PUTIN GOBERNARÁ RUSIA MÁS TIEMPO QUE STALIN

Claudia Luna Palencia
Internacional
RUSIA PUTIN STALIN

Es de los políticos que manda investigar a sus enemigos; que chantajea con información comprometedora y con revelar información confidencial; es de los que se venga y no tiene escrúpulos.

A sus casi 73 años solo la muerte arrebatará a Vladimir Putin del poder en Rusia: en las pasadas elecciones, del 15 al 17 de marzo, validó quedarse por un periodo de seis años más en el Kremlin, que incluso podría alargar por doce años gracias a que la Constitución concede la reelección.

Frente a Putin, con unas elecciones controladas, no había muchas alternativas: el escrutinio indica que obtuvo 90% de los votos, mientras la prensa oficial rusa se encargó de difundir una participación masiva.

Desde el exilio, Yulia Navalnaya, viuda del opositor ruso Alexei Navalny, muerto en circunstancias poco claras en prisión y justo a un mes de celebrarse las elecciones rusas, denunció que Putin ha construido su particular dictadura, en la que ha dejado a los rusos sin libertad y sin futuro.

Aquí en Europa la noticia de un quinto mandato de Putin no ha caído nada bien. No para Ucrania. Ni para los países miembros de la Unión Europea (UE). Tampoco para los países miembros de la OTAN.

Pretendiendo ser inmune a la condena de Occidente, el mandatario ruso se rodeó de jóvenes millennials y de la generación Z para dar su primer anuncio tras la victoria. Impávidos y sin gesticular, la muchachada rusa escuchó a un Putin echado para adelante que incluso amenazó con una Tercera Guerra Mundial.

“Por supuesto, tenemos muchas tareas por delante. Pero quiero dejarlo claro para todos: cuando estábamos consolidados y unidos nadie logró asustarnos, ni reprimir nuestra voluntad. Fracasaron en el pasado y fracasarán en el futuro”, indicó.

Buena parte de su retórica estuvo orientada a sensibilizar, casi a vaticinarles a los rusos que lo escuchaban que vayan preparándose para luchar por la defensa ancestral de los valores eslavos. Aprovechó además la ocasión para celebrar por todo lo alto el décimo aniversario de la anexión de Crimea (territorio de Ucrania) a Rusia.

Críticas

A su vez, esta farsa democrática no dejó de ser criticada desde Estados Unidos hasta Canadá y por la mayoría de los países europeos, que lanzaron una condena unánime por la burla electoral.

En los territorios ucranianos invadidos por las tropas rusas y bajo su control también se montaron urnas para que los ciudadanos con pasaporte ruso pudieran acudir a votar.

Precisamente fue el presidente Volodímir Zelenski el primero en reaccionar: “Las elecciones tuvieron lugar en un espacio político cada vez más reducido, lo que ha dado lugar a un aumento alarmante de las violaciones de los derechos civiles y políticos y ha impedido que muchos candidatos se presenten, incluidos todos los que se oponen a la guerra ilegal de agresión de Rusia. No hay legitimidad”.

Christina Hoffmann, portavoz del primer ministro de Alemania, Olaf Scholz, denunció que Rusia padeció unas elecciones que no fueron libres ni justas, en un país regido “por una dictadura” en la que gobierna Vladimir Putin “de forma autoritaria”.

A su vez, Jens Stoltenberg, líder de la OTAN, declaró que es ilegal la organización de elecciones en las zonas ocupadas de Georgia, Moldavia y Ucrania; y dijo que la Alianza Atlántica se prepara ya para los años por venir con Putin como amenaza real.

También David Cameron, titular de Exteriores de Reino Unido, señaló las maniobras de Putin: “Estas elecciones rusas ponen de manifiesto la profundidad de la represión bajo el régimen de Putin, quien trata de silenciar cualquier oposición a su guerra ilegal. Putin elimina a sus oponentes políticos, controla los medios de comunicación y luego se corona a sí mismo como el ganador. Esto no es democracia”.

Por su lado, Gabrielius Landsbergis, ministro de Exteriores de Lituania, otro de los países amenazados por el Kremlin, expresó que los rusos que viven fuera de los confines “de la prisión política llamada Rusia” no votaron por Putin.

Si bien hubo otros gobiernos que lo felicitaron, como sucedió con China: el mandatario Xi Jinping fue el primero en llamarlo. “En los últimos años el pueblo ruso se ha unido, ha superado desafíos y logrado avances hacia su desarrollo y revitalización nacional”, aseveró.

En el mismo sentido fue arropado por los gobiernos de Irán, Bielorrusia, Corea del Norte, Venezuela, Bolivia y Cuba; así como los países árabes de Siria, Arabia Saudita, Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Omán.

