Durante más de medio siglo sus distintos gobiernos han visto el tráfico y consumo de estupefacientes como un problema externo, sin asumir la responsabilidad de que son los estadunidenses los mayores consumidores de sustancias ilícitas en el mundo.
En la distribución y venta de drogas en Estados Unidos participan mafias locales que obtienen multimillonarias ganancias al abastecer al mercado más grande del mundo en el consumo de estupefacientes, actividad ilícita que genera más de 100 mil millones de dólares anuales de acuerdo con la Secretaría del Tesoro.
El aseguramiento de tres millones de pastillas de fentanilo en la Unión Americana a principios de mayo, considerado como el mayor decomiso de esa droga en territorio estadunidense, muestra la alta demanda de drogas que prevalece entre los consumidores, en particular el fentanilo, un opiáceo sintético que provoca la muerte de unas 100 mil personas al año en ese país, principalmente entre los jóvenes.
Pese a la evidencia de que en el tráfico de fentanilo y otras drogas como las metanfetaminas, la heroína y la cocaína hacia Estados Unidos participan también grupos criminales locales, el presidente Donald Trump ha desatado una fuerte presión contra México y Canadá para exigirles que paren el tráfico de enervantes, sin voltear a ver el grave problema de consumo entre su población y hacia las organizaciones criminales locales que lo alimentan.
Mirar hacia otro lado
A lo largo del último medio siglo el problema del tráfico de drogas ha sido visto por las diferentes administraciones demócratas y republicanas estadunidenses como un problema externo, sin asumir la responsabilidad que le corresponde a su país, como lo han manifestado expertos dentro y fuera de Estados Unidos.
La dependencia de diferentes drogas que tiene una parte importante de la población estadunidense es alta y afecta a cerca de 49 millones de habitantes, de acuerdo con el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA, por sus siglas en inglés).
Esta cifra se puede relacionar con la distribución y el control que mantienen cientos de pandillas dedicadas a la venta de drogas y que se encuentran en prácticamente todos los rincones de la Unión Americana, las cuales junto con sus socios de otros países (mexicanos y chinos, entre otros) controlan el traslado de cientos de toneladas de diferentes drogas por carreteras a través de camiones, tráileres, autos y cualquier medio de transporte, sin que sean detectadas y llegando finalmente a los centros de consumo.
En su reciente Evaluación Nacional de la Amenaza de las Drogas 2025, la DEA informa que el Cártel de Sinaloa tiene filiales dentro de ese país en Los Ángeles, Phoenix, Houston, Chicago, Atlanta y Miami.
Se trata de grupos que trafican fentanilo y otras drogas a través de las garitas en la frontera en California y Arizona.
Agrega que ese cártel mexicano entrega en las ciudades estadunidenses las drogas a “distribuidores independientes y pandillas en ese país”, quienes a su vez la distribuyen y la venden al menudeo; de esas organizaciones no da más información ni señala cuáles son sus principales líderes ni otras características de la forma en que operan.

Tráfico estadunidense
El propio exdirector de Operaciones Internacionales de la DEA, Mike Vigil, reconoció en una entrevista en febrero que la mayoría del fentanilo que entra a Estados Unidos por los cruces fronterizos oficiales es llevada por ciudadanos estadunidenses y no por migrantes, como ha insistido en afirmar la administración de Trump.
Vigil, quien tuvo la responsabilidad de operaciones de alto impacto contra el tráfico de drogas a nivel internacional, aseguró que mientras los estadunidenses mantengan la demanda de consumo de fentanilo no habrá fuerza que detenga su tráfico.
Agregó que la Comisión de Sentencias de Estados Unidos, una agencia del poder judicial que opera de manera independiente, ha informado que cerca de 90% de las detenciones por tráfico de fentanilo ocurren en las garitas y 86.4% de los procesados son estadunidenses.
De igual manera, en septiembre de 2024 el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) reconoció también que más de 90% del fentanilo interceptado se detecta en los puertos de entrada, en su mayoría transportado en vehículos conducidos por ciudadanos estadunidenses.
Vigil se pronunció por que las agencias de la Unión Americana realicen un mayor número de detenciones de distribuidores de drogas dentro de ese país, lo que hasta el momento no ha ocurrido.
