Prácticamente, aunque Estados Unidos pretende transformar a la Franja, no se sabe todavía bien en qué: si en una extensión de Cisjordania o en un protectorado o en una colonia.
El pasado 17 de noviembre el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) casi alcanza la unanimidad para dar su aprobación al plan de paz para Gaza propuesto por Donald Trump: mientras todos votaron a favor, solo se abstuvieron Rusia y China.
La primera reacción en las redes sociales fue la del propio mandatario norteamericano, quien subrayó que había sido una de las mayores aprobaciones de la historia que traería paz en todo el mundo: “Un momento de verdadera proporción histórica”.
El plan de 20 puntos lo presentó Trump el 13 de octubre en la Knéset; luego se firmó en Sharm El-Sheikh y contó con la firma de los líderes de Egipto, Catar y Turquía.
Poco más de un mes después ya cuenta con el aval de la ONU para comenzar con la transformación de la Franja de Gaza, cuya devastación es incalculable porque buena parte del territorio está en ruinas luego de dos años de bombardeos diarios e incesantes por parte de Israel.
No solo es un alto el fuego lo que se firmó: es primordialmente una hoja de ruta para los gazatíes y, fundamentalmente, para descabezar a Hamás a fin de sacar a este grupo político y miliciano de la ecuación del nuevo gobierno que deberá formarse después de una etapa de transición cuyo plazo en el tiempo no está del todo definido.
Tampoco figura en el plan de paz el reconocimiento de Israel a la formación del Estado Palestino.
¿Cómo se le ocurrió a Trump este plan? De acuerdo con fuentes consultadas por Vértigo es una estrategia elaborada por Jared Kushner, yerno de Trump, un judío-norteamericano que anteriormente ha ejercido una notable influencia en el presidente en asuntos relacionados con Oriente Medio. De Kushner, como lo ha reconocido Trump abiertamente, emanó la idea de los Acuerdos de Abraham negociados durante su primer gobierno.
Indefiniciones
Prácticamente, aunque EU pretende transformar a la Franja de Gaza, no se sabe todavía bien en qué: si en una extensión de Cisjordania o en un protectorado o en una colonia. El plan en sí mismo recoge la intención de que tenga autodeterminación y un gobierno que por el momento será temporal.
Trump llegó a proponer al exprimer ministro británico, Tony Blair, al frente de este gobierno temporal, pero Hamás rechazó esa idea.
Está también el espinoso tema de la reconstrucción de la zona. La Franja de Gaza tiene una extensión de aproximadamente 41 kilómetros de largo y entre seis y doce kilómetros de ancho, lo que equivale a un total de 360 kilómetros cuadrados; y está densamente poblada: aloja a poco más de dos millones de habitantes, lo que representa una densidad poblacional de 5.046 habitantes por kilómetro cuadrado.
Trump, quien habla de reconstruir a Gaza con apoyo de las multinacionales norteamericanas y el dinero de los países del Golfo, tampoco termina de definir qué modelo de ciudad está proyectando. Aunque están muy presentes en la memoria de los palestinos los videos realizados con Inteligencia Artificial (IA) y distribuidos por el propio Trump, que lo muestran junto al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, veraneando alegremente entre rascacielos en la zona costera.
En estos momentos la Franja está dividida por varias líneas que impiden que cientos de miles de gazatíes retornen a las ciudades que han quedado arrasadas por las bombas. El Ejército de Israel está ocupando el territorio bajo la línea azul, lo cual significa que controla el paso de Rafah; el de Kerem Shalom; el punto de Sufa; el de Kissufim; la puerta 96; el acceso de Karni; el de Erez; y, por último, el de Zikim.
Luego está la zona roja, que está en ruinas y es extremadamente peligrosa y en la que se encuentran Rafah, Al-Fukhkari, Khuza, Wadi as Salqa, Jabalia y el norte de Gaza. De hecho, Israel sigue bombardeando esta área para terminar de derrumbar los edificios que quedan en pie.
