A la histórica cita en la base militar Elmendorf-Richardson de la ciudad de Anchorage arribó el líder ruso con la misma agenda geoestratégica que lo llevó a invadir a Ucrania el 24 de febrero de 2022: su retórica no ha cambiado un ápice.
“Persiguiendo la paz”, el lema de la cumbre en Alaska entre el presidente norteamericano, Donald Trump y el mandatario ruso, Vladimir Putin, evoca la promesa de campaña que el político republicano reiteró de manera insistente señalando que en 24 horas terminaría con la guerra en Ucrania: ha tardado siete meses en convencer a Putin de tener un cara a cara en busca de ese camino, primero de un alto el fuego y después de un acuerdo de paz. Por los infructuosos resultados en Alaska, los mismos objetivos y promesas siguen pendientes.
La última vez que Putin estuvo en Estados Unidos fue el 28 de septiembre de 2015. En aquella ocasión asistió a la 70 asamblea de la ONU en Nueva York y al día siguiente mantuvo una breve reunión bilateral con el entonces presidente norteamericano Barack Obama. Para entonces Rusia ya había invadido Crimea desde marzo de 2014 y, en consecuencia, había sido expulsada de las reuniones del (Grupo de los Siete (G7).
A la histórica cita en la base militar Elmendorf-Richardson de la ciudad de Anchorage arribó Putin con la misma agenda geoestratégica que lo llevó a invadir a Ucrania el 24 de febrero de 2022. Su retórica no ha cambiado un ápice frente a un Trump que pretende desde hace mucho tiempo llevarse lo mejor posible con el mandatario ruso.
Sobre el encuentro que ambos sostuvieron el 16 de julio de 2018 en Helsinki —al que Vértigo asistió—, durante el primer mandato de Trump como presidente, planeaba la sombra de la sospecha de la injerencia rusa en las elecciones para maniobrar a favor del magnate republicano. De ello hablaron, pero también de la necesidad de llevarse bien entre las dos potencias. De hecho, Trump insistió en varias ocasiones en invitar a Putin a una visita oficial a la Casa Blanca, pero las condiciones propicias no se dieron.
Siete años después el reencuentro bilateral aconteció en medio de un puzle geopolítico descompuesto, con las tropas rusas intensificando sus bombardeos en diversas regiones del este de Ucrania y una invasión que va camino de los cuatro años y que, según el diario The Wall Street Journal, ya deja en cifras estimadas 80 mil muertos y 400 mil heridos en Ucrania. Y en el bando ruso las estimaciones rondan los 800 mil —la mayoría soldados—, entre muertos y heridos.
Nunca un escenario había sido tan elocuente para reflejar la gélida temperatura en las relaciones entre EU y Rusia como la estepa nevada de Alaska: un territorio que alguna vez perteneció al imperio ruso, que los vendió a Estados Unidos en 1867 por 7.2 millones de dólares.
Sin detalles
En conferencia de prensa posterior a la cumbre tocó el primer turno a Putin, quien señaló que llegó a un acuerdo con Trump y espera que en Kiev “no pongan trabas” al proceso para poner fin a la guerra.
Después de tres horas de reunión, el dignatario ruso no quiso explicar ante la prensa en qué consistía el acuerdo que Trump debía trasladar a Zelenski lo más pronto posible.
También reiteró su frecuente demanda de que se aborden las causas profundas del conflicto y estuvo de acuerdo en que si Trump hubiera sido presidente en 2022 no habría ocurrido la guerra. De hecho, propuso una nueva reunión en Moscú.
“Para que el acuerdo sea duradero debemos eliminar todas las causas iniciales del conflicto. Se deben considerar todas las preocupaciones rusas, un justo balance de seguridad, en Europa y en el mundo entero… Naturalmente, la seguridad de Ucrania también se debe asegurar y estamos preparados para trabajar en ello”, dijo Putin. Agregó: “Espero que el acuerdo al que hemos llegado juntos hoy nos ayude a acercarnos a ese objetivo y siente las bases de una paz en Ucrania”.
Por su lado, Trump agradeció a Putin su buena disposición y dijo que llamará a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a Zelenski para trasladarles las propuestas en las que se avanzó en Anchorage.
“El presidente Putin y yo siempre hemos tenido una gran relación y hemos tenido que lidiar con muchas cosas”, aseveró Trump en la rueda de prensa.
“Quedan varios puntos pendientes… No hemos podido llegar ahí, pero hemos tenido una reunión muy productiva. Gracias, Vladimir”, remarcó el mandatario estadunidense.
Exigencias
Rusia quiere el levantamiento de las sanciones económicas, financieras, comerciales y diplomáticas; y que se descongelen los activos rusos en Europa, donde hay 260 mil millones de euros en fondos rusos congelados. Estos activos, incluido el efectivo, las acciones y los bonos soberanos propiedad del Banco Central de Rusia, permanecen atrapados en sus cuentas debido a las sanciones. La legislación de la UE prohíbe su liberación y permite al Banco Central utilizar los intereses que devenguen.
Hace unas semanas Euroclear estableció una línea de crédito dedicada a Ucrania, asignando mil 550 millones de euros en ingresos por intereses en 2024 y aproximadamente dos mil millones de euros en marzo pasado.
