A 40 años de la mítica Copa del Mundo de 1986, México vuelve a ser anfitrión de la fiesta máxima del futbol.
El Mundial 2026 será el más grande jamás visto: el primero que organizan en conjunto tres países —México, Estados Unidos y Canadá— con un formato ampliado que incluye a 48 selecciones y 104 partidos.
Las expectativas turísticas y económicas son de igual tamaño. Tan solo en México se prevé que más de 800 mil aficionados asistan a los estadios.
Se calcula que la audiencia televisiva global superará los seis mil millones de espectadores.
Y a menos de 200 días del partido inaugural, donde el Tricolor se medirá en la cancha con Sudáfrica en el Estadio Azteca —una evocación del Mundial de 2010 a la inversa—, Gabriela Cuevas, la representante de México en la organización del torneo, asegura que los preparativos avanzan a buen ritmo.
Sin embargo, el reciente anuncio de la FIFA en el sentido de que Guadalajara y Monterrey —las otras ciudades sede— serán las anfitrionas de los partidos de repechaje en marzo ha puesto el pie en el acelerador. “Nos va a servir de ensayo de todos los procesos involucrados”, apuntó Cuevas.
En un evento así, donde se espera una derrama económica 235% superior a lo que deja el Gran Premio de la Fórmula 1, equivalente a entre mil 800 y tres mil millones de dólares, no hay margen de error y con el tiempo encima, las ciudades sede se apresuran a terminar los proyectos destinados a crecer sus capacidades operativas bajo el supuesto de que, a la larga, esas megaobras beneficiarán a todos.
Escenarios
Imposible sería imaginar un Mundial sin estadios. Y a partir de la Copa del Mundo 2018 estos deben cumplir con estándares internacionales de sostenibilidad, como las certificaciones LEED (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental, por sus siglas en inglés), que evalúan los edificios según su eficiencia energética, el uso de agua, la calidad del aire interior y los materiales y sostenibilidad en su proceso de construcción.
Por eso, desde mayo de 2024 el Coloso de Santa Úrsula, el único inmueble que habrá alojado tres Copas del Mundo en su historia, cerró sus puertas para someterse a una nueva reestructura que prevé nuevo embutacado, cambio de césped, construcción de palcos de prensa y hospitality, espacios premium que alojarán a autoridades del organismo rector y presidentes de federaciones, además de nuevos estacionamientos y mejores lugares de acceso. La inauguración será el 28 de marzo, fecha en que se celebrará un partido amistoso contra Portugal.
A su vez, el estadio Akron, en Guadalajara, recibirá por primera vez un Mundial y en mayo pasado comenzó con las adecuaciones: cambio de césped —ahora será híbrido—; instalación de un sistema de iluminación LED de última generación y un sonido nuevo; vallas electrónicas y pantallas empotradas en el atrio principal; el acondicionamiento de una red inalámbrica de alta velocidad, y la construcción de zonas hospitality temporales.
Mientras, el Estadio de Monterrey, con apenas diez años de haberse construido, cambió el césped de su cancha —97% pasto natural y 3% artificial—. Además, por ser una ciudad en extremo calurosa, se colocó ventilación con sistemas subterráneos para mantener la cancha en buen estado, nuevos palcos VIP y zona de prensa.
No tan rápido
Para que los aficionados puedan gritar Goool al unísono —sin importar el estadio que sea—, hay una parte menos glamorosa de logística que busca contrarrestar ese caos propio de las grandes ciudades, sobre todo en lo que respecta a uno de los mayores dolores de cabeza de los citadinos: la movilidad.
En 2025 las fuertes lluvias en la capital dejaron dramáticas inundaciones y varios colapsos en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que será punto clave en la recepción de los más de cinco millones de visitantes esperados.
“Destinaron nueve mil millones de pesos a la modernización del AICM”, aseguró optimista Cuevas; se trata de la mayor inversión federal para los preparativos mundialistas.
También, para agilizar la llegada a los estadios y evitar que el tráfico colapse en días de partidos, se construyó en la CDMX la ciclovía Gran Tenochtitlan, que va desde el Estadio Azteca hasta el Centro Histórico sobre la calzada de Tlalpan.
Cuevas insistió en los beneficios permanentes a nivel de infraestructura, coincidiendo con opiniones de expertos, quienes sugirieron que la inversión debe ser benéfica a largo plazo, obedeciendo a la visión de ciudad que se tiene, y no solo para complacer a los extranjeros.
La obra tuvo buena recepción por los ciclistas —se registran hasta dos mil viajes diarios, aun cuando la pista todavía no está concluida—. Sin embargo, ya sucedieron los primeros accidentes, los señalamientos no son del todo claros, varios automóviles y motociclistas la han utilizado como carril para rebasar y, desde que iniciaron las obras, comerciantes y trabajadoras sexuales se han visto impedidos de ejercer sus labores, trayendo consigo una ola de manifestaciones y bloqueos exigiendo diálogo con las autoridades.
Por su parte, la capital regia apostó por dos nuevas líneas de Metro que conectarán con el Aeropuerto Internacional, más de cuatro mil autobuses, 500 paraderos y nuevos puentes peatonales en zonas clave como Constitución y Morones Prieto. Los avances son importantes, aunque las obras estarán concluidas en su totalidad en 2027.

Por ello se trabaja “a marchas forzadas” para retirar cierres viales y maquinaria, una solución temporal para reducir afectaciones urbanas.
En Guadalajara se incorporaron la Línea 4 del tren ligero y la Línea 5 de electromovilidad, que conectará el aeropuerto con el estadio Akron.
Más allá de las canchas
Otro de los retos será mantener el carácter popular del futbol, lo que un día fue su esencia. Basta ver el precio de los boletos para que la realidad caiga de golpe: el Mundial no será para el aficionado común.
Tan solo las entradas para el partido inaugural costarán entre 19 mil y 44 mil pesos. Más del doble de las de Qatar 2022. Sin tomar en cuenta el obstáculo de conseguir boletos a través de la página oficial de la FIFA, que dista de ser sencillo.
Para contrarrestar esta desigualdad surgió el Mundial Social México 2026, un proyecto que busca extender la fiebre mundialista a los 32 estados del país. “Ni Estados Unidos ni Canadá tienen algo similar”, afirmó —otra vez entusiasta— Cuevas.
El programa incluirá campañas de salud para promover el deporte, copas escolares y competencias internacionales con niños en situación de calle. Además, se instalarán pantallas en plazas públicas para que las personas puedan ver los partidos de forma gratuita; torneos o mundialitos, incluido uno de mujeres y otro de robótica; la creación de murales artísticos, las Fiestas México, impulsadas por la Secretaría de Turismo en 177 Pueblos Mágicos y capitales, y la construcción y rehabilitación de varias canchas.
Habrá también varios récords Guinness, como la clase de futbol más grande del mundo, a realizarse en la CDMX, y el récord por la ola más grande del mundo.
A diferencia de Estados Unidos, por ejemplo, que será la sede principal, con mayor número de partidos al tener once de los 16 estadios en juego, México —destacó Cuevas— tendrá el momento más visto del Mundial: la inauguración. Y además destaca por una cualidad menos medible: “Es el país más divertido para ver la Copa del Mundo. Tenemos la mejor afición y nadie nos gana en hospitalidad”.

