“UNO ESCRIBE PARA PONER UN POCO DE LUZ EN LA OSCURIDAD”

“La fórmula sanadora consiste en escribir ficción y publicarla”.

Hector González
Cultura
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Pasaron más de 40 años antes de que Rosa Montero pudiera escribir y publicar un libro que diera sentido a varias de sus obsesiones literarias. Entre sus 17 y sus 30 años la narradora y periodista española fue víctima de ataques de pánico. ¿Tiene eso alguna influencia en su proceso creativo?

A través de libros como La loca de la casa o La ridícula idea de no volver a verte no solo ha profundizado en la autobiografía o en temas como el duelo, sino que también ha investigado asuntos como la relación entre la salud mental y el arte. No obstante, nunca lo había hecho como en El peligro de estar cuerda (Seix Barral), obra que con un pie en el ensayo y otro en la ficción navega sobre la relación entre la creatividad y la estabilidad emocional.

—¿En El peligro de estar cuerda aterriza lo investigado en los últimos 40 años?

—Es un libro que me ha llevado toda mi vida. La primera frase del libro es: “Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza”. Eso lo sé desde niña, pero la idea se agudizó cuando tuve mis primeros ataques de pánico a los 17 años. Pensaba que estaba loca y necesitaba saber qué me pasaba. Los novelistas normalmente empezamos a escribir de niños y yo desde muy pequeña he invertido las mejores horas de mi vida en estar en una esquina de mi casa, encerrada, sola, inventando mentiras. ¿Por qué necesito hacer esto?, me he preguntado muchas veces. Hace cuatro años se me encendió un mandato en la cabeza que me decía que mi próximo libro sería sobre creación y locura. Por fin he conseguido responderme algunas preguntas.

—Digamos que solo con la experiencia del oficio pudo escribir este libro…

—Uno escribe para intentar entender el mundo y aprender. No escribes para enseñar nada, sino para aprender y poner un poco de luz en la oscuridad que llevas dentro. En El peligro de estar cuerda he aprendido de una manera más esencial, porque para encontrar una respuesta primero hay que saber qué preguntar; y esa es una gran sabiduría. ¿Cuál es el sentido de escribir? Pues buscar el sentido de la existencia. Y eso es lo que hago en todos los libros.

—¿Y lo ha encontrado?

—Encontrar el sentido a tu vida es una obra de arte. Ni las filosofías ni las religiones han podido encontrar una respuesta a las preguntas básicas. En lo personal creo que no hay un sentido de la vida, pero el cerebro humano es un artefacto tenaz que intenta encontrarle un sentido que te sirva mientras vives.

Tender puentes

—En el libro Una mente intranquila, Kay Jamison plantea que la bipolaridad es una alteración mental particular en los escritores.

—Desde Aristóteles se habla de la relación entre locura y creatividad. Él decía que era extraordinario ver y comprobar cómo todos los hombres de mérito artístico tenían un exceso de bilis negra. Por otro lado, las estadísticas demuestran que los artistas tienen una mayor tendencia al trastorno mental y al suicidio. Todos los expertos parecen de acuerdo en que la creatividad no es locura; lo que mal llamamos locura es el trastorno mental grave de sicosis. Aquellos escritores o artistas que han derivado hacia trastornos sicóticos graves literalmente dejaron de crear. La historia de la humanidad está llena de casos, como los de Hölderlin o Van Gogh; no se puede crear con un trastorno sicótico grave.

Agrega Montero: “No hay una equiparación entre creatividad y locura. Mi teoría es que somos primos. La diferencia entre un enfermo con un trastorno mental grave y el creador bueno o malo es cuantitativa y no cualitativa. Dice Eric Kandel, médico ganador del Premio Nobel, que todo trastorno mental, desde el más grave al más mínimo, se debe a un fallo en el cableado neurológico; es decir, a la manera en que nuestras neuronas se interrelacionan. Quienes nos dedicamos a oficios creativos tenemos algún tipo de fallo en el cableado, probablemente mucho menor que un sicótico”.

—¿Qué utilidad puede tener la educación artística en este sentido?

—Nos podría ayudar a llevar mejor la vida. Y no solo me refiero a la capacidad creativa de la gente. Todos los seres humanos tenemos un sentido estético determinado, básico e importante que actúa sobre nosotros de una manera curadora y terapéutica. Ese sentido no se desarrolla, no se cultiva. Se han hecho gran cantidad de estudios y ha habido intervenciones en barrios conflictivos y terroríficos en Colombia. Cuando se arreglan y pintan, la violencia baja. No solo se trata de fomentar la parte creativa, sino también el disfrute.

Tenemos que aprender, puntualiza, “a reconocer el trastorno mental en todas sus variedades. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice —y creo que es un cálculo tremendamente conservador— que 25% de la población sentirá en algún momento de su vida un trastorno mental. Esto que es algo absolutamente elemental en la vida del ser humano se ha mantenido oculto, negado, estigmatizado y completamente silenciado. Si conseguimos hablar, conocer e incorporar a quienes lo padecen al mundo, la sociedad será menos infeliz y enferma”.

—¿La escritura cambió su relación con los ataques de pánico?

—Tuve tres etapas de ataques, cada una como de año y medio. A los 17, 21 y 30 años. Desde entonces no han vuelto. Tengo la teoría —porque además no solo me ha pasado a mí— de que el hecho de publicar ficción de manera continua hizo que se pasaran esos ataques de pánico. Por eso creo necesario acoger a la gente que tiene trastorno mental, traerla a este lado del mundo y anclarla a la realidad. El trastorno mental es soledad, te aleja del mundo, es una ruptura de la narración común. Empecé a trabajar como periodista a los 19 años, pero el periodismo no sirve para unirte al mundo de esta manera. Escribo ficción desde los cinco años, pero no la publicaba; si la escribes y no la publicas tampoco sirve. La fórmula sanadora consiste en escribirla y darla a conocer para que tiendas puentes con la gente. Eso te ayuda a sentirte parte del mundo y a ser una persona integrada.