirada íntima
En entrevista con Vértigo Gruener habla acerca de la importancia de cuestionar los roles de género, así como del papel del arte en la construcción de la sociedad.
—¿Qué representan simbólicamente estas cuatro mujeres dentro del prisma del amor y la identidad femenina?
—Por una parte, creo que se puede dar la lectura de que todas son una misma mujer y una misma cabeza y son los diferentes aspectos de la personalidad de una, y las contradicciones y la lucha que tiene esta mujer de cómo ver el amor y cómo percibirse a sí misma, su belleza propia y su necesidad de ser vista. Por otra parte, que es más literal, son estas cuatro mujeres, cada quien dividida por un color. Ellas solo agarran cosas de ese color, comen cosas de ese color y cada una tiene una idea muy específica de cómo ver el amor, cómo deben ser ellas y cómo debe ser la belleza femenina. Eso también habla mucho de que en la sociedad seguimos encasillando la belleza femenina.
—¿Hay un mensaje sobre el amor que la obra busque cuestionar o replantear?
—Sí, totalmente. Muchas veces a las mujeres se nos enseña la idea del amor conforme al otro. Siempre es la aceptación de la otra persona: si al otro le gusto, si me quiere o no, si la otra persona sí me va a aceptar, si soy suficiente… Siento que es algo que se nos ha enseñado: aceptar y ser incondicionales con tal de sentir un poco esa reciprocidad. Muchas veces una no se cuestiona qué es lo que quiere y si de verdad esa persona le gusta o la está idealizando porque tiene que encontrar a alguien. La obra habla también de eso: de los límites que nos han enseñado a seguir.
—¿Qué decisiones escénicas fueron clave para transmitir la crudeza y la intimidad de la obra?
—Aquí jugamos mucho con la dualidad, también queriendo explorar por qué a las mujeres nunca se nos deja vivir en una dualidad, no solo hoy en día, siempre ha sido así: o eres diosa o eres diabla, eres la madre, que significa ser una santa, o eres todo lo opuesto. Jugamos mucho con eso en la puesta. También está presente en la escenografía; son escaleras y sábanas. La sábana para complementar esta idea de lo femenino, lo sutil, lo etéreo, lo ligero, lo puro. Y escaleras de metal por la rigidez, la dureza, lo industrial. Jugamos mucho con la dualidad y esa es la parte clave de PRISMA en cuanto al montaje.
—¿Cómo prevé que resuene PRISMA en la audiencia mexicana?
—Espero que puedan realmente ver lo que queremos decir, porque la obra es muy estimulante: hay música todo el tiempo, iluminación, secuencias de movimiento, mucho diálogo. Ojalá puedan ver un poco lo que hay debajo. Y si no, me gustaría que el público se diera la chance de vivirlo como experiencia, no intentar entenderlo. Luego vamos al teatro o a ver una película intentando entender cuál es el mensaje, qué es lo que quiere decir, cuando también es muy importante lo que nos hace sentir. Más allá de cuál es el mensaje intelectual y social, esta obra es mucho de sentir. Espero que se dejen sentir.