ENERGÍA NUCLEAR: OPCIÓN ANTE EL CAMBIO CLIMÁTICO

“Se busca diseñar estrategias para atraer más inversiones”.

Claudia Luna Palencia
Internacional
ENERGÍA NUCLEAR

De acuerdo con la OIEA se trata de una energía limpia, fiable, asequible y barata que no depende de la fluctuación de los mercados internacionales ni de la geopolítica o del rumbo de la geoeconomía.

Poco se habla de los riesgos mientras se ensalzan sus cualidades: la energía nuclear está a punto de vivir un boom provocado por el cambio climático y las prioridades de las políticas verdes de fomentar energías renovables, limpias y eficientes.

China construye nuevas plantas nucleares que deberán estar listas antes de 2035 y Estados Unidos tiene como meta añadir 300 reactores a su capacidad actual antes de 2050.

Ambos quieren garantizar su independencia energética en un mundo más inestable y con una política internacional incierta.

Hace unos días (21 y 22 de marzo) se llevó a cabo en Bruselas la I Cumbre de Energía Nuclear, a la que asistieron representantes de 40 países y tras un intenso debate una mayoría acordó firmar un compromiso para apoyar la energía nuclear como alternativa “real” ante los combustibles fósiles.

En el lugar de convenciones, conocido como Expo de Bruselas, se dejaron ver primeros ministros; asesores relacionados con la instrumentación de las llamadas políticas verdes; directores de empresas y de organismos internacionales.

Alexander De Croo, primer ministro belga, puso el acento en la grave dependencia energética que padecen los europeos, incapaces de cortar su subordinación respecto de Rusia porque necesitan de su gas y su petróleo.

“El panorama energético europeo ha cambiado profundamente. Necesitamos disminuir rápidamente nuestro uso de combustibles fósiles. Esto va de la mano con la lucha contra el calentamiento global, cuyas consecuencias nunca han sido tan visibles”, remarcó De Croo.

Reafirmó el gobernante belga que su país está dispuesto a invertir en más energías renovables, así como en la producción de hidrógeno y en la tecnología nuclear.

“En Bélgica aspiramos a cuadruplicar nuestra producción de energía eólica marina en el Mar del Norte hasta alcanzar los ocho gigavatios para 2040; y a conectar nuestra infraestructura marina con otros países del área mediante la construcción de la primera isla energética del mundo, que para 2040 cubrirá el consumo de 50% de los hogares belgas; y la energía nuclear también será fundamental para nuestros propósitos de energías bajas en carbono”, reiteró.

Desde la invasión rusa a Ucrania (el 24 de febrero de 2022), tras las sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados europeos, la Unión Europea (UE) ha incrementado en 60% sus importaciones de gas y de petróleo estadunidense y apuesta más que nunca por las energías renovables, a tal punto, que estas ya aportan más de 30% de la producción energética de varios países, como España.

Sin embargo, no es suficiente. Y la retórica de los países más industrializados ya no pasa únicamente por tener socios fiables en el terreno energético (no quieren proveedores que los chantajeen por razones geopolíticas o geoeconómicas), sino también por lograr su autosuficiencia energética como estrategia de seguridad económica nacional.

A dicho cónclave asistió otro de los convocantes: Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), quien no perdió la oportunidad para reiterar que la energía nuclear no genera tan altas emisiones de carbono como acontece con el petróleo y sus derivados.

“Cada vez son más los países que planean introducir la energía nuclear en su combinación energética o ampliar los programas de energía nuclear ya existentes. Hemos visto un claro cambio positivo en los últimos años, con una creciente conciencia de que la energía nuclear es una parte indispensable de la solución a algunos de los desafíos mundiales más acuciantes de nuestro tiempo”, afirmó Grossi.

Precisamente, John Podesta, asesor principal del presidente Joe Biden en asuntos relacionados con la innovación e implementación de energía limpia, ha sido uno de los impulsores del reactor de la Unidad 3 de Vogtle, Georgia, y es un firme impulsor de la energía nuclear.

De hecho, al término de dicha cumbre firmaron un convenio 34 países (entre los que figuran China, Japón, EU, Arabia Saudita, Reino Unido y Francia) en aras de detonar el potencial de la energía nuclear mediante la adopción de medidas como la creación de condiciones favorables para apoyar y financiar de forma competitiva la prolongación de la vida útil de los reactores nucleares existentes; la construcción de nuevas centrales nucleares y el despliegue temprano de reactores avanzados.

