El Antiguo Colegio de San Ildefonso presenta la exposición más importante y completa que se ha hecho en los últimos años sobre el pintor, grabador y muralista ruso-mexicano Vladimir Kibalchich Rusakov: Vlady.
La exhibición reúne más de 300 obras de pequeño y gran formato producidas por el artista a lo largo de su vida.
Esta exposición muestra un trabajo introspectivo de Vlady que a la vez revela el proceso creativo de una obra original, repleta de alegorías y símbolos que requieren descifrarse.
Se compone de lienzos de gran formato y obras nunca exhibidas o poco conocidas, con cuadernos, bocetos y dibujos, en gran parte pertenecientes al acervo del Centro Vlady de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
No es una casualidad que la obra de Vlady se presente en el Colegio de San Ildefonso, puesto que además de ser cuna del muralismo mexicano ahora celebra el centenario de este movimiento pictórico de gran relevancia internacional.
En este contexto, la obra del artista ruso-mexicano dialoga con los grandes muralistas que fueron al mismo tiempo sus maestros y antagonistas.
Revolución y disidencia
Vladimir Kibalchich Rusakov (Petrogrado, 1920-Cuernavaca, 2005) vivió diferentes mundos y distintas épocas: el siglo XX y el XXI en primer lugar, pero también el XIX por herencia de sangre, ya que su padre fue el escritor Víctor Serge, perseguido por el estalinismo.
Contemplar las obras de Vlady es sumergirse en una vida marcada por la guerra civil, la experiencia de la revolución traicionada y las grandes tragedias del siglo XX: el estalinismo, el nazismo, la persecución, las desapariciones forzadas, los exilios…
A través de sus obras refleja la pasión y el refugio que representó el arte para él, así como el hecho de que nunca fue un militante en el sentido tradicional, pero se sentía responsable de preservar su legado familiar, en gran parte perseguido y exterminado.
El nombre de la muestra deriva de la primera parte de la retrospectiva de la gran herencia de Vlady, ya que aborda dos temas presentes en la mayor parte de su obra. Por un lado, la revolución, particularmente la rusa, con su utopía, logros y fracasos; y, por otro, la disidencia, la capacidad de criticar, objetar y rechazar la doctrina oficial.
Su estilo fue fluctuante entre figurativo y abstracto, sin dejar de tener un toque surrealista. Experimentó con todas las técnicas a su alcance, fabricó sus propios colores, devoró volúmenes de literatura sobre arte y recorrió museos en tres continentes.
“El tema Revolución y disidencia, que es el primer núcleo, y el último que es Poder y violencia forman un símbolo, porque poder y violencia son la otra cara de las revoluciones cuando se devoran a sí mismas”, señaló el historiador Claudio Albertani durante la inauguración de la exhibición.
Vlady y la censura
La cocuradora Araceli Ramírez destacó a su vez que, por ejemplo, “en la obra llamada Descendimiento y ascensión (óleo y temple sobre tela, 1994) se muestra a una mujer con la cara tapada por un pasamontañas: una ‘rockera zapatista’ junto a un ‘Cuauhtémoc-ícaro’, la cual representa a la juventud que asciende y que hará la revolución mientras la figura de Cuauhtémoc cae”.
Añade que “ Vlady propuso plasmar su propia interpretación de las revoluciones permanentes a la Secretaría de Gobernación (Segob) y esta aceptó. Al día siguiente la obra (Descendimiento y ascensión) fue retirada de los muros de la secretaría y nadie supo más de ella”.
Se trató, dicen los especialistas, de un claro acto de censura. Sin embargo, la obra se recuperó tiempo después. Se encontraba en una oficina del Archivo General de la Nación (AGN). Hasta hoy no se sabe cómo ni cuándo llegó ahí, pero a pesar de ello se encuentra en buenas condiciones.
Por su lado, Claudio Albertani, quien convivió con el maestro Vlady durante esa época, aseguró que la censura fue una gran decepción para el artista.
Espíritu original
Durante el recorrido de la magna obra de Vlady el público será testigo de la incursión del pintor dentro de otro movimiento que definió su futuro como artista: el muralismo, que ya gozaba de gran prestigio internacional.
Igualmente México fue una parte importante de su obra al encontrarse con nuevas experiencias visuales gracias a los colores del trópico que cambiaron su forma de ver el mundo.
El ejemplo principal es el Tríptico trotskiano, obra que integran tres lienzos de gran formato: Magiografía bolchevique (1967), Viena 19 (1973) y En el instante (1980). El tríptico se presenta junto a cuadernos, grabados y bocetos que dan cuenta de la creación de una iconografía propia y, en gran parte, oculta. El Trotsky de Vlady, más que un personaje histórico, es un héroe mítico que simboliza la lucha por preservar el espíritu original de la revolución.
A través de pinturas, dibujos, gouaches, grabados y estudios preparatorios de algunos murales se puede observar la experimentación de Vlady con las formas y múltiples técnicas pictóricas que él mismo investigó, por lo que dominaba distintas artes gráficas, especialmente el grabado en metal, aunque fueron la pintura de caballete y posteriormente la pintura mural con las que más le interesó trabajar.
De hecho, estudió de manera casi obsesiva los materiales antiguos y modernos logrando una reformulación propia y original de las técnicas del fresco, temple y óleo.
La exposición Vlady. Revolución y disidencia estará abierta hasta el 30 de abril de 2023 en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Vale la pena visitarla.
Salas
1. Revolución y disidencia.
2. Vlady íntimo.
3. Pasiones artísticas.
4. Muralista.
5. Poder y violencia.