Y, por último, figura la línea amarilla, en la que están concentrados como pueden los gazatíes desplazados desde hace meses y que no deben traspasar la línea roja ni mucho menos la azul, porque los soldados les disparan a matar.
Esta línea amarilla comprende a Khan Younis, Deir Al-Balah y Rimal Zeitoun. Es decir, que se ha agudizado todavía más la densidad poblacional.
El plan de paz de Trump no aborda dicha complejidad, no esclarece la razón de estas tres líneas, ni el tiempo que durará la ocupación de las fuerzas israelíes o bien qué zonas empezarán a ser reconstruidas primero.
Presencia internacional
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, llegó en su momento a proponer una fuerza de paz para Gaza formada por contingentes de varios países, entre estos Italia.
El plan de Trump recoge la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización en Gaza cuya aprobación pasó por el Consejo de Seguridad de la ONU. Los medios de comunicación estadunidenses llevaron la fotografía de Michael Waltz, embajador de EU, y del vicembajador británico, James Kariuki, votando a favor de dicha resolución.
Esta Fuerza Internacional de Estabilización pretende romper con los ciclos de violencia, garantizar la coordinación humanitaria y sentar las condiciones para la regeneración institucional palestina. Y si bien ya la aprobó la ONU, falta saber qué ejércitos participarán con sus efectivos en el terreno.
Ya en Líbano, que está a 219 kilómetros de Gaza, opera una fuerza de cascos azules con un contingente internacional, incluyendo soldados españoles a los que, inclusive, Israel ha llegado a agredir en sus ataques a Líbano. La presencia de estos cascos azules tiene el mismo fin que tendrá la Fuerza Internacional en Gaza.
En su oportunidad Meloni declaró que Italia estaría dispuesta a participar, pero falta que el Parlamento le dé luz verde; la realidad es que la composición y capacidades de este nuevo contingente siguen siendo poco claras.
Además, queda en la memoria el fracaso de las fuerzas internacionales en Afganistán, cuya salida de ese país al que invadieron en 2001 fue desastrosa y dejó varios muertos.
Previo a la votación del 17 de noviembre, el embajador Waltz declaró en un comunicado que este contingente en Gaza estaría compuesto por una coalición de cascos azules, muchos de países de mayoría musulmana, como Indonesia, Azerbaiyán y otros más.
“Estas almas valientes asegurarán las calles de Gaza, supervisarán la desmilitarización, protegerán a los civiles y escoltarán la ayuda por corredores seguros, todo ello mientras Israel elimina su presencia y una fuerza policial palestina verificada asume un nuevo papel”, afirmó Waltz.
No obstante, hay países que no quieren involucrarse. A principios de este mes, por ejemplo, un asesor presidencial de Emiratos Árabes Unidos declaró que la nación no ve un marco claro para una fuerza de estabilidad en el terreno y declinó participar.
Tampoco Arabia Saudita está dispuesto a meterse en el berenjenal de Gaza; fue uno de los temas que hablaron el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán y Trump en su pasada visita a la Casa Blanca, en la que anunció además inversiones de empresas saudíes a EU por un billón de dólares.
Luego está el caso de Turquía, uno de los países firmantes y garantes de este plan de paz: sus fuerzas militares no podrán participar en la Fuerza Internacional de Estabilización porque el primer ministro Netanyahu ya anunció que no permitirá la presencia de fuerzas turcas en Gaza.

¿Quién gobernará?
Pero también hay otra decisión polémica relacionada con la Junta de Paz propuesta por Trump para Gaza, que pretende ser una autoridad transitoria formada por tecnócratas palestinos y asesores internacionales que supervisarán la transformación de la Franja.
¿Quién la va a presidir?
Diversos medios de comunicación internacionales creen que será Trump, tras ser rechazado Tony Blair por Hamás. De hecho, en los últimos días se ha abierto un diálogo entre Hamás y la Autoridad Nacional Palestina —que encabeza el nonagenario líder Mahmud Abbas, perteneciente a Fatah—, en la que se propuso celebrar elecciones y que la ANP recupere el control central de Gaza.
