En un espacio habitualmente destinado a debates, negociaciones y tensiones legislativas se abre un territorio completamente distinto: uno donde el silencio, la memoria y la materia se unen para revelar a través del arte aquello que sostiene la experiencia humana.
Topografía de lo Invisible, la nueva exposición de Rivelino, es un compendio de 30 años de trayectoria que reúne 16 obras y convierte a la Cámara de Diputados en un inesperado laboratorio de introspección colectiva.
La muestra, disponible en la explanada de la institución hasta enero de 2026, no solo representa un resumen del trabajo del artista jalisciense José Rivelino Moreno Valle, sino también una declaración política, ética y estética.
En ella el silencio se plantea como una presencia intensa y decisiva. “El silencio no es ausencia: es una presencia intangible que modela lo humano”, explica en entrevista con Vértigo.
En esta gran exposición Rivelino enlaza sus obsesiones conceptuales: la materia como cuerpo sensible, el relieve como lenguaje simbólico, la memoria como territorio compartido y la intervención del espacio público como forma de reflexión democrática.
Como resultado el espectador se encuentra con un recorrido monumental sobre lo no dicho, lo que nos constituye y lo que rara vez articulamos en voz alta: nuestros valores, antivalores y contradicciones más íntimas.
Sobre esto, afirma: “No traemos escrito en el pecho ‘yo apoyo la paz’ o ‘yo estoy en contra de la corrupción’, pero estas cosas te van conformando como humano, como ciudadano. Ponerlas aquí es una declaración firme de lo que pienso ante cada una”.
Y continúa: “No solamente es una instalación artística per se, sino también una declaración ante la importancia de estas cosas en la vida cotidiana”.
Pensamiento esculpido
A lo largo de su trayectoria Rivelino ha trabajado con acero, algodón, madera, bronce, cerámica, resinas, plata y hoja de oro. Cada material, asegura, encarna una posibilidad distinta de pensamiento; cada obra es un acto simbólico.
“Siempre se cree que es solo la materia —dice—, pero en realidad es puro pensamiento. El objeto es un puente que te ayuda a conectar tu idea como artista con el pensamiento del espectador”.
Esta afirmación dialoga con las piezas seleccionadas para Topografía de lo Invisible. Entre ellas destaca Sinapsis, una obra compuesta por mil 500 diminutos soldados cubiertos de hoja de oro, que nació a partir de una pregunta profundamente compleja: ¿qué pasa cuando el instinto se contrapone a la razón; cómo se materializa esa lucha interna?
Rivelino explica su proceso creativo: “Después de las preguntas, el trabajo más difícil es plantear cómo cuento esto, cómo hago además que se entienda que está pasando eso. Empiezo entonces a hacer dibujos y a experimentar para ver cómo voy a contarlo de manera simbólica”.

La clave en este caso, recuerda, fue la palabra “lucha”. Ese concepto lo llevó de la metáfora de dos luchadores a la analogía de un batallón de neuronas convertido en un ejército de soldados enfrentados en un mismo territorio mental.
El artista explica que “en esta obra hay una grieta y de repente el ejército que iba hacia un solo lado tiene que enfrentarse a sí mismo. Es esta pelea interna resignificada. Y ya cuando la pieza existe, la gente puede darle un montón de interpretaciones: un país en guerra, una frontera, un conflicto humano. Todo parte de lo mismo: esa frontera al elegir entre el bien y el mal”.
La instalación que da título a la muestra, Topografía de lo Invisible, compuesta por 40 bloques de concreto, es el eje central de la exposición y la pieza que mejor articula la intención política y poética del artista. Cada bloque es una columna que contiene en su interior una palabra: paz, corrupción, amor, abuso, agradecimiento, libertad, violencia… valores y antivalores que Rivelino “reveló” literalmente golpeando con martillo y cincel durante la inauguración.
Además, cada columna sostiene un dedo blanco encima que apunta, acusa, señala o guía. De esta forma, las 40 piezas construyen un laberinto simbólico en el que los visitantes pueden transitar entre todos estos valores y antivalores.
La obra propone preguntas incómodas y silenciosas: ¿Quién soy frente a estas palabras? ¿Cuál es mi postura frente a la corrupción, la paz, la violencia, la libertad? ¿Cuáles defiendo, cuáles permito, cuáles ejercito sin darme cuenta?
Rivelino es uno de los artistas mexicanos más activos en el campo de la intervención urbana. Proyectos como Nuestros silencios o Raíces lo consolidaron como una voz que insiste en llevar el arte a los lugares donde ocurren los debates reales: la calle, las plazas, los espacios de convivencia.
Exhibir dentro de la Cámara de Diputados, sin embargo, representa otro tipo de desafío: “Es la primera vez que muestro piezas de protesta dentro del muro político. Siempre lo había hecho desde afuera, como activismo en la banqueta. Ahora entro al tercer espacio más importante del país. Eso no es poca cosa”, confiesa.
Asimismo, el escultor reflexiona sobre las diferencias entre el espacio público y el museo: mientras las instituciones culturales ofrecen protección, control y horarios específicos, la calle impone otras reglas. Hay que prever logística, permisos, tránsito, seguridad; pero también se obtiene algo invaluable: un público más amplio y diverso.
“Cuando trabajas en el espacio público te enfrentas a lo desconocido. Puede cruzar desde un taxista hasta un estadista. Y te encuentras con personas que quizá nunca han ido a un museo. Mostrar ahí lo que hacemos los artistas es un privilegio. Y siempre es un acto político”, dice.
Más que exhibir obras, Rivelino busca provocar reflexión. Le interesa mostrar que un individuo puede colocar en el corazón del poder una declaración ética, simbólica y estética: “Me gusta la idea de que vean que un artista puede llevar su pensamiento y su postura política al mismo lugar de donde surge aquello de lo que a veces nos quejamos. El arte tiene una manera única de hacer estas cosas. Esta exposición es un caballo de Troya”, concluye.
Así, el arte de Rivelino invita a transitar entre valores y antivalores, entre luchas internas y colectivas, entre lo visible y lo invisible, entre lo monumental y lo íntimo. Porque, como él mismo sostiene, lo invisible no es ausencia: es lo que sostiene todo.

