VIAJE DESANGELADO DE BIDEN A ORIENTE MEDIO

Ni Israel, ni Arabia Saudita, ni ningún otro país del Golfo Pérsico se ha involucrado y sumado a las sanciones contra Rusia.

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Internacional
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De nuevo a las nubes. La reacción del precio del petróleo en el mercado internacional evidencia que el acercamiento de Estados Unidos para recalibrar sus alianzas con varios países de Oriente Medio no logró su propósito inicial: no todos quieren posicionarse a favor de contribuir en la defensa de Ucrania ante la invasión rusa y no todos están dispuestos a bombear petróleo para coadyuvar a bajar los precios.

El 9 de julio, en las páginas del diario The Washington Post, el presidente Joe Biden explicó a la opinión pública las razones de su viaje a Israel, Cisjordania, Arabia Saudita y una reunión con los países del Golfo. En ese texto reiteró que utilizaría “toda su diplomacia” con ellos.

“Un Oriente Medio más seguro e integrado beneficia a los estadunidenses de muchas maneras. Sus vías fluviales son esenciales para el comercio mundial y las cadenas de suministro de las que dependemos. Sus recursos energéticos son vitales para mitigar el impacto en los suministros globales por la guerra de Rusia en Ucrania. Y una región que se une a través de la diplomacia y la cooperación, en lugar de separarse a través del conflicto, tiene menos probabilidades de generar extremismo violento que amenace a nuestra patria o nuevas guerras que podrían imponer nuevas cargas a las fuerzas militares de Estados Unidos y sus familias”, escribió Biden.

Con su carta pública Biden intentó aplacar las críticas por su elección de reunirse con Mohamed Bin Salmán, el polémico príncipe saudita, sospechoso de estar detrás del atroz asesinato de Jamal Kashoggi, periodista y crítico del régimen saudí.

En su momento Biden condenó abiertamente la intromisión de Bin Salmán. Lo hizo durante su campaña electoral en 2018 y prometió hacer un paria de Arabia Saudita. “Sé que hay muchos que no están de acuerdo con mi decisión de viajar a Arabia Saudita. Mis puntos de vista sobre los derechos humanos son claros y de larga data y las libertades fundamentales siempre están en la agenda cuando viajo al extranjero, como lo estarán durante este viaje, así como lo estarán en Israel y Cisjordania”, argumentó en su escrito.

Burbuja

Nunca ha sido fácil ni cómodo el rompecabezas de Oriente Medio, convertido desde hace décadas en un polvorín con territorios en disputa, lucha entre facciones musulmanas (suníes versus chiíes), enemistades geográficas entre vecinos y las viejas rencillas al calor de los intereses de potencias como EU y Rusia, mientras China aplica su política silenciosa de entrar en las regiones abriendo el grifo de las inversiones en infraestructura y de las asociaciones comerciales. Magna pecunia.

Como resultado de la actual invasión de las tropas rusas a Ucrania y la respuesta de EU, la Unión Europea (UE) y otros países aplican una serie de sanciones severas a Rusia, que es además un suministrador importante de petróleo pero fundamentalmente de gas para los europeos. Hay una nueva burbuja en el mercado petrolero, con una escalada considerable prácticamente en todos los commodities, afectados por los efectos colaterales de la guerra de Rusia, las disrupciones en los mercados, el cambio climático y las alteraciones entre la oferta y la demanda.

Preocupa no solo la falta de suministro de los granos ucranios y de otros insumos alimenticios producidos por Ucrania, sino también los suministrados por Rusia que no llegan a los países como se hacía con toda normalidad antes del 24 de febrero pasado, día que inició la invasión.

Consternan las alteraciones de los petroprecios golpeando hasta ahogar a los países importadores y a los más dependientes de este insumo fósil lastrando las expectativas de crecimiento económico y aupando una inflación que terminará comiéndose el poder adquisitivo de las personas y el salario de los trabajadores.

Mientras el veto al petróleo ruso —por mar o por oleoducto— prospera desde junio según lo acordado en la UE, toca a Rusia mover ficha en este complicado ajedrez bélico y geopolítico y el Kremlin empieza a reducir sus ventas de gas a Europa, que es precisamente su punto débil.

¿Qué pasa? Los analistas internacionales lo advirtieron un mes después de iniciada la invasión: dijeron que el mercado energético mundial entraría en un grave desequilibrio que podría disparar los precios a niveles nunca antes vistos si se iniciaba un veto o un boicot por parte de EU y Europa.