Desde que ganó las elecciones del 25 de enero de 2006 Hamás gobierna la Franja de Gaza, donde ha perpetuado una dictadura, y rompió relaciones con la ANP, lo que fracturó el sueño de unidad entre ambos territorios y la creación del Estado Palestino.
Abbas cree que el plan de Trump puede no solo traer paz en la región, sino incluso lograr que Gaza recupere las elecciones y vuelva a hablarse de unidad y del Estado Palestino.
Eso sí, entre las exigencias de Washington y de Tel Aviv destaca que Hamás debe salir de cualquier esfera del gobierno y proceder a su desmilitarización, algo que no han realizado hasta la fecha. Abbas propone que Hamás entregue dichas armas a la ANP, mientras Israel amenaza con bombardear de nuevo para obligar a los milicianos a desarmarse.
Luego de la votación en la ONU Hamás volvió a señalar que entre sus planes no figura el desarme: “La cuestión de las armas no puede separarse de un camino político que garantice el fin de la ocupación, el establecimiento del Estado y la autodeterminación”.
Por lo pronto, el presidente Trump ya adelantó en sus redes sociales que en los próximos días hará anuncios “emocionantes” sobre todas las partes que quedarán implicadas en el proceso de paz y en la composición y orientación política de la Junta.
En varios medios europeos suena el nombre de Mohammad Mustafa para encabezar esa Junta. Se trata de un economista y político palestino de 71 años, quien se desempeña como primer ministro de Palestina desde 2024; anteriormente fue presidente de la Junta del Fondo de Inversión de Palestina y asesor económico de Abbas.
Mientras se despejan los nombres, Abbas intenta por su parte influir en el criterio del mandatario norteamericano y para ello la mediación del presidente francés, Emmanuel Macron, está siendo relevante. De hecho, el pasado 12 de noviembre Abbas fue recibido en el Elíseo.
Como resultado del encuentro, Macron y Abbas —según información de Le Monde— acordaron crear un comité conjunto encargado de redactar una Constitución para el futuro Estado Palestino y preparar elecciones generales.
Francia recientemente reconoció ante la ONU la existencia del Estado Palestino, sumándose a otras potencias como Reino Unido y España. Son ya 157 países los que avalan el reconocimiento de Palestina.
“El reconocimiento sigue siendo simbólico por ahora. París abrirá una embajada en Palestina solo cuando los restos de los cuatro rehenes israelíes que aún mantiene Hamás sean devueltos a sus familias”, difundió Le Monde.
Para Abbas, se vive un punto de inflexión en la historia del pueblo palestino: “El camino hacia la libertad está más cerca que nunca para el gran pueblo palestino… Se abre luz y esperanza para los dos Estados”.
Mientras, Netanyahu opina que este plan conducirá a la paz y la prosperidad a partir de la desmovilización total, el desarme y un proceso para desradicalizar a Gaza. “Israel extiende su mano de paz y prosperidad a todos sus vecinos y les pide que normalicen las relaciones y se unan al movimiento para expulsar a Hamás y sus partidarios de la región”, declaró el primer ministro israelí.
¿Quién pagará?
Se necesitarán unos 70 mil millones de dólares para reconstruir Gaza, según una evaluación de daños operativos y necesidades realizada conjuntamente por Naciones Unidas, la Unión Europea y el Banco Mundial (BM).
Algunos países europeos, así como Canadá y Estados Unidos, parecen dispuestos a contribuir en la reconstrucción. Sin embargo, los Estados árabes ricos en petróleo del Golfo Pérsico no están nada entusiasmados en involucrarse a pesar de la insistencia del presidente Donald Trump.
Desde la Casa Blanca piden a Catar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos que entren a financiar lo que Trump llama la Nueva Gaza, en la que proyecta varios rascacielos.
Los países del Golfo no están del todo convencidos de que el plan de Trump pueda tener viabilidad para el futuro y siguen poniendo en duda que la zona se pacifique y pueda prosperar.