Grossi habló una y otra vez de las cualidades de la energía nuclear, pero muy poco de sus riesgos. ¿Qué ventajas tiene? De acuerdo con la OIEA se trata de una energía limpia, fiable, asequible y barata que no depende de la fluctuación de los mercados internacionales, ni de la geopolítica o del rumbo de la geoeconomía.

Fukushima

Si bien la energía nuclear no genera las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que calientan el planeta, sí deja una huella digital en su cadena de suministro y genera residuos: “Los residuos radiactivos se definen como cualquier material derivado del uso pacífico de la energía nuclear que contiene isótopos radiactivos para los cuales no se prevé la reutilización; la mayor parte de los residuos nucleares generados proviene del combustible nuclear gastado en las centrales nucleares”.

En la reunión de Bruselas participó Komura Masahiro, viceministro parlamentario de Asuntos Exteriores de Japón, otro de los impulsores de la energía nuclear a pesar del enorme problema que arrastra su país tras el desastre de la central nuclear de Fukushima.

“En Japón creemos que la energía nuclear es indispensable junto con las energías renovables; y estamos convencidos de que debemos diseñar una estrategia para atraer más inversiones en dicho campo”, puntualizó.

Japón formó el año pasado parte de un total de 20 países que acordaron triplicar la capacidad de energía renovable a nivel mundial para 2050 y ya han pasado 13 años del accidente en la central nuclear de Fukushima, donde el 11 de marzo de 2011 un terremoto de magnitud 9, que duró seis minutos, provocó un tsunami con olas de 40 metros.

Entonces once reactores nucleares de cuatro centrales eléctricas se apagaron automáticamente cuando detectaron las vibraciones del terremoto. Las barras de control cayeron en los núcleos, deteniendo la fisión nuclear del uranio.

La planta de Fukushima Daiichi, administrada por la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (TEPCO), había planeado usar generadores diésel de emergencia para bombear continuamente agua de enfriamiento a estos reactores. Pero en una hora los generadores inundados fallaron.

Cuando las bombas se detuvieron el agua en los núcleos comenzó a bajar y los reactores empezaron a hervir; el vapor acumuló una enorme presión generando gas hidrógeno. TEPCO declaró una emergencia y temiendo lo que se avecinaba el gobierno evacuó a miles de personas en un radio cada vez más amplio alrededor de la planta de energía.

Una explosión de hidrógeno destrozó uno de los reactores y el almacenamiento de combustible gastado se quemó, liberando más radiación. Finalmente, tres reactores resultaron gravemente dañados.

El gobierno nipón solo reconoce una muerte certificada por radiación; pero más de 164 mil personas fueron evacuadas y forzadas a dejar sus casas, sus tierras y todas sus posesiones. Hasta la fecha 43 mil personas siguen refugiadas.

Después de este desastre dejó de hablarse de la energía nuclear, hasta que la invasión de las tropas rusas a Ucrania volvió a ponerla en el centro del debate. Todavía hay escepticismo sobre si un renacimiento nuclear es una buena idea.

Los beneficios se destacan por encima de los riesgos y los perjuicios. Como resultado del accidente sucedió una lluvia radiactiva que incluyó muchos radioisótopos volátiles, como yodo-131, cesio-134, cesio-137 y xenón-133. De estos, el cesio-137 comprende la mayor parte de la contaminación a largo plazo, que permanece en el medio ambiente durante décadas.

Los científicos nipones intentan discernir cuánto tiempo durará el daño en el medio ambiente; y junto con TEPCO llevan a cabo una estrategia para desmantelar Fukushima. Pero primero deben determinar el grado de contaminación nuclear en la zona: en el aire, en la tierra y en el mar.

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Una investigación del Instituto Oceanográfico Woods Hole registró niveles de radiación en el océano Pacífico cerca de los reactores de Fukushima, que son 50 millones de veces más altos que antes del accidente, lo que llamaron una amenaza para la vida marina. Un estudio realizado en 2019 descubrió que los niveles de radionúclidos en los peces de la costa de Fukushima son variables, pero siguen siendo elevados.

En 2020 el gobierno japonés levantó las prohibiciones sobre los mariscos de Fukushima diciendo que cumplían con los estándares de seguridad que son más estrictos que las pautas estadunidenses.

Japón ha propuesto en sendas ocasiones liberar el agua con la que han conseguido enfriar los núcleos hacia el Océano Pacífico, pero las denuncias de pescadores y grupos ecologistas lo han impedido hasta ahora.

Es decir, las soluciones para un accidente en una central nuclear no son a corto plazo, van dándose conforme a la experiencia empírica; y los daños son severos para el medio ambiente y para la población. Más el costo y el alto impacto en la salud.

