La Iglesia católica en Estados Unidos atraviesa sin duda por uno de los momentos más complejos de su historia reciente, pues aun cuando sigue siendo una institución influyente con casi 67 millones de fieles —alrededor de 20% de la población—, enfrenta desafíos tan serios como profundos: pérdida de credibilidad por los abusos sexuales del clero, disminución de vocaciones sacerdotales, tensiones internas entre obispos y una creciente desconexión con los jóvenes y sectores urbanos.
A ello se suma un escenario político y cultural altamente polarizado, en el que la Iglesia intenta mantener relevancia sin perder influencia en la toma de decisiones clave para ese país.
En este contexto, con una congregación cada vez más diversa y fragmentada, la Iglesia católica estadunidense enfrenta principalmente dos complejos desafíos: recuperar la confianza pérdida por los graves escándalos de abusos y encontrar la unidad en medio de profundas divisiones internas.
Heridas
Los escándalos por abusos sexuales siguen siendo un punto de quiebre en la Iglesia
católica norteamericana.
Investigaciones estatales —como las de Pensilvania en 2018 y la de Maryland en 2023— que documentan cientos de casos de abuso y encubrimiento durante décadas generaron en la ciudadanía demandas de justicia y transparencia.
Esta herida impactó profundamente la confianza de los fieles, provocando un éxodo silencioso de practicantes y debilitando la autoridad moral del episcopado.
A pesar de las reformas introducidas para prevenir nuevos casos y proteger a menores, muchas víctimas consideran que las medidas son insuficientes: hoy estos escándalos continúan afectando la confianza de los fieles y la imagen pública de la Iglesia católica.
A ello se suman las divisiones internas entre sectores conservadores y progresistas que se han acentuado en los últimos años. El episcopado estadunidense está marcado por un ala conservadora fuerte, crítica de algunos aspectos del pontificado de Francisco, especialmente en temas como la sinodalidad, la pastoral hacia personas LGBTQ+ o el enfoque en justicia social y migración.
Casos como el del obispo Joseph Strickland, removido en 2023 por su abierta desobediencia al Papa, evidenciaron estas tensiones.
Algunos obispos, como el cardenal Blase Cupich en Chicago o el arzobispo Wilton Gregory en Washington, intentan representar una Iglesia más abierta al diálogo con la cultura contemporánea, pero existe una fricción persistente sobre qué rumbo debe tomar la Iglesia en una sociedad secularizada.
Nuevas generaciones
La Iglesia en Estados Unidos enfrenta también un serio desafío generacional. Una encuesta del Pew Research Center realizada en 2024 indica que cada vez más jóvenes se identifican como “no afiliados” a ninguna religión. La práctica sacramental ha caído en picada: en muchas diócesis las parroquias se vacían y los seminarios están semidesiertos.
Aunque hay focos de renovación —como movimientos carismáticos, experiencias parroquiales vivas y nuevas comunidades religiosas—, el reto de evangelizar a las nuevas generaciones en un lenguaje contemporáneo sigue pendiente.
El estudio del Pew Research Center revela que por cada estadunidense que se convierte al catolicismo, otros 8.4 lo abandonan. La única razón por la que el catolicismo logra mantener una proporción relativamente estable de la población estadunidense —alrededor de 20% — se debe al alto porcentaje de inmigrantes y migrantes católicos.
Así, frente al declive general, el rostro hispano de la Iglesia en Estados Unidos es una fuente de esperanza. Se estima que cerca de 45% de los católicos menores de 30 años en ese país son latinos. Las comunidades migrantes han revitalizado muchas parroquias y traído una fe vivida con fervor. Sin embargo, persisten desafíos de integración plena: escasez de clero hispano y falta de representación en las estructuras eclesiales.
La falta de vocación sacerdotal ha obligado a varias diócesis a fusionar parroquias, cerrar templos o delegar tareas pastorales en diáconos permanentes y laicos.
En lugares como Nueva York, Filadelfia o Boston esta reestructuración se ha vuelto inevitable. El modelo clásico de parroquia territorial está en revisión y muchas diócesis experimentan con nuevas formas de misión, como comunidades digitales, proyectos sociales o formación integral para laicos.
Perspectivas
Históricamente la Iglesia ha sido una voz fuerte en el debate público, sobre todo en temas como el aborto, la libertad religiosa o la inmigración.
Sin embargo, su influencia política está hoy erosionada por la división ideológica interna. Mientras algunos sectores católicos apoyan posturas alineadas con la derecha religiosa, otros prefieren una opción más social, cercana a las causas que pregonaba el Papa Francisco.
Así, el futuro de la Iglesia en Estados Unidos dependerá de su capacidad para reconciliar fidelidad a la tradición con audacia pastoral. La sinodalidad propuesta por Francisco ofrece una oportunidad para escuchar las voces de los fieles y construir una Iglesia más corresponsable. También serán importantes el diálogo intercultural, la promoción de la justicia social y la formación de líderes pastorales que sepan moverse en un mundo digital y multicultural.
Maureen Day, investigadora de la Universidad del Sur de California en temas que incluyen la religión en la vida cívica estadunidense, el catolicismo, la familia y la ética social, indica que uno de los mayores desafíos de la Iglesia norteamericano bajo el nuevo papado será sanar las fricciones internas. Aunque existe diversidad, 20% de los católicos son de “alto compromiso”; es decir, asisten semanalmente a misa, valoran mucho la fe y son menos proclives a alinearse ciegamente con posturas políticas contrarias al magisterio.
Del Papa León XIV se espera que promueva la unidad en una Iglesia estadunidense marcada por la polarización. Deberá atender tensiones entre católicos progresistas y conservadores, fortalecer la voz moral en debates sociales y abordar temas clave como el papel de los laicos, la inmigración y la secularización.
Además, su liderazgo será crucial para restaurar la confianza tras los escándalos de abusos y revitalizar la fe entre los jóvenes.