Los petroprecios son sensibles a los shocks de oferta, de demanda, acontecimientos mundiales, desastres naturales y las guerras. Nuevamente el precio del barril está por encima de los 100 dólares como hace 50 años y amenaza con seguir escalando. Vuelta a la espiral maldita.

Tímidos resultados

Mientras el mandatario estadunidense retornaba a la Casa Blanca luego de su gira por varios países de Oriente Medio el petróleo Brent subía 5.05% para venderse en 106.27 dólares en la entrega de septiembre próximo; por su parte, el West Texas también superaba los 100 dólares para cotizar en 102.60 tras subir 5.13 por ciento.

Biden no logró convencer a los países árabes, principales productores de petróleo, para que aumentasen su producción de crudo a fin de desinflar los petroprecios y darle un respiro a la inflación.

Otra vez el petróleo como arma. Además con un claro mensaje para Biden y sus aliados que apoyan a Ucrania, porque ni Israel, ni Arabia Saudita, ni ningún otro país del Golfo Pérsico se ha involucrado y sumado a las sanciones contra Rusia. Y tan revelador es posicionarse como no posicionarse. En geopolítica todo suma.

El primer gesto de Biden lo ha tenido con Israel. Su antecesor en la Casa Blanca, Donald Trump, mantuvo una relación cercanísima con el entonces primer ministro, Benjamín Netanyahu, incluso de índole personal.

En su momento Trump tomó decisiones controvertidas: en diciembre de 2017 anunció el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y en mayo de 2018 reinstaló la embajada de EU, que pasó de Tel Aviv a Jerusalén, un hecho que encendió los ánimos de los palestinos que reclaman a la ciudad santa como parte de la Solución de los Dos Estados, con Jerusalén este como capital de un Estado Palestino.

Trump además cortó los fondos enviados por EU a los palestinos. Se trata de 360 millones de dólares a través de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA).

Ya sin Bibi Netanyahu en el poder, el presidente Biden sostuvo un encuentro con Yair Lapid, quien ejerce como primer ministro desde el 1 de julio en un país que ha vivido tres elecciones desde 2019.

Biden viajó a Israel para reforzar su relación con un socio estratégico en Oriente Medio que en los últimos meses ha visto deteriorarse su relación con Rusia, también como daño colateral de la invasión a Ucrania. Si bien Israel ha querido implicarse poco —no se suma a las sanciones, sí llegó a enviar a Kiev cascos, chalecos y suministros para el ejército ucraniano, aunque no atendió las peticiones de Volodímir Zelenski de que le prestasen el sistema de defensa aérea conocido como Cúpula de Hierro. También Israel votó en el seno del Consejo de Seguridad por la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos.

Aprovechando esta debilidad en las relaciones ruso-israelíes, la intención de EU es disuadir a Irán de continuar con sus intenciones de obtener una bomba nuclear y de pretender un rol más activo con Rusia involucrándose en la guerra contra Ucrania. Irán y Rusia continúan acercando posiciones a tal punto, que se ventila en la prensa internacional que venderá cientos de drones al Kremlin para usarlos en Ucrania.

La Casa Blanca buscaba una agenda en Oriente Medio que solo pudo cumplirse parcialmente, porque Biden retornó a su país sin ningún gran acuerdo signado con Arabia Saudita ni con el resto de los países del Golfo, primordialmente en materia de seguridad y de defensa contra Irán y de avanzar en el establecimiento de las relaciones de Israel con otros países de la región.

Con Israel signó un acuerdo conjunto para evitar que Irán obtenga la bomba nuclear, si bien Biden reiteró que está dispuesto a volver a la mesa de negociación con Irán para restablecer el Acuerdo Nuclear de 2015 abandonado por Trump de manera unilateral tres años después de su puesta en marcha.

“Hemos presentado a los líderes de Irán lo que estamos dispuestos a aceptar para volver al acuerdo. Estamos esperando su respuesta. ¿Cuándo llegará eso? No estoy seguro. Pero no vamos a esperar por siempre”, declaró Biden, quien además reiteró que para él está primero la vía diplomática.

También viajó a Cisjordania para reunirse en Belén con el líder de los palestinos, Mahmud Abas, a quien reiteró su apoyo a la Solución de los Dos Estados (todo lo contrario a la postura del republicano Trump) y reiteró que el pueblo palestino “se merece su propio Estado”.

Ante el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), el mandatario estadunidense anunció 201 millones de dólares para los programas de los refugiados palestinos de la ONU. Y ofreció un plan de 100 millones de dólares para reforzar los hospitales palestinos.