Recientemente TEPCO logró filtrar una serie de minidrones al interior de Fukushima para tener una vista hacia el interior de los reactores con la finalidad de tomar las próximas decisiones; los expertos han pasado los últimos diez años tratando de identificar qué partículas se han liberado y en qué cantidades.

Guerra, otra amenaza

Antes de la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, Ucrania tenía la tercera generación eléctrica más potente derivada de las centrales nucleares; su capacidad iba por detrás de Francia y Eslovaquia.

Ucrania tiene cuatro plantas de energía nuclear con 15 reactores nucleares. Desde hace un año el ejército ruso se hizo con el control de la planta nuclear de Zaporiyia, que es la más grande de toda Europa.

Está ubicada al sur de Ucrania, en la orilla sur del embalse de Kajovka en el río Dniéper y tiene seis reactores de agua presurizada, cada uno con un rango de potencia de 950 Megavatios y una salida de energía total de cinco mil 700 Megavatios y llegaba a suministrar 20% del total de la energía de Ucrania.

Con la captura de la central en más de una ocasión se ha puesto en riesgo su viabilidad y el enfriamiento de los reactores. El propio Grossi ha estado in situ en la planta y ha confirmado sus peores temores sobre una explosión.

Precisamente ha pasado ya en territorio ucranio un desastre nuclear: en Chernóbil en 1986 en la parte norte, cuando era territorio soviético. Se convirtió en el accidente nuclear más grave y lo sigue siendo a pesar de lo sucedido en Fukushima. Nunca se han sabido las razones de su explosión y posterior incendio, que dejaron millones de partículas radiactivas en la atmósfera. Hubo contaminación en el oeste de la entonces URSS y en Europa.

Hay temores de que Zaporiyia pueda tener el mismo destino; no está operando a su capacidad pues un reactor está cerrado. Grossi ha tratado de negociar acuerdos entre Rusia y Ucrania para que la central nuclear sea un espacio seguro, pero no lo ha logrado.

Así, las centrales nucleares se erigen en la actualidad como soluciones ante los desafíos del cambio climático y la inestabilidad de los petroprecios; sin embargo, en contraste, tienen un riesgo elevado en un mundo con el terrorismo campando a sus anchas y la guerra como sombra.

Chernóbil

Es el mayor ejemplo latente de desastres en centrales nucleares. Fue construido desde agosto de 1972 en una zona cercana a la ciudad de Prípiat, en la antigua Unión Soviética, hoy territorio de Ucrania.

La URSS se ufanaba de contar en su momento con una moderna planta nuclear para generar electricidad; es más, perfiló en Prípiat como “la ciudad del futuro” y hasta allá desplazó a muchos de sus trabajadores y familiares.

A lo largo de su funcionamiento sufrió dos incidentes: el primero el 9 de septiembre de 1982, cuando aconteció una “fusión parcial de la base del reactor número uno de la planta”, un hecho que se hizo público hasta 1985.

Y el segundo, el 26 de abril de 1986, cuando falló una prueba de simulación de un corte de suministro eléctrico; una inestabilidad entre el frío y el calor del reactor, aunada con un incremento de la potencia en el reactor número cuatro, derivaron en el sobrecalentamiento del núcleo y se provocó una explosión de hidrógeno acumulado en su interior.

No hay un veredicto exacto de su dimensión; circulan diversas versiones acerca de su impacto; unas destacando que dicho reactor tenía 180 toneladas de combustible nuclear, que 9.2% era uranio puro y que tras explotar liberó siete toneladas de materia nuclear; se calculó hasta en 100 veces más la emisión de radiación que las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

Además, quedó evidenciado todo el daño provocado no solo en vidas humanas en el momento del accidente: también las 600 mil personas expuestas a diversos impactos de radiación; más de 335 mil personas evacuadas de las zonas aledañas; y los varios ecosistemas devastados y un reguero de cáncer: el Comité Científico de la Organización de las Naciones Unidas para el estudio de los efectos de las radiaciones atómicas ha reportado que más de “seis mil niños y adolescentes desarrollaron cáncer de tiroides”.

Hoy en día Chernóbil es un gran cementerio. Ha sido necesario rodear a la planta nuclear con una enorme estructura con la finalidad de aislar al reactor y evitar más fugas de radiación. Ese sarcófago está siendo rodeado por otra mole de hormigón de 110 metros de alto, 150 de ancho y 256 de largo, dado que el paso del tiempo lo ha desgastado, así como la oxidación sufrida por las emisiones tóxicas.