SOY FRANKELDA: STOP-MOTION CON ALMA MEXICANA

“Símbolo de identidad que combina horror, belleza y voz interior”.

Soy Frankelda
Cultura
Share

El stop-motion es una técnica de animación que consiste en capturar movimiento a través de la manipulación de objetos físicos, cuadro por cuadro. Cada segundo requiere al menos doce a 24 fotografías, en las que los personajes —generalmente marionetas o figuras modeladas— son ligeramente modificados para simular el movimiento. Es una manera de hacer cine que exige paciencia, precisión y un profundo amor por la imagen construida a mano.

Así, en una industria dominada por megaproducciones digitales y narrativas aceleradas, el stop-motion persiste como una de las formas más exigentes, bellas y poéticas de la animación.

En México esta técnica ha sido históricamente una rareza, un gesto casi marginal frente al volumen del cine comercial. Sin embargo, en los últimos años una nueva generación de creadores ha puesto al país en el mapa del stop-motion internacional. Lo que alguna vez fue una curiosidad artesanal hoy se perfila como un lenguaje cinematográfico que combina tradición, imaginación y resistencia.

La animación mexicana experimenta un antes y un después con Soy Frankelda, el primer largometraje de stop-motion realizado en nuestro país, concebido y dirigido por los hermanos Roy y Arturo Ambriz.

El filme ha sido seleccionado en tres festivales de talla mundial: Annecy, en Francia; Fantasia, en Canadá; y el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), donde además hizo historia como la primera película animada mexicana en inaugurar el evento.

El origen de Soy Frankelda se remonta a 2019, cuando los Ambriz crearon un piloto en stop-motion de cuatro minutos titulado Sustos ocultos de Frankelda, para plataformas de streaming. La respuesta del público fue tan positiva, que se realizó una temporada de cinco episodios, muy celebrada por su estilo oscuro, artesanal y con un profundo sabor mexicano.

Tres años después, en 2022, surgió la idea de hacer un largometraje usando el universo y personajes ya conocidos. Hoy el resultado es un ambicioso filme de 113 minutos, producido íntegramente en México, con 140 marionetas y 50 sets de rodaje realizados a lo largo de tres años por Cinema Fantasma en el Taller del Chucho.

Ambientada en un México decimonónico, la película mezcla fantasía, horror y transcendencia emocional. Sigue a Frankelda, una escritora ignorada en vida, que al convertirse en espectro debe enfrentar a los monstruos que ha creado dentro de su propio subconsciente: un viaje entre realidad y ficción.

El guion, la dirección y la producción son obra de los hermanos Ambriz, quienes han convertido su pasión por la animación en una apuesta audaz que hoy recibe reconocimiento mundial.

Aunque contaron con el apoyo y mentoría del cineasta Guillermo del Toro, la visión creativa y el éxito de Soy Frankelda son enteramente suyos, reafirmando su autonomía como autores y como referentes emergentes en la animación global.

Los elementos culturales están cuidadosamente tejidos: aparecen referencias a aluxes, la ceiba y hasta una figura monstruosa inspirada en Porfirio Díaz. El resultado es una estética mexicana que evoca mitos ancestrales, estructuras góticas y un folclor visual que no recurre a clichés, sino que trasciende con autenticidad.

México: momento excepcional

En nuestro país el desarrollo de esta técnica ha sido históricamente limitado. Durante el siglo XX la animación nacional se enfocó más en el dibujo animado (2D), con referentes como Los tres Reyes Magos (1976), Los supersabios (1978) o poco más adelante Roy del espacio (1983). El stop-motion permaneció por mucho tiempo en un rincón poco explorado, limitado a cortometrajes estudiantiles, comerciales o videoclips.

Sin embargo, en 1985 los cineastas Rigoberto Mora y Guillermo del Toro crearon Necropia, un estudio centrado en efectos especiales, maquillaje y animación, que sin saberlo sembraría las primeras semillas de lo que hoy es un movimiento artístico e industrial: el stop-motion mexicano.

Fue Mora quien experimentó como pocos con el stop-motion y dejó un legado formativo enorme. De su influencia directa surgieron figuras clave como René Castillo, Luis Téllez, Rita Basulto, Sofía Carrillo, Juan José Medina, Karla Castañeda y León Fernández, apodados por algunos críticos como Los siete magníficos del stop-motion mexicano. Su presencia es constante en el panorama internacional, especialmente en el prestigioso Festival de Annecy, donde rara vez pasa un año sin que alguno de ellos esté en competencia.

A pesar de que Necropia cerró sus puertas, en nuestro país se encuentran otros estudios dedicados a esta técnica. En Puebla, por ejemplo, Kraneo Estudio, fundado por César Gabriel Cepeda Sánchez, ha consolidado un enfoque donde la técnica convive con el arte y la publicidad. Durante más de cinco años Kraneo ha logrado sostener una plantilla estable de colaboradores combinando proyectos artísticos con obras por encargo.

También destaca el Taller del Chucho, una iniciativa impulsada directamente por Del Toro.

Fue ahí donde se realizó parte del aclamado largometraje Pinocho (2022), codirigido por Del Toro y Mark Gustafson, que no solo obtuvo el Oscar a Mejor Película Animada, sino que también sirvió de vitrina para mostrar el nivel de producción alcanzado por el talento mexicano.

Otro ejemplo es Cinema Fantasma, fundado por los propios hermanos Ambriz en la Ciudad de México. Su carrera comenzó con cortometrajes ambiciosos como Revoltoso (2016). Y ahora, después de Soy Frankelda, ya tienen en puerta otra película: La balada del Fénix, aunque no hay aún fecha para su estreno.

Además de los estudios el interés es tal, que incluso se celebra un festival enteramente dedicado a esta técnica: el Stop Motion MX (SMMX), que ya acumula nueve ediciones y evidencia el entusiasmo de públicos y creadores por este tipo de animación.

Hoy México se encuentra en un momento excepcional: ha cultivado una tradición artística sólida, ha creado una infraestructura emergente y, quizá lo más importante, ha formado una comunidad de creadores comprometidos. Desde los pioneros de Necropia hasta las nuevas generaciones, pasando por estudios como Kraneo, Cinema Fantasma y el Taller del Chucho, el stop-motion mexicano es una fuerza cultural en expansión y Soy Frankelda es muestra máxima de ello.

×