HONDURAS DEFIENDE LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA

“Una solicitud colectiva de renovación, eficiencia y transparencia”.

Honduras
Internacional
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Una votación abrumadora pone fin en las urnas a un gobierno de izquierda que no da resultados.

Las elecciones generales del 30 de noviembre pasado en Honduras culminaron esta semana en un giro abrupto: luego de un conteo cerrado y plagado de suspenso, una alianza de fuerzas liberales logró arrebatar el poder al oficialismo de izquierda.

Con una diferencia mínima de votos y luego de alternar en el liderazgo del conteo en diversas ocasiones durante los cómputos, el candidato del Partido Nacional, Nasry Asfura, se perfila como ganador frente al candidato del Partido Liberal de Honduras (PLH), Salvador Nasralla.

Muy lejos, en tercer lugar, quedó fuera la aspirante de la coalición oficialista de izquierda Libertad y Refundación (LIBRE), Rixi Moncada. El resultado expresa una derrota clara del modelo de gobierno previo y un rotundo llamado de la ciudadanía al cambio hacia una libertad democrática plena.

Reajuste político

El conteo oficial del Consejo Nacional Electoral (CNE), con aproximadamente 84.4% de las actas contabilizadas, otorgaba al cierre de esta edición 40.05% de los votos para Asfura y 39.75% a Nasralla, lo que representa una ventaja de apenas unos ocho mil sufragios a favor del primero.

Mientras tanto, la candidata de LIBRE y su partido quedaron relegados con apenas 19% de los sufragios, reflejando el rechazo de muchos electores al gobierno saliente.

El clima tras la votación fue de tensión y expectativa: el CNE suspendió la transmisión pública de datos en varias ocasiones, lo que generó cuestionamientos por parte de observadores nacionales e internacionales y desconfianza entre sectores de la población.

Ambos candidatos principales han evitado autoproclamarse vencedores mientras el escrutinio sigue; Nasralla denunció posibles irregularidades, mientras Asfura llamó a respetar el proceso e instó a un anuncio oficial.

Rechazo a la izquierda

La derrota del oficialismo de izquierda no fue casual. Muchos votantes sienten que las promesas quedaron en palabras. Salud, transparencia, lucha contra la corrupción y programas sociales — áreas clave para mejorar el bienestar — se percibieron como incumplidas, minando la confianza. Al mismo tiempo, la ola creciente de inflación, inseguridad, migración y estrechez económica agravó el descontento general, empujando a ciudadanos que esperaban un cambio real.

A esto se sumó un desgaste ideológico: luego de años de discurso progresista, una parte de la población buscaba algo distinto, un giro hacia el liberalismo o al menos una alternativa diferente. Y para muchos ese cambio finalmente se cristalizó en la opción de un candidato capaz de inclinar la balanza.

En conjunto, estas causas —incumplimiento, crisis estructural, agotamiento ideológico y presión externa— confluyeron para cerrar el ciclo del gobierno saliente e impulsar el triunfo de Asfura.

Impactos

Este cambio no solo marca una alternancia de poder en Honduras, sino que forma parte de una tendencia regional donde gobiernos de izquierda han enfrentado retrocesos electorales.

Para Honduras, el nuevo gobierno llega con promesas de “libertad, orden y eficiencia”, junto con una presión alta para demostrar resultados: de lo contrario, el desencanto podría repetirse.

Para América Latina significa una reafirmación de modelos más conservadores, con posibles reconfiguraciones en comercio, migración y política exterior, especialmente en contextos donde la inestabilidad económica y social domina.

Lo que viene para Honduras es un capítulo que aún se está escribiendo. Aunque Asfura asuma el liderazgo, no lo hace con una mayoría contundente, lo que perfila un gobierno que dependerá de pactos y negociaciones constantes. La construcción de una coalición conservadora parece inevitable, y ese equilibrio interno marcará el tono de los primeros meses.

En paralelo, el nuevo gobierno tendrá que demostrar rapidez y claridad: seguridad, economía, atracción de inversión y políticas migratorias fueron los ejes de campaña, y ahora se vuelven pruebas inmediatas de credibilidad. Los socios internacionales —desde observadores electorales hasta organismos regionales— seguirán el proceso con lupa, sobre todo tras las denuncias de irregularidades que han acompañado la jornada.

La sociedad, sin embargo, no llega unida. Sectores de izquierda ya muestran signos de movilización y demandan garantías democráticas. La posibilidad de reconciliación dependerá menos de discursos y más de resultados concretos que logren bajar tensiones.

Honduras entra así en un periodo incierto, pero también cargado de expectativas luego de derrotar a un gobierno de izquierda lleno de errores, como ha ocurrido en la mayoría de Latinoamérica. Ese país se mueve entre el deseo de estabilidad y el temor a nuevas fracturas, mientras la región observa cómo se redefine su rumbo político.

Este resultado electoral representa mucho más que un cambio de nombre en la presidencia de Honduras. Es un mandato ciudadano de insatisfacción, una solicitud colectiva de renovación, eficiencia y transparencia. Pero también es una oportunidad histórica para redefinir el rumbo de ese país: si el nuevo gobierno cumple, podrá consolidar una era de estabilidad; si falla, la polarización y el desencanto podrían profundizarse.

El escenario ha cambiado. La democracia hondureña —frágil como pocas en la región— fue defendida en las urnas. Ahora queda ver si quienes ganan saben interpretar ese mensaje y traducirlo en políticas concretas.

Numeralia hondureña

Población total en 2025: once millones de habitantes.

Densidad demográfica: 98 habitantes por km².

Porcentaje de población urbana: 58.3 por ciento.

Edad promedio: 24.2 años.

Salario mínimo: 500 a 560 mensuales.

PIB per cápita anual (2024): tres mil 344 dólares.

Principales exportaciones: café, plátano, productos agrícolas, madera, camarón, manufacturas de madera, textiles, etcétera.

Dependencia de remesas y migración: aunque no hay un dato exacto reciente, las remesas históricamente han representado una proporción significativa del ingreso externo de Honduras, alrededor del 25% del PIB.

Pobreza: 50–55 por ciento.

Pobreza extrema: 25 por ciento.

Esperanza de vida: 75 años.

Alfabetización: 89 por ciento.

Escolaridad promedio: siete años.

Acceso a internet: 60 por ciento.

Homicidios: 35 por cada 100 mil habitantes.

Informalidad laboral: 70 por ciento.

Fuente: Worldometer

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