Más de un centenar de científicos esgrimen que los mares están bajo una creciente amenaza de degradación, que pondrá al borde de la muerte a los ecosistemas marinos por la pérdida de oxigenación y el aumento de la acidificación de las aguas.
Aunque Donald Trump reniegue, los investigadores reunidos en la Tercera Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre los Océanos hablan de una carrera contra el reloj para salvar a cientos de especies amenazadas bajo las circunstancias actuales.
“Si Estados Unidos se va y se retira de la financiación climática, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Entre todos debemos llegar a un acuerdo para el planeta”, esgrimió el presidente francés, Emmanuel Macron.
El mandatario galo ha servido de coanfitrión de esta cumbre celebrada en Niza del 9 al 12 de junio y cuyo protagonismo este año lo comparte con Costa Rica.
No es fácil convencer a todos los países de aportar y de cumplir con sus compromisos. La asistencia a la propia cumbre es reveladora de la capacidad de agrupamiento en torno del clima y su impacto en los seres vivos. Hay quienes todavía son escépticos o no quieren gastar en acciones concretas relacionadas con el cambio climático.
A Niza solo acudieron 66 jefes de Estado, de un total de 197 países. Para algunos se trataría de un fracaso y para otros de un éxito, depende de cómo se mire el vaso: medio lleno o medio vacío.
Para Macron es un triunfo que más países ratifiquen el Tratado de Alta Mar: durante la cumbre lo ratificaron 50 naciones, pero hace falta llegar a 60 para que entre en vigor.
Sustentabilidad
Como todo lo que implica un esfuerzo para mitigar el cambio climático y la protección de las especies, lleva un paso bastante lento a pesar de los esfuerzos de la propia ONU y además sucede en un delicado momento mundial, con Estados Unidos dando un paso atrás en la financiación de múltiples programas.
En junio de 2023 surgió el Tratado de Alta Mar con la finalidad de conservar y gestionar de forma sostenible la biodiversidad de los mares y océanos.
A través de la ONU fue signado por 116 países y debe ser ratificado por al menos 60 para su puesta en marcha.
El presidente de Francia recordó a los asistentes a la cumbre que el objetivo principal es la conservación inmediata y a largo plazo de los mares, así como lograr una explotación sostenible de la biodiversidad marina en las zonas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales. Es casi la mitad del planeta.
El texto del tratado recoge que esta normativa se aplicará sobre las aguas internacionales para proteger los fondos marinos en la parte de los océanos situada más allá de las zonas económicas exclusivas de los Estados y que se extienden como máximo a 200 millas náuticas de la costa.
Minería oceánica
Haría falta incluir un código minero, porque es una actividad en auge al interior de los océanos y que es mucho más dañina para el ecosistema marino de lo que se cree.
Al respecto, Fundación Aquae explica que la minería submarina o de aguas profundas es un proceso de recuperación de minerales que tiene lugar en el fondo del océano.
“Los sitios de minería oceánica generalmente se encuentran alrededor de grandes áreas de nódulos polimetálicos o respiraderos hidrotermales activos y extintos, muy por debajo de la superficie del océano. Los respiraderos crean depósitos globulares o masivos de sulfuros que contienen metales valiosos como plata, oro, cobre, manganeso, cobalto y zinc”, de acuerdo con dicha Fundación.
Hay organismos como Greenpeace que llevan años documentando que esta actividad debería ser regulada y protegida a nivel mundial, porque el proceso de extracción genera un impacto negativo en las zonas abisales. “No debería estar permitida en la mayoría de los océanos”.
Mientras permanece en el limbo, siguen concediéndose licencias para la minería oceánica y países como Corea del Sur, India, Francia, Alemania, Reino Unido y Rusia otorgan permisos para que se exploren y exploten franjas del fondo marino que contienen reservas mundiales de níquel, cobalto y otros minerales.
Bajo la administración Trump, Estados Unidos está acelerando la concesión de estas licencias de explotación minera submarina en aguas internacionales.
