Francia cuestiona el modelo fast fashion de Shein

La industria textil es responsable de casi 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y del uso intensivo de agua

FRANCIA-SHEIN
Foto: AP
Internacional
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París, Francia, 5 de noviembre de 2025. – La polémica vuelve a golpear a Shein, el gigante chino de la moda rápida, tras la decisión del gobierno francés de suspender temporalmente su acceso en línea hasta que la empresa demuestre cumplir con la legislación nacional.
El anuncio del Ministerio de Finanzas se produce en medio de una tormenta mediática por la venta de muñecas sexuales con rasgos infantiles en su sitio web, un hecho que derivó en una investigación judicial y en un nuevo cuestionamiento sobre los límites del modelo de consumo que representa la marca.

El incidente coincide con la apertura de la primera tienda física permanente de Shein en el mundo, ubicada en los grandes almacenes BHV Marais, en pleno corazón de París. Lejos de ser un evento celebrado, la inauguración desató una ola de protestas encabezadas por grupos ambientalistas, defensores de los derechos laborales y del consumidor, quienes denuncian que la llegada del gigante asiático “normaliza” los excesos del fast fashion.

A pesar de las críticas, las filas de curiosos y compradores se extendieron por varias calles. “Podemos ver lo que pedimos, tocar los artículos… y los precios son irresistibles”, comentó una clienta parisina, reflejando la contradicción central del fenómeno Shein: una demanda imparable impulsada por precios bajos, pero a un alto costo ambiental y ético.

El modelo de la moda rápida —caracterizado por una producción masiva, colecciones efímeras y precios de ganga— es objeto de creciente escrutinio en Europa. Según la ONU, la industria textil es responsable de casi 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y del uso intensivo de agua. En respuesta, Francia prepara una legislación pionera que busca frenar el impacto del sector: campañas de concienciación, restricciones publicitarias, impuestos a los envíos ultrabaratos y normas más estrictas sobre residuos textiles.

El caso Shein se ha convertido en el símbolo de esa batalla. Fundada en 2012, la empresa ha construido su imperio sobre una cadena de suministro basada en producción intensiva y bajos costos laborales, especialmente en fábricas chinas. Organizaciones de derechos humanos han denunciado presuntos vínculos con trabajo forzado en Xinjiang, acusaciones que la compañía niega.

Mientras tanto, el debate se intensifica: ¿puede la moda rápida reinventarse bajo parámetros sostenibles, o su modelo está condenado a desaparecer frente a las nuevas regulaciones europeas? Para muchos en la industria francesa, la respuesta es clara. “Shein representa todo lo que la moda no debería ser”, dijo Thibaut Ledunois, de la Federación Francesa de Prêt-à-Porter.

La apertura de la tienda parisina, lejos de marcar un hito comercial, se ha convertido en un espejo del dilema global entre consumo, ética y sostenibilidad. Francia ha dado el primer paso para trazar una línea roja. El resto del mundo, ahora, observa.

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