BIDEN MATIZA LA GEOPOLÍTICA NORTEAMERICANA

La política exterior estadunidense retorna al respeto al multilateralismo y al rechazo de los autoritarismos y autocracias.

Joe Biden
Patrick Semansky/AP
Internacional
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Joe Biden quiere que Estados Unidos recupere el brío de ser el mandamás en la órbita internacional, pero sin enrocarse en el unilateralismo como aconteció con su antecesor en la Casa Blanca. El nuevo presidente norteamericano retoma el multilateralismo y analiza con pinzas los dos asuntos de máxima relevancia para su agenda de seguridad nacional: China y Rusia.

Para Anthony Blinken, secretario de Estado norteamericano, si Donald Trump fue muy condescendiente con algunos regímenes autoritarios y distante con los aliados, la nueva política exterior estadunidense deberá asumir una posición dura contra cualquier autoritarismo y fortalecer sus lazos con los socios de siempre.

Se trata de unirse más a los países con los que se comparten valores comunes: respeto a la democracia, a los derechos humanos, al diálogo y hacia el multilateralismo.

Desde que asumió el cargo el pasado 20 de enero, Blinken se aboca a entablar contacto telefónico con los ministros de Exteriores de un cúmulo de países con intereses comunes.

La llamada más reciente aconteció con Arancha González Laya, titular de Exteriores de España, con quien abordó la necesidad de reforzar la relación bilateral, así como estrechar los lazos trasatlánticos.

“El secretario dio las gracias a España por alojar a tropas estadunidenses e hizo énfasis en el deseo de trabajar con España, la Unión Europea (UE) y otros aliados para hacer frente a retos compartidos; entre estos desafíos comunes se encuentran el Covid-19 y el impulso a una mejor preparación ante pandemias en el futuro, el cambio climático, Rusia, China y Venezuela”, explicó Ned Price, portavoz del Ministerio de Estado.

También el presidente Biden toma de cerca el pulso de varios de sus homólogos. Al menos ha conversado con un puñado: la canciller germana Angela Merkel; seguida del contacto vía voz con el presidente francés Emmanuel Macron; también se comunicó con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y con el premier británico Boris Johnson.

Lo hizo igualmente el pasado 26 de enero con el dignatario ruso, Vladimir Putin. Ambos sostuvieron un intercambio de impresiones, sin obviar el más reciente encarcelamiento del líder opositor ruso Alexei Navalny; asimismo abordaron la urgencia de renovar —de mutuo acuerdo— el último tratado de desarme nuclear, New Start, con un fecha de expiración del 5 de febrero de 2021.

Tampoco el presidente Andrés Manuel López Obrador faltó en la lista de primeros contactos.

Ni su homólogo chino, Xi Jinping, con quien sostuvo una conversación dilatada a la espera de conocer las conclusiones del equipo de la OMS en Wuhan sobre el origen del SARS-CoV-2. Ese informe se dio a conocer el pasado 9 de febrero y dos días después Biden entabló contacto con Jinping; también la Casa Blanca dio los pormenores de la conversación a la prensa.

“El presidente Biden habló acerca de las políticas represivas de China contra la minoría uigur en Xinjiang y de los derechos humanos en Hong Kong y Taiwán; y se comprometió a reimpulsar las relaciones bilaterales hacia una dirección más positiva”, resaltó el comunicado oficial.

Hubo un intercambio de impresiones acerca de la necesidad de conocer a fondo los pormenores de la pandemia y el origen real del virus, algo que para China ha quedado zanjado tras permitir la visita de un equipo de expertos de la OMS, cuyas conclusiones presentadas no hacen más que avalar la tesis esgrimida por el Partido Comunista Chino: “El virus es de origen zoonótico, no es producto de un accidente de laboratorio, ni el mercado de Huanan es el brote del foco; puede ser un virus que inclusive entrase a China importado en productos congelados y podría ser que el SARS-CoV-2 estuviera en otros países antes que en Wuhan”.

Además de las felicitaciones entre ambos mandatarios, a Jinping por el Nuevo Año Lunar y a Biden por su reciente llegada al poder en la Casa Blanca, el tema del golpe de Estado en Birmania saltó en la conversación también con discrepancias: para China es una “importante reorganización del gabinete”, mientras que para EU es un “golpe de Estado que pone fin a diez años de democracia” y en consecuencia Washington impondrá sanciones.

Hasta el momento prevalece la guerra arancelaria entre ambas naciones, iniciada por la anterior administración republicana representada por Trump.

El componente que añade Biden es la creación, al interior de las fuerzas de Defensa, de un grupo de trabajo especial sobre China que vigilará estrechamente sus movimientos estratégicos.

