Bajo el concepto teatro medicina el actor, director y dramaturgo Erick Israel Consuelo convierte el escenario en un altar de sanación donde el duelo, la orfandad en la adultez y la medicina ancestral convergen para abrir un espacio inmersivo de transformación.
Así, la puesta en escena El AmareSer o el Canto de la Selva es una experiencia sensorial que conjuga dramaturgia, videomapping, música y más.
Esta obra relata la travesía de un escritor que en su búsqueda de inspiración se interna en lo profundo de la selva amazónica. Acompañado únicamente por su soledad, una libreta y el eco persistente de su orfandad, se cruza con una iguana, un maestro sabio y el canto ancestral de la selva. Estas presencias lo conducen hacia un viaje interior de sanación y amor propio.
Reconocidos actores como Alberto Estrella, Gala Gutiérrez, Eugenia Maribel y Noé Hernández participan prestando su voz. De igual manera lo hace Azul Barrientos, cantante que con su melodía va guiando al personaje principal hacia la liberación del duelo; ella es el canto de la selva.
La música está a cargo de Herbert Quinteros, quien en palabras de Erick Israel “es un maestro músico medicina de la selva amazónica”.
Con una carrera de más de 17 años en teatro, cine y televisión —incluyendo títulos como Narcos México y Un actor malo—, Erick Israel Consuelo sentía que había llegado el momento de contar su propia historia. Y esa historia tenía como origen el duelo.
En entrevista con Vértigo el artista reflexiona: “Cuando hablamos de orfandad siempre pensamos en niños, pero poco se ha dicho sobre la orfandad en la edad adulta”.
El AmareSer no es una obra convencional. Es, en palabras de Consuelo, una pieza de Arte espíritu, un concepto que ha venido desarrollando en sus últimos proyectos. “El teatro viene del ritual. En sus orígenes era un acto sagrado. Hoy muchas veces se ha llenado de pretensión, olvidando al espectador. El teatro medicina busca recuperar esa esencia”, comenta.
¿Pero qué es exactamente el teatro medicina? Consuelo responde que “tiene que ver con hacer del escenario un espacio ritual donde el espectador, junto con los creadores, experimenten esta liberación de lo que se está planteando. En particular esta obra nace para abrazar el duelo de las personas, abrazar sus pérdidas y hablarles del corazón al corazón, sin filtros sobre lo que es este dolor”.
Uno de los grandes aciertos de la obra es su diseño inmersivo, tanto visual como sonoro. A través del videomapping de Yoatzin Balbuena, antropóloga visual y artista multidisciplinaria, la selva cobra vida sobre el escenario. “Desde el guion, la dramaturgia ya tenía una naturaleza muy visual. Cada escena pedía una traducción estética poderosa”, cuenta el artista.
Balbuena logró, según Consuelo, “meterse” en su cabeza y plasmar en imágenes lo que él había escrito. El trabajo fue tan preciso, que en solo dos reuniones ya se había delineado la propuesta visual definitiva. A eso se suma el diseño sonoro de Alberto Palavicini, que mezcla cantos chamánicos, instrumentos en vivo, sonidos de la selva, voces de los actores y musicalización con instrumentos MIDI.
Flujo vital
Esta obra no juzga el dolor, lo acompaña. Y tampoco dicta respuestas, pero sugiere caminos. Además, lo hace sin abandonar el rigor escénico ni el trabajo actoral minucioso que caracteriza a su creador.
Consuelo aporta: “El teatro por sí solo es una herramienta muy poderosa de autoreflejo, en específico este proyecto tiene ese propósito: abrazarnos y no juzgar los procesos. El duelo no se trata de quien se fue, se trata de quien lo está viviendo, quien lo está sintiendo y lo que necesita para trasmutar ese dolor en amor”.
La selva amazónica no es un escenario aleatorio. Para Consuelo, es un territorio sagrado que lo ha acompañado en su propio proceso de autoconocimiento: “La selva es memoria ancestral viva. Es tradición, es medicina, es conocimiento indígena que ha sido invisibilizado durante años. Es una metáfora del alma. A veces pasamos la vida buscando el manual, queriendo encontrar el hilo negro de la vida y no miramos hacia adentro ni alrededor de lo que el Universo nos ha dotado, ese gran espíritu —en quien tú creas—. Y ahí está el manual, en el fluir como el río de la selva, como el agua del mar”.
Aunque el monólogo es profundamente personal, el proyecto no sería posible sin un equipo que compartiera la misma visión. A la dirección escénica se suma Valeria Fabbri como directora adjunta y asesora dramatúrgica, pieza clave para que Consuelo pudiera encarnar su triple rol de actor, director y escritor.
Por otro lado, la iluminación está a cargo de Tenoch Olivares, fundamental para la ambientación ritual. El resultado es una experiencia escénica que combina tecnología, espiritualidad y narrativa con sensibilidad e inteligencia.
Con cada función el teatro se convierte en selva, en ritual, en ofrenda. Y el público responde. “He visto personas del público llorar, abrirse, compartir su historia tras la función. Esa catarsis es un regalo. Nunca lo había vivido en escena”, narra Consuelo.
El AmareSer es un espacio donde la escena se vuelve altar y el espectador es convocado a mirar hacia adentro. Se presenta todos los domingos (excepto el 13 de julio) a las 12:30 horas en el Teatro La Capilla. Tendrá temporada hasta el 3 de agosto y está dirigida a mayores de doce años. Los boletos se pueden adquirir directamente en taquilla o a través de internet.