BELÉM, Brasil, noviembre 15.- Algunas personas vestían de negro el sábado, representando un funeral por los combustibles fósiles. Cientos llevaban camisetas rojas, que simbolizan la sangre de colegas que luchan por proteger el medio ambiente. Y otros coreaban, ondeaban enormes banderas o sostenían carteles en el que habitualmente es el mayor día de protestas en el punto medio de las conversaciones anuales sobre el clima de las Naciones Unidas.
Organizadores con potentes sistemas de sonido en camiones con plataformas elevadas animaban a los manifestantes de una amplia gama de movimientos ambientales y sociales. Marisol García, una mujer kichwa de Perú que marchaba a la cabeza de un grupo, dijo que los participantes están allí para presionar a los líderes mundiales a tomar “decisiones más humanizadas”.
Los manifestantes caminaron unos cuatro kilómetros (cerca de 2,5 millas) en una ruta que los llevó cerca de la sede principal de las conversaciones, conocidas como COP30. A principios de esta semana, interrumpieron el evento dos veces rodeando el lugar; en una de ellas, ocurrida el martes, se produjo un incidente donde dos guardias de seguridad sufrieron heridas leves.
Se planeó un día completo de sesiones, en el que habrá conversaciones sobre cómo avanzar con los 300.000 millones de dólares al año en ayuda financiera climática anual que, el año pasado, los países ricos acordaron dar a las naciones pobres para ayudarlas a dejar los combustibles fósiles, adaptarse a un mundo más cálido y desagradable y compensar los daños por fenómenos meteorológicos extremos.

