LA CRISIS EN GAZA Y LAS ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS

Internacional
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Desde que a mediados del siglo pasado la Unión Soviética optó por posicionarse de parte de Palestina contra Israel en el conflicto de Oriente Medio, las izquierdas del mundo han tenido una adhesión sentimental y acrítica a favor de Palestina. Es una de esas causas que se heredan sin mucha reflexión. Por tanto, se prestan al fanatismo. Estados Unidos y sus aliados occidentales dieron su respaldo a Israel, y desde entonces tampoco han variado su preferencia.

En principio se trataba de una disputa geopolítica por una región estratégica en el marco de la Guerra Fría, pero con el tiempo se volvió un problema cada vez más difícil de resolver en la medida en que no se concreta la propuesta de creación de dos Estados-nación vecinos. El problema se complicó porque aparecieron grupos terroristas que se dijeron portavoces de la causa palestina, en lugar de sus representantes más o menos democráticamente electos.

Así, hasta fechas recientes —tan recientes como el ataque terrorista de Hamás a finales del año pasado a territorio israelí— el asunto sigue encendiendo violentísimas pasiones.

Si a eso sumamos el desprestigio ganado a pulso del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su desprecio por la opinión pública internacional, la causa israelí pierde simpatizantes a la misma velocidad que los gana Palestina.

Por culpa de un grupo terrorista el pueblo palestino paga las durísimas represalias de las fuerzas armadas de Israel. Pese al derecho a la legítima defensa de Israel frente al terrorismo, las izquierdas del mundo y en particular las de EU hacen ver al gobierno de Netanyahu como un agresor enemigo del derecho internacional. La idea es lograr que la opinión pública estadunidense presione al presidente Joe Biden para que disminuya su respaldo a Israel.

Intereses

Entre los jóvenes propensos al radicalismo funciona bien la idea de reclamarle a EU un supuesto “imperialismo” y trabajar en favor de la causa de un pueblo “oprimido” como el palestino. Una figura como Alexandria Ocasio-Cortez, ídolo de la juventud revolucionaria, agita la bandera palestina exigiéndole a Biden y al Partido Demócrata que se posicionen con mayor dureza contra el gobierno de Israel.

Si en el caso de la guerra de Ucrania son enemigos externos quienes debilitan la campaña del presidente estadunidense, en el caso de la crisis en Gaza son miembros de su propio partido quienes sabotean su esfuerzo de reelección. El sector así llamado “progresista” del Partido Demócrata está cada vez más insatisfecho con la política exterior de Biden; y si bien nunca llamarían a votar por Donald Trump, es posible que saboteen la campaña del actual mandatario limitando su apoyo o incluso absteniéndose de votar. Sobre todo, estimularían voluntaria o involuntariamente el abstencionismo juvenil.

Y es que los jóvenes y los revolucionarios se dan el lujo de solamente pensar en su propia causa por encima de todo, sin considerar cuestiones estructurales o el largo plazo.

En caso de que la elección presidencial de este año la ganase Trump no solo endurecería el apoyo a Netanyahu, con quien simpatiza, sino que cancelaría toda posibilidad de mediación y diálogo estadunidense con la causa palestina. Baste recordar que Trump cambió la embajada de EU en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, con todas las implicaciones simbólicas y concretas que ello supone.

No está claro entonces si la izquierda estadunidense es políticamente inepta o en realidad trabaja para otros intereses. La reelección de Biden es la única posibilidad de mantener con cierta viabilidad el diálogo para la solución de los dos Estados en Oriente Medio. La victoria de Trump garantizaría la cancelación de todos los sueños de la “izquierda progresista” en Oriente Medio; y sin embargo esta parece trabajar obcecadamente a favor de su propio verdugo. Cosas veredes.