Mafias poderosas
Un informe de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Trasnacional (GI-ATOC, por sus siglas en inglés), Organización No Gubernamental con sede en Ginebra, Suiza, refiere que el mercado de drogas en Estados Unidos se encuentra entre los más grandes del mundo, con un consumo masivo de marihuana, fentanilo, cocaína, heroína y otras drogas sintéticas.
Este enorme mercado de drogas, que genera unos 100 mil millones de dólares al año, es controlado en su gran mayoría por organizaciones locales del crimen organizado, como lo reconoce la propia DEA.
De hecho, es una realidad incontrovertible que en la Unión Americana hay miles de pandillas involucradas en el traslado y venta de drogas, las cuales ejercen violencia para mantener el control de ese gigantesco mercado de consumo.
Según la propia DEA, esas mafias estadunidenses dominan amplias zonas en las principales ciudades norteamericanas para su actividad ilícita, la cual extienden a todo ese país.
Esos grupos delictivos se encuentran también involucrados en el tráfico de armas y de personas, además de participar en otras actividades ilícitas, como la prostitución y el contrabando, las cuales les generan ganancias estratosféricas que les permiten a su vez alimentar el mercado más lucrativo: el tráfico de drogas, en particular los opiáceos sintéticos.
Y como afirman los expertos, si bien el crimen organizado en Estados Unidos no tiene líderes visibles, como ocurre con otros grupos delictivos de otros países, sus mafias locales son poderosas por el número de personas que las componen, el gran volumen de sus actividades y la violencia que generan para mantener su control.
Investigar el origen
Ante la aplicación de aranceles de 25% a las exportaciones de México a ese país por parte de Trump, una medida para que México detenga el tráfico de drogas, la presidenta Claudia Sheinbaum pidió que se hiciera una revisión de la cadena de distribución de fentanilo.
Expuso que un estudio realizado por el Instituto Cato reveló que estadunidenses representaron 80% de quienes cruzaron con fentanilo en los puertos de entrada de México hacia la Unión Americana de 2019 a 2024, información obtenida de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés).
El informe refiere que “muchas personas creen erróneamente que la inmigración es fundamental para el suministro ilícito de fentanilo en Estados Unidos, pero los defensores de este punto de vista han ofrecido poco más que especulaciones para probarlo”.
Pese a esta evidencia, Trump insiste en que México y Canadá no hacen lo suficiente para detener el tráfico de drogas hacia ese país.
En respuesta, la mandataria mexicana ha sido tajante al reiterar que uno de los planteamientos de su administración es que debe existir un acuerdo trilateral para que se revise por dónde entran los precursores del fentanilo a Estados Unidos y dónde se fabrican.
Puntualizó Sheinbaum que estudios realizados por la Secretaría de Marina y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) para identificar el origen y las diferentes etapas de un proceso de producción y distribución de los precursores y el fentanilo detectaron que la cadena de suministro es China y no México.
La presidenta negó que la ruta de los precursores del fentanilo solo sea la frontera con México y refrendó el compromiso del gobierno federal para combatir el tráfico de esta y otras drogas.
“Vamos a hacer lo que esté en nuestras manos. Nosotros vamos a ayudar a Estados Unidos por esta crisis humanitaria que tiene. Pero además no queremos que el fentanilo llegue a ningún lado, no queremos que las drogas lleguen a ningún lado”, indicó la titular del Poder Ejecutivo federal.
Política fracasada
La guerra contra las drogas iniciada por el presidente republicano Richard Nixon en 1971, cuando anunció que “la adicción a las drogas es el enemigo público número uno” de ese país, es evidente que ha resultado un fracaso, como lo afirman la mayoría de los expertos.
A 54 años del inicio de esa cruzada no se logró el objetivo original de ayudar al adicto para que abandonara el consumo y al final se le persiguió y encarceló.
Esta situación provocó que al paso de los años 22% de la población carcelaria en ese país se encuentre en prisión por delitos relacionados con la tenencia y el consumo de estupefacientes.
Por lo que hace a nivel internacional, tampoco se ha logrado disminuir la producción de drogas y, en cambio, esa lucha ha dejado miles de muertos por la violencia que genera en los países productores.