Putin exige que se descongelen esos activos, pero no ofrece nada a cambio en su larga lista de peticiones para un proceso que a pesar de darse un alto el fuego en el frente ucraniano no necesariamente significa la paz.
Detrás de esta consigna están los oligarcas rusos, quienes sufren la confiscación de bienes que van desde yates, pasando por propiedades de lujo y hasta viñedos dentro de Europa, como lo divulgó el periódico italiano Il Messaggero reiterando que la oligarquía rusa pidió a Putin la pronta liberación de esos activos y el fin de todas las sanciones. Así se lo expresó Putin a Trump.
De hecho, el propio Dmitri Medvédev, quien fue presidente de Rusia entre 2008 y 2012 y es ahora vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, es dueño de viñedos de Chianti.
Restablecer las relaciones
La diplomacia de Trump es equidistante a la de Putin, tanto como sus visiones: el primero cree que el problema en el traspatio europeo y para los ucranianos terminará con el alto el fuego; y el segundo lo que pretende es un nuevo orden mundial.
Además, destaca la enorme improvisación que caracteriza a la personalidad del republicano en una cumbre por demás atropellada y casi forzada por las amenazas arancelarias contra Rusia si no se sentaba a dialogar un alto el fuego.
El Kremlin llevaba semanas organizando el encuentro con Trump en Emiratos Árabes Unidos, pero fue finalmente la voluntad de la Casa Blanca la que se impuso. “Los negociadores de Washington justificaron que los médicos no aconsejaban al presidente Trump viajes demasiado largos, con mucho tiempo sentado, porque está bajo tratamiento médico por insuficiencia venosa crónica”, comenta una fuente consultada por Vértigo.
De casi 20 horas de avión desde Washington hasta Emiratos Árabes y menos de cuatro horas de vuelo para Putin viajando desde Moscú hasta Abu Dhabi, ambos líderes tuvieron casi el mismo plan de vuelo de entre ocho y nueve horas para llegar a la base militar Elmendorf-Richardson.
Habrá más reuniones
No será la última reunión: hay demasiados temas en el tintero: desde la postura de Rusia por el levantamiento de las sanciones, hasta el alto el fuego exigido por Trump.
La ausencia del mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski, ha sido muy criticada aquí en Europa porque hablar de un alto el fuego sin que esté presente el país invadido es dejar su destino en manos de terceros. Es decir, de Trump y de Putin.
En este acercamiento el mandatario norteamericano señaló a Putin el enorme potencial de las relaciones económicas y en materia de cooperación que podría darse entre EU y Rusia. Bajo la mentalidad mercantil de Trump, un alto el fuego y la posibilidad de una paz significan que multinacionales y corporativos norteamericanos estarían en Ucrania trabajando en su reconstrucción y en la explotación de sus recursos energéticos y sus tierras raras.
Un punto en el que Trump y Putin no logran ponerse de acuerdo es cómo administrar la central nuclear de Zaporiyia, que el mandatario norteamericano ha metido en la ecuación del alto el fuego. La Casa Blanca llegó a proponer que sea terreno neutral, mientras Putin quiere que Ucrania acepte que ha perdido las regiones de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón. Es decir, cerca de 20% de su territorio y buena parte de la salida de Ucrania hacia el Mar Muerto, desde donde navegan sus barcos cargados de cereales, petróleo y mercancías para exportarlos al mundo.
“Ucrania nunca aceptará perder territorio. No es una condición para el alto el fuego que nosotros cedamos nuestras tierras; en todo momento los ucranianos queremos garantías creíbles de que Rusia no volverá a invadirnos… Putin solo juega con Trump”, advirtió Zelenski en vísperas de la reunión entre ambos líderes.
Desde el alto el fuego, un acuerdo de paz, el levantamiento de las sanciones o el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre EU y Rusia, así como el tema del intercambio de territorios y la búsqueda de nuevos acuerdos para los misiles y el armamento nuclear, son muchas las aristas que abordaron Trump, Putin y sus respectivos equipos en su cita en Anchorage.
Habrá nuevas cumbres bilaterales en busca de los nuevos contrapesos entre Washington y el Kremlin. Mientras, sigue en el aire la posibilidad de una reunión en la que se incluya a Zelenski y a un grupo de líderes europeos, junto con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.
Putin ha puesto sus líneas rojas: “Primero el levantamiento de las sanciones”.
¿Un éxito?
El mandatario norteamericano salió de la reunión en Anchorage convencido de que le darán el Nobel de la Paz y Putin volvió a Rusia para afirmar que EU quiere que se lleven bien.
“Trump volvió a reiterarle a Putin que la próxima vez lo espera en la Casa Blanca y Putin le sonrió, señalando que él también será muy bien recibido en el Kremlin con todos los honores”, de acuerdo con una fuente consultada que asistió a la reunión en Alaska.
Para Putin todo es sumar a favor: el periódico Komsomolskaya Pravda destacó una imagen de Putin a pie de pista en la base militar en Anchorage, arropado por Trump, quien lo recibió gesticulando con los brazos abiertos. “Rusia no hará otra cosa más que salir victoriosa”, destacó el medio ruso.