“Debemos hacer frente a los crecientes desafíos que plantea China para mantener la paz y defender nuestros intereses en el Indo-Pacífico y a escala mundial”, declaró Biden en su visita al Pentágono.

En otra llamada con el primer ministro de Japón, Yoshihide Suga, el mandatario demócrata fue un paso más allá al comprometerse a defender, junto con el gobierno nipón, la soberanía de las islas Senkaku frente a las injerencias chinas.

Autoritarismo

De acuerdo con The Economist Intelligence Unit, en su análisis anual acerca de la salud de la democracia global, el año pasado sucedió un llamativo deterioro en la calidad de la democracia, así como en las libertades civiles, que no hace otra cosa más que provocar profunda preocupación entre los estudiosos del tema.

El informe Democracy index 2020: in sickness and in health detalla cómo 70% de los países monitorizados (un total de 167) experimentó una regresión “sin precedentes” en su democracia.

“La pandemia ocasiona estragos mientras retroceden las libertades civiles; una serie de decisiones drásticas, como un lockdown, para proteger las vidas provoca otras consecuencias perjudiciales en la salud democrática y en las restricciones civiles”, indica el informe.

El promedio mundial del índice de democracia en 2020 cayó a su nivel más bajo desde 2006, al tiempo que se perdieron libertades civiles y aumentaron tanto la intolerancia como la censura.

“Solo 49.4% de la población mundial vive en una democracia; de este porcentaje 8.4% lo hace en democracias plenas y el resto, 41%, en democracias defectuosas; otra parte de la gente vive en regímenes híbridos y otra en regímenes autoritarios”, de acuerdo con el documento.

El tema consterna: para el analista político Simon Tisdall los “chicos malos” están ganando a escala mundial.

Y en un artículo suyo publicado en The Guardian se pregunta si habrá alguien que les ponga el alto. “Desde el golpe de Estado más reciente en Myanmar, Birmania, hasta los regímenes autocráticos en China y Rusia, los valores promovidos desde Occidente están en retroceso y han caído en una trampa”, advirtió Tisdall.

El propio mandatario estadunidense conoce el frágil lindero: en sus primeras declaraciones tras asumir el poder de EU varios de sus discursos señalaron de forma dura a Rusia y a China como ejemplo del autoritarismo que debe combatirse.

Las autocracias son un peligro real. En el caso de Rusia, Biden y su gabinete se mantienen alineados en torno de la protección de los derechos humanos y la libertad de expresión.

Ya se han dado los primeros roces con Putin por el tema Navalny. No será nada fácil mover las piezas en el ajedrez geopolítico sin chocar con el Kremlin: habrá que irse con tiento para buscar más consensos que disensos.

Un movimiento reciente e interesante entre EU y Rusia (ya sin Trump de por medio) es la renovación del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas o New Start por cinco años más; de esta forma seguirá vigente un acuerdo que limita el número de armas nucleares estratégicas con un máximo de mil 550 cabezas nucleares y 700 sistemas balísticos por país.

OTAN, a la espera

El enfriamiento de las relaciones trasatlánticas provocada por la actitud prepotente de Trump puso en jaque a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que para no tener que soportarlo en otra reunión más canceló incluso el encuentro anual de 2020.

En cambio a Biden el resto de los socios de la OTAN lo esperan con ganas de reflotar la Alianza en tiempos de amenaza rusa y de mayores intromisiones chinas y de ciberataques desde Corea del Norte.

Desde septiembre del año pasado su titular, Jens Stoltenberg, anunció la creación en Georgia de un centro de operaciones de ciberseguridad que sea moderno y vanguardista, dotado sobre todo de tecnología británica y estadunidense.

Uno de los reproches más recurrentes de los últimos años contra la mayor parte de los países integrantes tiene que ver con el gasto militar en defensa. Ni Obama ni Trump lo pasaron por alto, aunque la diferencia entre uno y otro fue la forma de exigirlo y la manera de presionar para obtenerlo.

En 2020 la OTAN, en cifras preliminares, destinó 1.78% de su PIB a gasto militar; esto sin considerar a EU, que usó 3.87% de su PIB en defensa militar.

“Según los cálculos de la Alianza solo diez aliados de los 29 cumplieron ya en 2020 con el objetivo de 2% o más: Estados Unidos, Grecia, Reino Unido, Rumania, Estonia, Letonia, Polonia, Lituania, Francia y Noruega”, a juicio del organismo.

Biden no relajará la exigencia de un mayor esfuerzo por incrementar el gasto militar, mucho menos en tiempos de una pandemia con una guerra biológica incierta cuyo origen genera tantas suspicacias.

La OTAN habría gastado el año pasado 1.092 billones de dólares en su presupuesto en defensa y más de 70% del gasto lo realizó la Unión Americana con el objetivo de renovar y ampliar sus fuerzas estratégicas.

