LA RACIONALIDAD EN EL CONFLICTO ISRAEL-IRÁN

Puede haber una política exterior enteramente racional pero inmoral

Raudel Ávila - Enlace Internacional
Columnas
CONFLICTO ISRAEL-IRÁN

Uno de los aspectos más problemáticos del análisis de la crisis en Oriente Medio es que numerosos comentaristas insisten en que, fuera de Israel, el resto de los actores en la región son irracionales.

“El ataque de Irán a Israel es completamente irracional”, dicen, y el problema con esta interpretación es que no puede haber diálogo diplomático con la racionalidad, de manera que solo queda la opción bélica.

Que conste: calificar una política de racional o irracional no supone ninguna referencia a su moralidad. Puede haber una política exterior enteramente racional pero inmoral, como invadir un país para apropiarse de sus recursos; o puede haber una política insensata e irracional, pero moralista, como pretender la imposición de la democracia en todas partes.

Hace un par de meses se publicó un libro muy interesante, How States Think: The Rationality of Foreign Policy, de John J. Mearsheimer y Sebastian Rosato. Si bien se trata de una obra teórica, para especialistas, su propuesta principal es útil para analizar la coyuntura.

A decir de Mearsheimer y Rosato una política exterior sustenta su racionalidad en función de tres cuestiones: 1) basarse en una reflexión teórica creíble; 2) ser resultado de un proceso deliberativo en la toma de decisiones; y, 3) establecer como meta principal la sobrevivencia del Estado.

Posiciones

El fin de semana el portal francés Le Grand Continent publicó el discurso de Mohammed Hossein Bageri, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Irán, para explicar el ataque a Israel. “Consideramos que esta operación ha tenido éxito y ha terminado. No tenemos intención de continuarla, pero si el régimen sionista emprende cualquier acción contra la República Islámica, ya sea dentro del país o contra centros pertenecientes a Irán, en Siria o en cualquier otro lugar, la próxima respuesta será mucho más significativa”.

Es decir, el jefe del Estado Mayor anuncia que, en principio, no desea escalar el conflicto.

Por su lado, el jefe del Estado Mayor israelí, Herzi Halevi, respondió “de cara al futuro, estamos sopesando nuestras opciones y el lanzamiento de estos numerosos misiles, misiles de Crucero y drones sobre el territorio del Estado de Israel será respondido con una réplica. En conclusión, personas increíbles están haciendo cosas notables, con excelentes resultados. Esto es extremadamente importante. Estoy convencido de que todos ustedes están muy bien preparados y confío plenamente en nuestra capacidad para hacer frente a lo que sea necesario”.

Desde la aproximación teórica de Mearsheimer y Rosato ambas posiciones parecen suficientemente racionales. La de Irán dice que ya quedó satisfecho con el resultado de su ataque, mientras que la de Israel explica que no se quedará de brazos cruzados frente a la agresión.

Ahora bien, lo que Mearsheimer y Rosato subrayan es que la racionalidad no garantiza resultados exitosos o felices. Lo único que garantiza la racionalidad es la posibilidad de diálogo en tanto que es posible comprender los métodos y objetivos de la contraparte. Es fundamental tener esto en mente para que los conflictos no escalen.

Desde luego que Israel está en todo su derecho a defenderse ante semejante agresión, pero es indispensable que se mantengan abiertos los canales de comunicación, como le han solicitado sus aliados occidentales.

La realidad es que, en este punto, gran parte del futuro del conflicto está en manos de Netanyahu y su valoración de la racionalidad propia y de su antagonista. En vista de las acusaciones de corrupción que pesan sobre el premier israelí, un conflicto al alza le conviene para mantener su popularidad y el respaldo político de la población.

Y al gobierno de Irán le conviene desescalar el conflicto, pero hasta después de que lanzó una agresión violentísima.

No es lo mismo racional que moral…