El Tratado de Alta Mar, que no ha ratificado Trump, pero que sí signó el anterior presidente, el demócrata Joe Biden, incluye en su texto un apartado que indica lo siguiente: “Antes de autorizar una actividad en aguas internacionales realizada bajo el control de un determinado país, este tendrá que estudiar sus posibles consecuencias sobre el medio marino en el caso de que el impacto previsto sea más que menor y transitorio y publicar a continuación una evaluación de impacto periódica”.
No deja de ser polémico este tratado, porque no solo excluye las prácticas de geoingeniería marina, sino también las actividades militares con los riesgos nucleares incluidos.
Ya en 2017 el mandatario norcoreano Kim Jong-un amagó con llevar a cabo un experimento en el Pacífico a través de detonar una bomba de hidrógeno, si Trump (en su primer mandato) continuaba con su política de hostigamiento.
El presidente Macron ha propuesto en varias ocasiones que los científicos proporcionen datos crecientes de cómo la radiación nuclear afecta a las aguas marítimas y las especies que las habitan.
Si hay un país que llegó a realizar sus detonaciones nucleares en el agua es Estados Unidos: lo ha hecho a partir de 1946, probando 67 bombas atómicas en el Atolón Bikini y en las Islas Marshall con una serie de detonaciones submarinas.
Ken Buesseler, del Centro de Radiactividad Marina y Ambiental en la Institución Oceanográfica Woods Hole, señala que las bombas Able y Baker, nombre clave utilizado por Estados Unidos para detonarlas en julio de 1946, mataron a casi 50 mil peces.
Pero el problema real va más allá: se trata de que las aguas no tienen un límite, avanzan y se mueven con base a las corrientes marinas e interoceánicas, lo que a juicio de Buesseler significa que cada pedazo de océano tiene algo de radiactividad residual de esas bombas.
El riesgo es real
Rebecca Hubbard, directora de la Alianza de Alta Mar, ve con optimismo que falten tan pocos países para que el tratado pueda entrar en vigor. Aunque sin la participación de EU o de China puede ser solo papel mojado.“Se trata de poner la protección de la alta mar en el centro de la agenda medioambiental global y es una acción urgente que no puede dilatarse más tiempo”, de acuerdo con Hubbard.
Son muchas las amenazas y los desafíos. Uno de los más críticos, y que se estudia con detenimiento, tiene que ver con las temperaturas récord registradas en las aguas de todo el planeta.
La revista científica Advances in Atmospheric Sciences publicó un estudio sobre el calentamiento de los océanos, que el año pasado alcanzó un nuevo récord de temperatura.
El investigador John Abraham, de la Universidad de Saint Thomas, quien participó en dicho estudio, observa con preocupación que los océanos estén calentándose. La temperatura de la superficie oceánica está batiendo récord: “Es importante porque determina la rapidez con la que el calor y la humedad pueden transferirse del océano al aire y, por lo tanto, afectar el clima. El aumento de las temperaturas superficiales desde finales de la década de 1950 ha sido asombroso”.
Ahora bien, no está siendo un calentamiento homogéneo: hay zonas más tensionadas que otras. El foco se localiza en el Atlántico y sobre todo en el Mediterráneo.
¿Por qué preocupa? Por la afectación directa sobre la vida marina, primero; y, segundo, porque la temperatura que alcancen los océanos influye en el clima: a través de más vapor de agua se incide en la formación de fuertes tormentas y de huracanes.
De acuerdo con Advances in Atmospheric Sciences en los últimos doce meses, un total de 104 países registraron las temperaturas más cálidas de su historia.
El Mediterráneo está siendo observado por los científicos dado que en los últimos tres años de forma progresiva ha venido alcanzando temperaturas más cálidas. Por ejemplo, en el pasado mes de mayo las costas españolas registraron más de dos grados por encima de la temperatura normal.
