PERDER EL MIEDO ES VENCER AL COVID-19

Luego de cinco meses de lucha somos más fuertes.

Ángel Hernández
Nacional
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La pandemia del nuevo coronavirus SARS-Cov-2, que provoca la enfermedad de Covid-19, se ha convertido en la peor emergencia sanitaria internacional de las seis que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado en materia de salud global en lo que va del siglo XXI y la más grave desde hace casi un siglo.

Han transcurrido cinco meses desde que se declaró la emergencia internacional (11 de marzo) y el mundo supo que se enfrentaba a un enemigo desconocido que se manifiesta con fiebre, tos seca, debilitamiento extremo, dolor de cuerpo y diarrea, entre otros síntomas, y provoca la muerte.

Su esparcimiento por el territorio chino y su posterior aparición en otros países asiáticos como Corea y Japón, para proseguir luego su devastador viaje por Europa y aterrizar finalmente en América y África, mostró uno de sus rostros ahora más conocidos: su rápida y fácil propagación entre los humanos.

Hoy se saben muchas características de un coronavirus que, si bien vino a cambiar la dinámica del mundo y cuyos casos al principio se diagnosticaban como “pulmonías atípicas”, deja ya lecciones y avances científicos que permiten tomar las medidas adecuadas para, con responsabilidad y en solidaridad unos con otros, volver a lo cotidiano y esperar la vacuna libres de pánico.

En esta situación de emergencia la ciencia y el conocimiento humano previamente adquirido en este tipo de emergencias sanitarias pusieron en marcha medidas para contener la transmisión del virus: confinamiento, lavado de manos, uso de desinfectantes, distanciamiento social y utilización de mascarillas y cubrebocas, además de experimentar con tratamientos que comprobadamente disminuyen o controlan sus efectos en el organismo humano.

Durante todo este tiempo los esfuerzos de los gobiernos, organismos multilaterales, científicos, universidades, grandes laboratorios y la comunidad internacional en su conjunto se han centrado en descubrir una vacuna en tiempo récord para una enfermedad que hasta el momento afecta a más de 17 millones de personas y ya causó la muerte de casi 700 mil en el mundo.

Y mientras se logra elaborar una vacuna que detenga la enfermedad (están en desarrollo unas 130 y al menos diez se encuentran en etapa de experimentación en humanos) la humanidad vuelve a la nueva normalidad con cuidados sanitarios y sana distancia que le permiten reanudar actividades básicas.

El regreso a la cotidianidad con el conocimiento de los efectos que produce la enfermedad y las formas de protegerse con medidas de higiene, uso de cubrebocas y distanciamiento social para realizar las actividades diarias hace más fuertes a las personas, que en su mayoría pierden el miedo para enfrentar esta inédita situación.

Sin duda, en este esfuerzo colectivo por preservar la salud la responsabilidad individual es fundamental para hacer frente a un riesgo sanitario al que todos estamos expuestos: de las decisiones que tomemos en nuestra vida cotidiana hoy y en los meses por venir depende regresar lo más rápido posible a nuestras actividades sin pánico, sin temor, y con la confianza de adoptar las medidas acertadas para preservar nuestra salud, cuidar a nuestras familias y preservar nuestros trabajos.

Sin temor

El fin de un prolongado confinamiento que produjo graves daños económicos en la gran mayoría de los países resulta especial para quienes deben salir todos los días para ganarse su ingreso y el sustento para alimentar a sus familias, por lo que el reinicio de las actividades productivas se realiza en forma escalonada.

La desescalada en diversas partes del orbe se hizo al principio con temor, pero ahora la mayoría de las personas sabe que al observar las disposiciones sanitarias en la vía pública, los centros de trabajo, el transporte y comercios pueden hacer sus actividades de todos los días sin miedo ni pánico ante el nuevo coronavirus.

A la par de las políticas económicas y de salud pública dispuestas para la reactivación de actividades, continúan las investigaciones que buscan descifrar el funcionamiento del Covid-19 para neutralizar los estragos que produce a nivel internacional.

De acuerdo con las conclusiones de diferentes estudios realizados los científicos coinciden en que el mecanismo del contagio del virus es a través de pequeñas partículas emitidas cuando una persona infectada tose, estornuda, habla, canta e incluso al respirar.