En Europa creen que Biden —por lo menos— matizará el estropicio realizado por su antecesor en la Casa Blanca. Es la esperanza de los líderes de Alemania, la canciller Merkel, y del delfín del Elíseo, Macron.

Desde junio de 2020 Trump anunció que reduciría de 52 mil a 25 mil el número de soldados norteamericanos en sus bases de Alemania; después señaló que una parte volvería a la Unión Americana y otra sería trasladada definitivamente a Polonia.

El malestar de los socios de la OTAN fue mayúsculo, uno que ahora alivia la nueva decisión de Biden que contradice precisamente a la de Trump: se cancela el traslado de tropas de Alemania a Polonia.

“América ha vuelto. La diplomacia ha vuelto. Vamos a construir alianzas, volveremos a comprometernos con el mundo y afrontar los enormes desafíos a los que nos enfrentamos”, resaltó Biden en una primera declaración de intenciones.

Merkel lo ha celebrado. Al nuevo mandatario le corren invitaciones desde Europa para que acuda pronto a visitarlos: se las extienden desde Berlín, París, Londres y Bruselas.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, espera que el curso de la pandemia permita que los líderes mundiales puedan volver a reunirse de forma presencial. Está en duda si la próxima reunión de la OTAN será el primer encuentro físico con Biden o tendrá que ser telemático.

En tanto la política exterior norteamericana retorna al respeto al multilateralismo, a un rechazo de los autoritarismos y autocracias; la Unión Americana se ha reincorporado a la Organización Mundial de la Salud y al Tratado de París.

Queda Irán y el acuerdo nuclear que respira sus últimos estertores. Biden todavía lo puede salvar. Los primeros esfuerzos comenzaron el pasado jueves 18 de febrero.

Guerra arancelaria

Como candidato a la Presidencia de EU el propio Joe Biden aventuró que no daría un paso atrás en los impuestos aplicados por Trump a China y otros países; hasta el momento lo ha cumplido dentro de sus funciones e inclusive ha reimpuesto aranceles a Emiratos Árabes Unidos.

En este sentido tampoco cede con los europeos: siguen vigentes los aranceles de entre 10 y 25% aplicados a una serie de productos europeos, desde agrícolas hasta de la aviación civil, y que sobre todo afectan a Reino Unido, Francia, Alemania y España; ello en represalia por el caso de Boeing y Airbus.

Otras decisiones llamativas se relacionan con temas de defensa y de estrategia militar; la más sorprendente fue la suspensión de la venta de armas a Arabia Saudita y a Emiratos Árabes Unidos, que incluía un importante arsenal bélico.

El contrato aprobado en 2019 —sin la autorización del Congreso— fue orden directa del entonces presidente Trump, quien aprovechó cada acercamiento sobre todo con los saudíes para cerrar ventas millonarias de armas; el paquete incluye cazabombarderos F-35, misiles de precisión, drones Reaper MQ-19 y misiles Paveway guiados por láser.

Biden ha pedido que los contratos de ventas los revise el Congreso en momentos en que intenta retirar la intromisión norteamericana en la guerra de Yemen y en otros conflictos.

Arabia Saudita y Emiratos Árabes están involucrados en la guerra civil de Yemen desde finales de 2015, mientras que EU lo hace indirectamente vendiendo material militar.

Biden y su gabinete sopesan cómo será la relación de los próximos años entre la nación norteamericana y Oriente Medio; es interesante que hasta el momento no ha entablado contacto con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.

Migrantes

En sus primeras horas como presidente de EU Joe Biden signó 17 decretos relacionados con el tema migratorio. El más esperado tiene que ver con los llamados dreamers.

La Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) se instauró en 2012, pero al concluir por órdenes de Trump en 2017 implicaba la deportación de 650 mil indocumentados llegados a EU desde niños.

Biden no solo la restablece sino que ordenó “salvaguardar el programa” y propuso una reforma migratoria para conceder “directamente la residencia permanente” a las personas que están dentro de DACA y para los solicitantes del Estatuto de Protección Temporal.

También frenó la construcción del muro en la frontera con México. Tras dar por terminada la emergencia nacional, decretada por Trump, quedaban varios tramos en construcción; a la fecha hay 727 kilómetros amurallados.

Otra decisión migratoria fue levantar el veto contra ciudadanos de once países, también impuesto por Trump. Son sobre todo ciudadanos musulmanes que tenían negado llegar a territorio estadunidense, ni siquiera como turistas. Se trata de Eritrea, Irán, Kirguistán, Libia, Birmania, Nigeria, Somalia, Sudán, Siria, Tanzania y Yemen.

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