Acción y reacción
Li Junhua, secretario general adjunto de la ONU para Asuntos Económicos y Sociales, reitera que el océano se enfrenta a una crisis sin precedentes debido al cambio climático, la contaminación por plásticos, la pérdida de ecosistemas y el uso excesivo de los recursos marinos.
El océano absorbe más de 90% del exceso de calor procedente de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). La ONU señala que la tasa de calentamiento de los océanos casi se triplica desde 1993, mientras las emisiones de carbono de las actividades humanas causan el calentamiento de los océanos, su acidificación y su pérdida de oxígeno.
Respecto de la acidez de los océanos, la ONU aporta que hay un incremento de alrededor de 26% desde la época preindustrial. Y a ese ritmo, crecerá entre 100 y 150%, afectando gravemente a la vida marina.
Las poblaciones mundiales de peces dentro de límites biológicos seguros se han reducido en 62% desde 2021.
A su vez, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) indica que 60% de los principales ecosistemas marinos del mundo que sustentan los medios de vida se han degradado o se están utilizando de manera poco sostenible, amenazados por doce millones de toneladas métricas de plástico que ingresan al océano cada año.
Y se estima que entre 30 y 35% de los hábitats marinos han sido destruidos, contando los pastos marinos, los manglares y arrecifes de coral.
El costo estimado para proteger y restaurar los ecosistemas marinos en los próximos cinco años ronda los 175 mil millones de dólares anuales. Con Estados Unidos abandonando la ayuda humanitaria y la financiación, queda la esperanza de que China desempeñe un papel más proactivo en la materia.
La que sigue dando los primeros pasos es la Unión Europea (UE) y ahora propone una novedosa Ley de los Océanos: la propuesta legislativa la anunció Costas Kadis, comisario eurocomunitario de Océanos.
La UE propone una ley que gestione el uso de los océanos de Europa. No será nada fácil que prospere, porque debe ser votada en el Parlamento Europeo una vez que se conozca todo el borrador al detalle; y luego de aprobarse deberá ser ratificada por cada uno de los Congresos de los 27 países miembros de la UE.
Sobre la propuesta de una Ley de los Océanos, el comisario Kadis dijo que fundamentalmente su intención es tener una regulación más amplia que favorezca la reducción de la burocracia; facilitar la promoción de la acuicultura y la pesca sostenibles; impulsar el turismo oceánico; favorecer el fortalecimiento de la defensa marítima e incrementar la inversión en ciencias oceánicas.
Mientras llega su momento de discusión y aprobación, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, dio a conocer el Pacto Europeo por los Océanos y presentó un plan de inversión de mil millones de euros para proteger los océanos y apoyar a las comunidades costeras y a la pesca.
“Hay un déficit de fondos para apoyar la conservación de los océanos, para apoyar la ciencia oceánica y la pesca sostenible. El nuevo Pacto Oceánico del bloque eurocomunitario tiene como objetivo reducir la contaminación plástica, restaurar los ecosistemas marítimos, renovar una flota envejecida y luchar contra la pesca ilegal”, defendió Von der Leyen.
Reconocimiento para México
La restauración ecológica de más de 60 islas mexicanas recibió un reconocimiento como una de las Iniciativas Emblemáticas de Restauración Mundial por parte de la ONU.
Esta distinción, que otorgan el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la FAO, destaca los esfuerzos de México para revertir la degradación ecológica de sus ecosistemas insulares.
“Estamos siendo testigos de un gran giro hacia la restauración del océano. Nuestra ambición debe ser tan inmensa como el océano que debemos proteger”, afirmó Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.
Desde hace 26 años la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y el Grupo de Ecología y Conservación de Islas (GECI) trabajan en la erradicación de especies invasoras, restauración de colonias de aves marinas y reforestación.
Gracias a este esfuerzo 85% de las colonias de aves desplazadas han regresado y se ha protegido a más de 300 especies endémicas.
Así, la restauración de islas en México se convierte ahora en un ejemplo mundial reconocido por la ONU.