Hasta los más mínimos detalles son para Rusia una declaración de intenciones, como el menú con pollo estilo Kiev que comieron los periodistas rusos que se trasladaron a Alaska o la sudadera blanca que lucía Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores ruso, con las siglas en negro CCCP, las iniciales de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, acaso para remarcar que Ucrania hasta antes del 24 de agosto de 1991 era territorio soviético.
Putin y su equipo en el poder nunca han escondido sus ilusiones y ambiciones por recuperar la potestad territorial soviética, que tras desmembrarse a partir de 1990 vio surgir 15 repúblicas independientes.
Vladimir Putin, afirma Javier Jiménez Olmos, miembro del Observatorio para la Paz de Zaragoza, pertenece a esa generación de rusos que sintieron una profunda decepción por perder su gran imperio soviético: “Él nunca ha negado que lo quiere recuperar”.
El mandatario ruso “siempre lo ha tenido claro: llegó a esta cumbre con su agenda perfectamente definida y no ha cambiado. Y eso Trump lo sabe porque ambos equipos llevaban semanas preparando esta reunión y las líneas rojas para Rusia no van a cambiar. Trump ha ido a buscar la foto de cara a la galería”, indica a Vértigo el experto.
Autor de diversos libros sobre geopolítica, Jiménez Olmos remarca además que un alto el fuego no es sinónimo de un acuerdo de paz y en un conflicto bélico hay que revisar hasta la última cláusula de lo que significa el cese de las hostilidades. No es tan simple como sacar las tropas del territorio invadido.
“Primero habría que revisar cuáles son las condiciones de ese alto el fuego y Ucrania, por supuesto, debe estar de acuerdo con esas condiciones. Y después hay que construir una paz duradera y creíble, porque si no será una paz negativa, el conflicto volverá a recrudecerse con el tiempo, porque Putin puede en unos años más querer todo el territorio”, puntualiza.
Como coronel retirado del Ejército del Aire, Jiménez Olmos explica la complejidad que hay cuando surge un conflicto bélico, pues no es solo restituir las relaciones entre los países: Europa deberá volver a entenderse con Rusia buscando equilibrios regionales y también habrá un golpe moral a la población que se sienta vencida. “El efecto que esto tendrá en la población ucraniana, que se sentirá derrotada y humillada, no sabemos qué puede causar y puede revolverse aún más la situación. Honestamente no creo que Putin o Trump estén capacitados para hacer un proyecto de paz”.
De esta cumbre en Alaska el asesor español destaca que ha sido una humillación más para Ucrania, pero también para Europa; e inquiere que le trae a la memoria las conferencias de la Segunda Guerra Mundial.
“Después de todas las humillaciones a las que nos ha sometido Trump, esta es una más que se suma a los aranceles. El problema es que el presidente estadunidense cree que puede confiar en Putin, quien es frío y calculador. Incluso se han intensificado los bombardeos en Ucrania”, remata.
Trump mete presión
Donald Trump quiere detener la guerra de Rusia mediante una caída en el precio del petróleo y en las ventas de este energético que utiliza el Kremlin para financiar su maquinaria belicista.
La administración norteamericana considera nuevas sanciones contra los petroleros rusos que eluden el régimen de sanciones occidentales y también se ha mostrado dispuesta a presionar a los países que compran hidrocarburos y gas rusos.
Trump, quien había amenazado con usar aranceles secundarios para castigar a los grandes compradores de petróleo ruso, especialmente India, lo hizo: impuso a India aranceles adicionales de 25% sobre sus exportaciones si continúa comprando crudo ruso, como lo ha estado haciendo.
De acuerdo con Foreing Policy, la idea de Trump detrás de los aranceles secundarios es asfixiar aún más los ingresos petroleros rusos y obligar a Putin a un alto el fuego. “Si India renuncia a comprar energía al Kremlin significaría perder más de tres mil millones de dólares mensuales”.
Tratados nucleares
Desde 2023, ya iniciadas la invasión en Ucrania y las sanciones de diversos países contra Rusia, Putin comenzó a presionar a EU rompiendo los equilibrios en los acuerdos relacionados con las armas nucleares.
En noviembre de 2023 el mandatario ruso signó una ley que retira la ratificación de Rusia del tratado global que prohíbe las pruebas de armas nucleares, un paso condenado por la organización que promueve la adhesión al histórico pacto de control de armas.
La medida dejó en evidencia el profundo enfriamiento entre EU y Rusia, cuyos lazos están en su nivel más bajo desde la crisis de los misiles cubanos de 1962.
Para meter más presión a la Casa Blanca, el pasado 5 de agosto Rusia anunció que abandonaba el Tratado Internacional para la Eliminación de Armas Nucleares de Mediano y Corto Alcance (INF), que fue firmado el 8 de diciembre de 1987 entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
El Kremlin aseveró que despegará misiles de corto y mediano alcance cuando lo considere necesario. De hecho, el medio británico The Telegraph reveló que Putin prepara pruebas de misiles nucleares para mostrar su fuerza a Occidente.