DOHA, Qatar, septiembre 11.- Hace solo unos meses, los gobernantes de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar dieron la bienvenida en sus palacios al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con desfiles de camellos y gran pompa. Ahora, esos mismos líderes están unidos en su indignación tras el ataque de Israel contra líderes de Hamás en Doha, la capital de Qatar.
El príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman pidió “una respuesta árabe, islámica e internacional para enfrentar la agresión” y disuadir las “prácticas criminales” de Israel.
El jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan de los Emiratos Árabes Unidos voló a Qatar y abrazó a su emir gobernante, una escena que hubiera sido inimaginable hace solo unos años, cuando su país y Arabia Saudí encabezaron un boicot al país tras acusarlo de apoyar a grupos terroristas, algo que Doha negó rotundamente.
El ataque de Israel en Qatar violó “todas las leyes y normas internacionales”, afirmó el jeque Mohammed.
La agresión ha desencadenado los peores temores de los líderes del rico golfo petrolero: que Estados Unidos pueda abandonar su compromiso de protegerlos contra agresores regionales como el exdictador iraquí Saddam Hussein o, según lo visto hasta ahora, del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
Esos temores podrían socavar las prioridades de Trump en la región, desde poner fin a la guerra en Gaza y expandir sus emblemáticos Acuerdos de Abraham —que forjaron lazos entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos— hasta contrarrestar la influencia china y rusa. El sueño de Netanyahu de lograr nuevos acuerdos de normalización en todo el Golfo parece más lejano que nunca.