Estas partículas pueden infectar a otra persona al caer en un ojo, nariz o boca y ser inhaladas o alojadas en una mano y transferidas a un sitio de entrada en el organismo.

Resaltan que las salpicaduras de líquido cargado de virus son la ruta principal de contagio, debido a que una tos puede dispersar partículas hasta cuatro o cinco metros y un estornudo puede proyectarlas a una distancia de hasta ocho metros.

Investigadores de Corea del Sur, por ejemplo, demostraron que los pacientes pueden alojar al Covid-19 en su saliva, heces y orina hasta 15 días después de enfermarse, además de que estar al menos 15 minutos cercanos (a menos de 1.8 metros) a una persona infectada y pasar periodos más breves con alguien que tose o estornuda, se asocia con un mayor riesgo de transmisión.

La OMS, a su vez, informó que las estaciones anuales no parecen influir en el desarrollo de la propagación del Covid-19, ya que con las evidencias obtenidas hasta ahora no puede asegurarse que haya menos contagios en una estación calurosa como el verano.

La portavoz del organismo, Margaret Harris, dijo que las estaciones no parecen tener repercusión en la transmisión del virus y una prueba de ello es que Estados Unidos y Brasil (dos de los países más afectados por la pandemia) se encuentran en verano e invierno, respectivamente, y muestran ambos una fuerte propagación de contagios.

Tratamientos

Hasta el momento no hay un tratamiento para curar el nuevo coronavirus y los científicos continúan sus esfuerzos por encontrarlo al experimentar con una gran variedad de posibles soluciones. Sin embargo, hay cada vez más alternativas, sobre todo si se aplican en la fase inicial del contagio.

Para ayudar a los pacientes infectados está, por ejemplo, el medicamento antiviral Rendesivir, que fue desarrollado para la hepatitis C y al suministrarse a pacientes con coronavirus se observó que reduce el tiempo de recuperación.

También se experimenta con anticoagulantes para tratar a personas infectadas, ya que de acuerdo con investigaciones de la Universidad Federal de Sao Paulo, Brasil, en colaboración con científicos ingleses e italianos, se pudo detener hasta 70% la entrada del virus en las células y mejoró los trastornos de coagulación que afectan los pulmones y la oxigenación.

La terapia con plasma de personas convalecientes es otro tratamiento experimental que se usa para tratar a enfermos de Covid-19. De acuerdo con la Clínica Mayo de Estados Unidos las personas que se han recuperado generaron anticuerpos a la enfermedad en su sangre, es decir, proteínas que el cuerpo usa para combatir infecciones.

A las personas que superaron la enfermedad se les ha pedido que donen plasma para ayudar a los contagiados y con ello evitar un agravamiento de su situación.

Los médicos también recurren al uso de la hidroxicloroquina, un medicamento usado para tratar y prevenir los ataques agudos de malaria o en ciertos casos de lupus, pero su uso no ha sido generalizado y solo se recomienda su utilización bajo estricta observancia médica.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un promotor insistente de este medicamento como un tratamiento para el nuevo coronavirus, pese a que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) ha emitido advertencias sobre su uso y respecto del peligro que se corre debido al riesgo de problemas de ritmo cardiaco.

La FDA revocó incluso la autorización que había dado previamente, luego de los resultados obtenidos de un gran ensayo clínico aleatorio en pacientes hospitalizados, donde se encontró que el medicamento no mostró ningún beneficio en disminuir la probabilidad de muerte o acelerar la recuperación de los pacientes con SARS-CoV-2.

Cubrebocas

Uno de los debates más fuertes que se han suscitado en torno de las medidas de protección para evitar la propagación del Covid-19 en estos meses es acerca de la utilidad o no del uso de cubrebocas o mascarillas.

Esta discusión no ha sido exclusiva de un país o un continente, ya que es un tema recurrente a nivel internacional respecto de su efectividad para proteger a las personas en la actual pandemia.

De acuerdo con estudios previos, en una primera instancia el consenso general de los científicos y médicos es que con su uso se evita que una persona contagiada expanda el virus al hablar, toser o estornudar, punto de vista que apoya incluso la Organización Mundial de la Salud.

Y en la actualidad las evidencias y los diferentes estudios parecen confirmar con mayor seguridad que el uso de cubrebocas es fundamental para disminuir la velocidad de los contagios.