La vieja URSS

Vladimir Putin ascendió a primer ministro en agosto de 1999 gracias a que el entonces presidente Boris Yeltsin lo nombró en el cargo y, en un tiempo meteórico de cuatro meses, ya estaba ocupando la Presidencia rusa de forma interina, tras la renuncia intempestiva de Yeltsin.

Desde entonces a la fecha la aldea global no ha hecho más que empeorar. Y ahora se quedará seis años más, hasta 2030; y la propia Constitución le permite otro periodo hasta 2036.

Putin podría llegar a los 85 años controlando el destino de Rusia, mientras que el estalinismo duró de 1924 a 1953, hasta que la muerte desapegó a Iósif Stalin del poder tras 29 años de dictadura. El actual inquilino del Kremlin tendrá este año su aniversario de plata y, si llega vivo a 2030, habrá gobernado más tiempo que Stalin, y ya no se diga respecto del zar Nicolás II, quien duró 23 años como emperador.

Para los europeos es una pesadilla en tiempos marciales, en los que ya nadie esconde ni disimula que hay una guerra a las puertas, con países como Alemania dispuestos a reinstaurar el servicio militar obligatorio.

¿Cómo ven los europeos que Putin siga más años en el poder? En opinión de Pedro González, fundador de Euronews, los tiempos por venir serán todavía más complicados que los actuales.

“Seis años más de Putin en el Kremlin desde luego no es una buena noticia para los europeos; supone para Ucrania un paso atrás, porque Putin está muy reforzado para conducir la guerra de la manera que quiera en Ucrania y eso significa que quizá tenga que hacer una movilización masiva”, de acuerdo con el analista.

González ve inevitable un conflicto, porque Putin nunca ha aceptado la salida de órbita de la URSS de buena parte de los países de Europa del Este, que ahora son independientes, soberanos y encima miembros de la UE y de la OTAN.

“Él sabe que cuenta con el apoyo de China, Corea del Norte e Irán. Tengo la impresión de que Putin siente una enorme animadversión por Occidente: está muy resentido”, indica.

Hay en Europa la impresión entre los analistas de que tras estas elecciones amañadas Putin es más peligroso que nunca y eso desata un gran nerviosismo, provocando una carrera a contrarreloj por comprar más armas, más munición; por aumentar los patrullajes aéreos y navales para cuidar a los países bálticos, mientras Polonia ha convenido con Alemania una protección mutua.

La duda es qué pasaría si Putin no gobernase, si ya no habría más amenaza, lo que para Javier Fernández Arribas, director general de Atalayar y analista internacional, es improbable.

“Los temores reales que hay en varias cancillerías es que detrás de Putin, de ese poder absoluto, hay más personas extremas. Él es solo la punta más visible”, señala.

Fernández Arribas pone sobre la mesa que una vez rotos los equilibrios a nivel internacional será necesario, en determinado momento, dentro de unas ciertas reglas, buscar un entendimiento con Rusia.

“La polarización que hay en el orden internacional crea demasiadas tensiones que terminarán llevando a enfrentamientos con consecuencias bastantes peligrosas. Putin se ha vuelto además impredecible”, remarca.

Por su lado, Raúl González, experto militar en geopolítica, cree que la permanencia de Putin en el poder es un jarro de agua helada tanto para Ucrania como para Europa. “Porque como sea, Estados Unidos está en otro continente, separado por el Atlántico. Europa de todas las formas pierde con tantas tensiones; lo hace económicamente, porque es muy dependiente del gas ruso; y lo hace políticamente, porque antes se tenía más o menos controlado a Putin por la vía económica y comercial pero ya no. Y la impredecibilidad nos crea una sensación de enorme inseguridad ante él”, remarca el experto.

Putin a lo largo de sus años en el poder ha ido acumulando decisiones, midiendo bien a bien la respuesta de EU y de sus aliados a sus movimientos estratégicos.

Además, ha pasado de ser un político con una clara ambición de reposicionar a Rusia como contrapeso al poder norteamericano (lo perdió tras el desmembramiento de la URSS en 1991 y el final de la Guerra Fría), a posicionarse a él mismo como tótem de un nuevo imperio.

Es de los políticos que manda investigar a sus enemigos; que chantajea con información comprometedora y con revelar información confidencial; es de los que se venga y no tiene escrúpulos.

Reinstaurar la vieja potencia

Putin siempre recriminó a Mijail Gorbachov el desmembramiento de la URSS y la caída del telón de acero, que derruyó el área de influencia estratégica soviética.

Durante la presidencia de Gorbachov se llevaron a cabo una serie de importantes reformas tanto en lo político (Glásnot) como en lo económico (Perestroika) para modernizar a la nación rusa y sobre todo terminar con la corrupción e instaurar una economía de mercado como respuesta a un viejo modelo económico estatal.