El líder palestino solicitó a Biden que elimine de la lista de terroristas a la Organización para la Liberación de Palestina y que dé su visto bueno para abrir una oficina de Palestina en Washington.

Otros socios

Hay un intríngulis de intereses intrincados en Oriente Medio y participa la región además en varios de los llamados conflictos calientes: desde 2011 la intestina guerra civil en Siria en la que recalan intereses de Rusia, Irán, Turquía, Israel, Arabia Saudita y EU; después está Yemen, que también es pasto de los apetitos de estos países.

A EU le interesa mantener una relación estratégica con Arabia Saudita para hacer de contrapeso a los planes de Irán por obtener un rol más preponderante en la región respaldado por Rusia.

La petrolera Saudi Aramco produce 10.3 millones de barriles diarios de petróleo y según EU podría tener un margen de disponibilidad para bombear hasta doce millones de barriles diarios.

Sin embargo, Biden no logró convencer al régimen saudí a favor de que incremente su producción diaria y el propio Abdelaziz bin Salmán, ministro de Energía de Arabia Saudita, cree que será hasta 2026 o 2027 cuando el país estará en condiciones de aumentar hasta 13.4 millones de barriles diarios.

Biden no ha conseguido más petróleo pero tampoco ningún acuerdo concreto con los países del Golfo tras la reunión de Jeddah, en Arabia Saudita, el 16 de julio, con los líderes de Kuwait, Bahréin, Qatar, Jordania, Irak, Omán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y el país anfitrión.

“Estados Unidos está comprometido en construir un futuro positivo en la región, en asociación con todos ustedes. No nos iremos a ninguna parte, nos mantendremos atentos. No nos alejaremos, ni habrá tampoco un vacío que sea aprovechado por China, Rusia o Irán”, aseveró.

Los líderes de los países árabes lo escucharon, pero ninguno se posicionó a favor de apoyar a EU en sus sanciones contra Rusia ni mostró su respaldo a Ucrania. Ninguno secundó las pretensiones de Washington por signar un gran acuerdo de seguridad regional y ni siquiera el fantasma de Irán los unió. Es más, algunos países como Emiratos Árabes Unidos reciben los capitales rusos en su huida de Occidente.

Así la política estadunidense enfrenta un vacío en Oriente Medio, que no olvida lo sucedido en Afganistán e Irak.

Todo lo contrario, por un sendero sin baches, China avanza con sus inversiones y su política “amistosa” de la Nueva Ruta de la Seda.

EU habla el lenguaje de la guerra, de la defensa, de la disuasión y de crear frentes contra China, Irán y Rusia; la réplica desde Beijing llega a Oriente Medio en forma de inversiones: en Irak ha invertido 100 mil millones de dólares para el sector de la construcción y la empresa Power Construction Corporation of China tiene planes de edificar mil escuelas; en Omán ha invertido en el puerto de Duqm; en Irán invertirá 400 mil millones de dólares en diversos proyectos de infraestructura para el largo plazo. Pero hay más inyección de inversiones en otros países de la región.

Estados Unidos enfrenta un claro vacío en la región.

Putin muestra su liderazgo

Hace unos días el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 2624 en la que cataloga de “grupo terrorista” a los rebeldes hutíes de Yemen. Un total de once votos a favor y las abstenciones de Brasil, Irlanda, México y Noruega.

Se trata de otro de los conflictos calientes de Oriente Medio junto con el de Siria, ambos enquistados en una lucha intestina alimentada por la intervención externa de diversos países con particulares intereses.

El conflicto de Yemen empezó en 2014 por una revuelta de los hutíes contra el gobierno del presidente Abdo Rabu Mansur Hadi. A los hutíes los apoya Irán con el suministro de armas y al gobierno de Hadi lo apoya Arabia Saudita. El régimen de los ayatolá lleva años participando en los conflictos regionales.

Teherán hace unos días fue epicentro de un encuentro entre los líderes de Irán, Rusia y Turquía, que celebraron su cumbre bajo el formato de Astaná para buscar la pacificación de Siria conservando su unidad territorial.

Se trata del séptimo encuentro con estas intenciones en un momento en que Turquía pretende lanzar otra ofensiva contra los kurdos que se encuentran en Siria.

El ruso Vladimir Putin tuvo ocasión de mostrarse como un líder fuerte e indoblegable ante las sanciones de Occidente. Irán y Rusia, junto con Corea del Norte, son los tres países más históricamente sancionados enfrentando una serie de vetos comerciales, diplomáticos y de otra índole.