Fue una autoridad moral a la que recurrieron presidentes, dignatarios, reyes y autoridades para mediar en la búsqueda de la paz o tratar de solucionar conflictos locales.
El legado del Papa Francisco durante sus poco más de doce años de pontificado fue haber ejercido su misión pastoral con una indeclinable defensa de los más pobres, a quienes dirigió mensajes de alegría y esperanza.
Francisco abrió las puertas de la Iglesia a los más desprotegidos: migrantes, marginados o desplazados por los fenómenos climáticos, debido a su convicción de que debería ser un refugio, un espacio para brindar apoyo sin excluir a nadie.
Como parte de su apostolado tuvo un acercamiento con los pobres para consolar con misericordia a los enfermos, a las víctimas de la violencia o la guerra, y en general a quienes se acercaban a él para recibir ayuda para sus males y sufrimientos.
Visión progresista
La figura del Papa Francisco como líder mundial se caracterizó por su visión progresista para establecer dentro de la Iglesia católica un mayor acercamiento con los oprimidos. Antepuso la humildad, el diálogo y el humanismo como caminos para entender el dolor de millones de personas que sufrían por hambre, guerras, desplazamientos, enfermedades o sequías.
Volvió a poner en la palestra los grandes problemas de la humanidad, los desafíos del progreso y los riesgos de un mundo frágil, como lo demostró la pandemia de Covid-19, por lo que se manifestó por replantear la convivencia social, política, económica, cultural y ecológica, para lo cual destacó la importancia de la solidaridad, la justicia y la esperanza.
Entre los retos que enfrentó Francisco al asumir su apostolado destacan la reconstrucción de una Iglesia católica afectada por las fuertes disputas entre los sectores conservadores y liberales del clero católico; una pesada burocracia del Vaticano; desorden financiero; un grave problema de vocación sacerdotal entre los jóvenes a nivel mundial; y el crecimiento del protestantismo evangélico.
Apertura
El Pontífice de origen sudamericano inició una profunda renovación en aspectos fundamentales del catolicismo al concretar una mayor participación de la mujer en la administración y la liturgia de la Iglesia, al permitirle fungir como lectora y acólita en las parroquias y que votara junto a los obispos en reuniones periódicas del Vaticano.
Nombró a la hermana Nathalie Becquart como subsecretaria del Sínodo de Obispos con derecho a voto, con lo que se convirtió en la primera mujer en la historia de la Iglesia católica en ocupar uno de los puestos más altos de la Santa Sede.
Con esa medida atendió una vieja exigencia, pues no obstante que las mujeres realizaban gran parte del trabajo de la Iglesia, estaban excluidas de la toma de decisiones.
Misionero de la paz
El Papa Francisco fue una autoridad moral a la que recurrieron presidentes, dignatarios, reyes y autoridades de las diferentes instancias internacionales para mediar en temas fundamentales para la paz en diversas regiones del planeta o tratar de encontrar una solución a conflictos locales.
Se opuso a la pena de muerte por considerarla inadmisible en todas sus formas; defendió las acciones contra el cambio climático, además de considerar “inmoral” el posible uso y posesión de armas nucleares.
En el ámbito internacional estableció nuevas relaciones con el mundo musulmán al realizar visitas a la Península Arábiga e Irak, reunirse con el patriarca ruso Cirilo y fomentar acercamientos con China.
Su pontificado se caracterizó por acciones fuertes y simbólicas, como su participación en la inauguración del año jubilar de la misericordia en 2016 en la catedral de Bangui en plena guerra civil; o durante su viaje a Irak como peregrino de la paz a la llanura de Nínive.
Francisco priorizó diversas causas, entre las que destacan la migración, pues él era hijo de inmigrantes italianos llegados a Argentina.
En sus mensajes no dejó de denunciar lo que llamó “la globalización de la indiferencia” ni de reiterar el derecho de los migrantes a salvarse y salvar a sus familias de las guerras, los desastres naturales y la miseria.
Afirmó que los migrantes tienen derechos y deberes y se manifestó contra el tráfico de seres humanos convertidos en “mercancías”.
Pontificado social
En su encíclica Fratelli tutti el Papa Francisco dejó en claro que la fraternidad universal y la amistad social deben ser practicadas juntas. Destacó que la globalización proclama valores universales, pero no practica el encuentro y la atención, sobre todo entre los diferentes y los más vulnerables.
Refirió que las guerras, atentados y persecuciones por motivos raciales o religiosos, así como otras afrentas contra la dignidad humana, se juzgan de maneras diversas según convengan o no a determinados intereses, fundamentalmente económicos.
Su postura indeclinable en favor de la paz llevó a Francisco a buscar que en los conflictos bélicos se evitaran las víctimas civiles, escuchar los puntos de vista de las partes en pugna y mantener el diálogo permanente, pues en su opinión “toda guerra es una derrota” y “no hay una guerra justa”.
Criticó la fabricación y comercio de armas y consideró que estas industrias son en gran medida responsables de la multiplicación de las guerras. “Debemos desarmar las palabras, para desarmar las mentes y desarmar la tierra”, manifestó en el documento.
El diálogo interreligioso también fue un pilar fundamental de su apostolado, pues fue consciente de los conflictos y de los odios seculares que separaban a las religiones, por lo que tuvo cuidado de no provocar con sus palabras, como le ocurrió a Benedicto XVI con el Islam.
Para Francisco, Dios no puede alentar la guerra en su nombre, pero reconocía que muchas guerras se libran en nombre de valores religiosos; de ahí que mantuviera el diálogo interreligioso con el judaísmo, con el Islam y el budismo.
Los expertos destacan que Francisco ejerció un pontificado social con base en una “teología del pueblo” en la que llamaba a los pobres a organizarse para defender sus derechos, pero de forma pacífica.
Ante los cambios que experimentaba el mundo, manifestó la necesidad de que los sacerdotes, obispos y él mismo salieran de las iglesias para encontrarse con los feligreses y con ello dar un nuevo significado a su labor pastoral.
Son solo algunos ejemplos de vida que dejó como legado a su sucesor en el liderazgo de la Iglesia católica, León XIV.
Cercano y afable
Carismático y con sonrisa afable, el Papa Francisco saludaba a la multitud congregada en la Plaza de San Pedro con un ¡Buonasera! (“¡Buenas tardes!”). Ejercía su ministerio con una sotana blanca, sin ningún ornamento papal, acompañado de su cruz episcopal plateada en lugar de la dorada que tenía asignada como líder de la Iglesia católica. Se presentaba como “Obispo de Roma” y no como jefe de la Iglesia universal. Como Sumo Pontífice asumió una actitud de humildad y rechazaba los honores eclesiásticos que correspondían a su investidura. Desde el inicio de su pontificado dio muestras de gran sencillez, como negarse a tomar vacaciones en el palacio pontificio de Castel Gandolfo, el sitio tradicional de descanso de los Papas. En la práctica litúrgica Francisco también tuvo un estilo sobrio y austero al realizarlas con simplicidad y priorizar el contacto personal con aquellos a quienes se acercaba de manera espontánea.