Con un segundo set que duró 1 hora y 44 minutos, una auténtica prueba de tenacidad y talento en la final del Abierto de Estados Unidos, Noval Djokovic y Danill Medvedev se atrincheraron en un punto de 32 golpes.
Fue uno de los múltiples peloteros inacabables entre estos hombres cuyos estilos se asemejan, y Djokovic en este en particular al dejar un revés en la red. Se quedó tirado de espalda, su pecho henchido. El público rugió, mientras Djokovic siguió recostado por un rato, con un público fascinado por la entrega y el entretenimiento.
Fuera de serie
Con un rosario de recursos, Djokovic exprimió toda su energía para vencer este domingo 6-3, 7-6 (5), 6-3 a Medvedev en Flushing Meadows y atrapar una histórica 24ta corona de Grand Slam.
No se deje engañar por el resultado en sets corridos. Fue un partido mucho más reñido.
El astro serbio quedó un título por encima de Serena Williams, convirtiéndose en el primer jugador que acumula las 24 coronas de Grand Slam en la era abierta del tenis, la cual comenzó en 1968. De igual forma, Margaret Court también acumuló 24, pero 13 de sus trofeos fueron ganados antes que se permitiera la participación de los profesionales en las grandes citas.
“Nunca me imaginé estar aquí de pie frente a ustedes hablando de 24 Slams. Nunca me imaginé que esa iba a ser la realidad”, dijo Djokovic, quien a sus 36 años se convirtió en el campeón más veterano del torneo en la era profesional.
“Pero en los últimos años, intuía que tenía la posibilidad, tenía la oportunidad de hacer historia. Y si la tienes ahí, ¿por qué no tomarla?”, agregó.
El tesón eclipsó el brillo individual durante varios pasajes de la final. Después de algunos de los peloteos más agotadores, Djokovic se puso de rodillas o se apoyó con su raqueta para tomar un respiro.
Dejó que Medvedev se pusiera a tanto un punto de llevarse ese set al recibir con el marcador 6-5. Djokovic subió a la red tras sacar y el ruso tuvo la oportunidad de meter un revés cruzado que no atinó. Fue apenas una de las dos bolas de quiebre que Djokovic afrontó, borrando ambas.
Fue un cambio de táctica por parte de Djokovic, quien el lunes volverá a la cima de los rankings
o, con el techo retráctil del estadio Arthur Ashe cerrado por el pronóstico de lluvia, Djokovic jugó a placer y sin evidenciar ningún tipo de tensión por el momento.
Se desplazaba con solvencia y golpeaba la pelota con precisión. Era el mejor Djokovic posible. Se llevó 12 de los primeros 16 puntos — tres mediante aces perfectamente ubicados.
Medvedev, en cambio, arrancó vacilante y sus devoluciones no fueron ejecutados con finura. No fue hasta el segundo set cuando encontró su mejor marcha.
“Debí haber sido un poco menos obstinado”, dijo Medvedev, quien quedó con foja de 1-4 en finales de los Slams, incluyendo dos derrotas ante Djokovic y dos contra Rafael Nadal.
Djokovic estuvo impecable, anticipándose a todo.
Y el público se mostró a su favor, algo que no siempre se ha visto en la carrera del serbio. El aliento llegó por parte de miles de espectadores que coreaban "¡Vamos No-le!”, su apodo de dos sílabas y de los invitados en su palco, como el laureado actor Matthew McConaughey.
Cuando tuvo a la mano el bola de set en el primer tras un error de Medvedev, Djokovic mostró su primer gesto genuino de emoción. Alzó el puño hacia sus acompañantes que se habían puesto de pie. Cuando otro fallo de Medvedev puso fin al set, Djokovic nada más respiró profundo y se fue a su silla.
El serbio es un estudioso de los datos y las tendencias de sus rivales. Depende de sus instintos y su habilidad para anticipar los saques y devoluciones del contrario. El domingo, sus zapatillas azules le llevaron a estar en el sitio correcto, en la mayoría de las veces. Y su excepcional flexibilidad le permitió mantener la bola en juego.
¿Fue un Djokovic perfecto? No. Pero estuvo cerca de estarlo por momentos y le alcanzó para ganar una vez más.