El propio Gorbachov recibió las amenazas de un grupo de la KGB que no veía con buenos ojos que la URSS perdiese su ámbito de influencia, ni mucho menos que terminase en 1991 con la independencia de varias regiones que formaron 15 países con su propio himno, bandera, moneda, Constitución, usos y costumbres.

El mandatario ruso nunca vio con buenos ojos cómo Gorbachov y después Yeltsin ponían por los suelos el anquilosado poder soviético; su ascenso veloz desde las filas de la KGB a la política de San Petersburgo y luego al consejo de gobierno de Yeltsin fue poco cuestionado.

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En diciembre de 1999 sustituyó a Yeltsin en la presidencia y en 2000 convocó a elecciones que ganó por mayoría abrumadora. Nadie conocía a Putin en la arena internacional, pero el nuevo zar de Rusia no perdió oportunidad en levantar el teléfono para hablar entonces con su homólogo estadunidense, George Walker Bush, y advertirle que sus servicios de inteligencia le alertaban de la enorme probabilidad de un atentado terrorista en suelo norteamericano.

Le llamó el 9 de septiembre de 2001, el día en que Al-Qaeda asesinó durante una entrevista simulada (había una bomba en la cámara de televisión) al comandante Ahmad Sha Massoud en Afganistán. Dos días antes del 11 de septiembre.

Esa llamada le granjeó el afecto inicial de Bush, quien le correspondió dicha alerta para deslindar a Rusia de cualquier atentado terrorista, invitando al nuevo y joven mandatario ruso a su rancho el 15 de noviembre de 2001. Se le llamó la Cumbre de Crawford.

Desde el rancho Prairie Chapel de la familia Bush, el mandatario ruso se catapultó como el nuevo aliado de la Casa Blanca en su lucha contra el terrorismo. Putin colocó así a su país nuevamente en el contexto internacional, en un primer momento como aliado de EU y conforme avanzarían sus distintos periodos de gobierno moviendo a su país hacia el eje de contrapeso hasta resucitar una Guerra Fría 2.0 con la finalidad de reocupar la antigua área de influencia soviética.

Aquel encuentro marcó el inicio de muchos otros entre Bush y Putin, en los que siempre mostraron una buena sintonía y complicidad llena de abrazos, gestos y mimos también en los eventos internacionales en los que compartieron espacio y oratoria.

Fue la era rosa de las primeras etapas de gobierno en las que se granjeó la cercanía con Silvio Berlusconi, primer ministro de Italia; con la canciller germana Angela Merkel; o con el primer ministro de Reino Unido, Tony Blair. De aquellos años no queda nada porque Putin comenzó a anexionarse territorio de otros países y ante esto no puede haber ningún beneplácito internacional.“Mucha gente nunca soñó que un presidente estadunidense y uno ruso pudieran haber establecido la amistad que tenemos. Fuimos enemigos durante un largo periodo de tiempo”, declaró el presidente Bush el 15 de noviembre de 2001.

Hoy no diría lo mismo.

Occidente minusvaloró a Putin

En un artículo escrito por Gideon Rachman para The Guardian el comentarista principal en asuntos exteriores del Financial Times señala que los líderes de Occidente nunca se tomaron muy en serio la amenazante personalidad de Vladimir Putin… hasta que empezó a anexionarse territorios.

“A pesar de la violencia de su gobierno ruso, como se demostró en Chechenia y Georgia, los formadores de opinión occidentales todavía se inclinaban a tratarlo como un villano de pantomima”, de acuerdo con Rachman.

El analista señala que los servicios de inteligencia occidentales habían advertido durante meses que Rusia estaba a punto de atacar, pero se negaban a creerlo.

“Era despiadado y violento, sin duda, pero también se creía que era racional, calculador y comprometido con la integración de Rusia en la economía mundial. Pocos creían que fuera capaz de una apuesta tan temeraria”, explica.

Para entender el pensamiento de Putin, insiste Rachman, hay que buscar en la sensibilidad de cierto ruso ultranacionalista que se ha visto humillado por la pérdida de influencia internacional y por la forma como fue desintegrándose la etapa soviética.

“Sus discursos son para nacionalistas y populistas de todo el mundo, porque intenta desafiar con éxito a lo que él llama liberales estadunidenses santurrones, como Hillary Clinton y Barack Obama”, según Rachman.

El también escritor habla del club de fans de Putin alrededor del mundo, en el que se encuentra el expresidente Donald Trump, quien reiteradamente profesa su admiración por él. Lo mismo sucede con Nigel Farage, exlíder de UKIP, el partido del Brexit; o con Matteo Salvini, del partido populista de derecha Liga Norte en Italia; y con el mismo primer ministro de Hungría, Víktor Orbán.

Le admiran porque Putin es capaz de hacer sin escrúpulos lo que a ellos se les pasa por la mente pero no son capaces de llevar a cabo. Hasta en Filipinas el mandatario Rodrigo Duterte dijo alguna vez que su “héroe favorito es Putin”.