DONDE FRANKLIN Y SIMÓN SE ABRAZAN

Dos figuras históricas no mexicanas toman una relevancia particular.

Foto: Especial
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Por Guillermo Deloya

Dos alusiones que no pasan desapercibidas son aquellas mencionadas por el presidente López Obrador en su informe al pueblo de México, evento de claroscuros que sin duda dibuja un trayecto concebido en la personal psique del Ejecutivo.

Y de ahí que dos figuras históricas no mexicanas tomen una relevancia particular: por una parte, un presidente entrampado en la más profunda de las crisis económicas conocidas hasta nuestros días en el vecino país del norte; por otra, un militar sumergido en la sombra del declive pero a su vez en la determinación y avidez de reivindicarse como el gran libertador de la América oprimida.

Franklin D. Roosevelt encontró en 1933 un panorama de devastación económica sin igual en el país de las barras y las estrellas. Un cúmulo de 13 millones de desempleados que se debatían entre la vida y la muerte por falta de oportunidades en el aparato productivo. Se le conoce como el presidente al cual le tocó asumir las decisiones más difíciles en un escenario posdepresivo y prebélico.

Y así, la aplicación del principio keynesiano en torno de la intervención del Estado en áreas de prioridad para procurar la reactivación económica fue un rasgo distintivo de la toma de acciones del New Deal estadunidense. Medidas legislativas acompañaron al Ejecutivo mediante un amplio consenso y justificación. En materia laboral el National Labor Relations Act, mediante el cual se generaron condiciones de seguridad que son pilares internacionales. Por otra parte el Social Security Act, que pactó la prioridad de la actuación estatal a favor de grupos desfavorecidos mediante un asistencialismo poco usual del aparato capitalista y permitió la disposición de fondos para el público de adultos mayores, desempleados y en general aquellos considerados como desfavorecidos.

Punto aparte merece el National Industrial Recovery Act, que fue el instrumento de política pública y legislativa mediante el cual se pudo maniobrar en un escenario complejo de crisis y confrontación. El NIRA, como se le conoció por sus siglas, procuró una coordinación emergente de la industria que se sujetaba a una serie de códigos en apego al crecimiento y a la libre competencia. Adicionalmente pactó un programa de obra pública agresivo. No fue poca la resistencia antimonopólica, al grado de que la Suprema Corte de Justicia norteamericana tuvo que entrar al análisis de la constitucionalidad de tal ley y su órgano regulador.

Simbolismo

En el discurso de López Obrador se asoma en paralelo la silueta del sacralizado libertador de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y Venezuela. Simón Bolívar, militar y político que es estandarte de la resistencia al imperialismo y el coloniaje; adjudicado de muchas leyendas que lo convierten en un mito perfecto para el autoritarismo sudamericano entronizado en el país de compartidos destinos en Guaidó y Maduro.

Más allá del relato anecdótico el punto común de admiración hacia el gran emancipador, el caraqueño libertador de las Américas en el siglo XIX, probablemente radica en el simbolismo de lucha contra la adversidad inminente; en la personificación del “logrador” de imposibles empresas que esbozan a justicia y equidad. Es así como lo presentó el propio presidente en su alusión a un Bolívar cuasi desfallecido en la desventura y postrado en una hamaca. Tal vez el episodio se refiere a los días previos a su dimisión al Congreso colombiano en 1830, donde se le apabulló en Perú fundamentalmente ante su intento de unificar el proyecto político e instaurar su Constitución vitalicia; es ahí donde en el imaginario que avizora López Obrador se ubica al militar afirmando con loca pasión que triunfará.

Roosevelt es recordado como una figura icónica que, a pesar de limitaciones, tuvo el valor de tomar decisiones oportunas ante el rumbo económico. Al igual, a pesar del fracaso del proyecto bolivariano, al libertador se le ubica como al gran luchador por la autonomía y la unidad americana. ¿Qué resulta del obligado abrazo que procuró nuestro presidente para ambos personajes?, ¿un mandatario tozudo ante decisiones criticadas y convencido del destino justo de sus acciones a pesar de la adversidad y poderosos opositores?, ¿compartirán esta visión de progreso los factores económicos y extranjeros que tanto influyen en el rumbo de nuestro México? Ojalá, de verdad ojalá.

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