El infectólogo Alejandro Macías, quien fue responsable de la estrategia sanitaria del gobierno mexicano durante la pandemia de influenza en 2009, afirma que hay evidencia acerca de la utilidad del cubrebocas como una medida —junto con otras— para reducir la propagación del nuevo coronavirus.

El experto agrega que hay datos que refieren estudios de dinámica de fluidos y partículas, transmisión aérea, investigaciones de brotes, pruebas de la protección de los cubrebocas y modelos matemáticos que respaldan su utilidad.

Macías explica que las partículas que flotan (aerosoles) y son expulsadas al hablar o toser son las más problemáticas, sobre todo en lugares donde no hay ventilación, ya que pueden permanecer en el aire durante horas.

“Lo que muestran los estudios es que si nos ponemos un cubrebocas se reduce, si no a cero, sí a un número muy bajo el riesgo de contraer el virus y con ello protegemos a los demás”, agrega.

Y puntualiza: “La protección del cubrebocas no solo protege a los demás sino a uno mismo. Se parece a una vacuna al reducir el número de virus que se respiran y baja la probabilidad de que una persona se infecte: si respiramos una gran cantidad de virus puede ser una infección más grave. El cubrebocas no solo evitaría que nos infectemos sino que además si nos infectamos vamos a tener una infección más leve”.

Explica que los modelos matemáticos muestran que si la mayoría de las personas (entre 70 y 80%) usaran cubrebocas en los espacios públicos abiertos y cerrados, en uno o dos meses la pandemia prácticamente desaparecería.

Libertad y responsabilidad

La declaración de la pandemia por parte de la OMS el 11 de marzo provocó un cambio drástico en la forma en que hacíamos nuestra vida: la confirmación de que el nuevo coronavirus es altamente contagioso (aunque alrededor de 80% de las personas contagiadas se recupera de la enfermedad sin requerir tratamiento hospitalario y solo una de cada cinco que contraen el Covid-19 presenta un cuadro grave), provocó un drástico confinamiento en un gran número de países para evitar su propagación.

Después de un prolongado aislamiento de casi tres meses comenzaron los procesos de desescalada de manera paulatina, con la disposición de medidas de higiene como lavado de manos, uso de cubrebocas y distanciamiento social, lo que permitió iniciar el proceso de reanudación de las actividades comerciales e industriales que resultaron gravemente afectadas por el paro en casi todo el mundo.

Si bien el retorno a la nueva normalidad se hizo con precauciones y con medidas de sanidad en las áreas públicas y en los sitios cerrados, no estuvo exento de temores ante un enemigo invisible que seguía ahí pese a que había disminuido el número de contagios en países que sufrieron una alta letalidad, como Italia, España o Reino Unido.

El reto es ahora vencer el miedo o quedarse paralizado y vivir con zozobra mientras no exista una vacuna que permita a la población continuar su vida cotidiana.

A poco más de dos meses de este proceso de desescalada en la mayoría de los países la situación ha cambiado: si bien persisten los contagios y en naciones que habían logrado controlar la propagación se dan rebrotes, hoy el mundo retoma la mayoría de sus actividades en todos los campos.

El miedo, la ansiedad e incluso el pánico que llegó a provocar la presencia de un enemigo inesperado para la humanidad se transforma en una toma de conciencia en gran parte de las personas: con responsabilidad personal y colectiva se puede enfrentar al nuevo coronavirus con niveles razonables de seguridad si se siguen las medidas de higiene.

Las expectativas de que en un corto plazo pueda ser descubierta una vacuna son esperanzadoras pero es un hecho que tendremos que convivir con el Covid-19 durante varios años y ante esa realidad se impone la necesidad de regresar al trabajo, la movilidad y la convivencia: todo ello bajo las premisas de corresponsabilidad y solidaridad social.

En este proceso la libertad de las personas juega un papel determinante, ya que estas tienen la posibilidad de decidir, siempre en un ámbito de respeto hacia los otros, el continuar con sus labores, en muchos casos como única opción de sobrevivencia.

La experiencia de crisis sanitarias previas por epidemias o pandemias que provocan estados y conductas irracionales en la población muestra que la continuidad de la vida es la respuesta correcta para hacerles frente.

De ahí que hoy, como en otros tiempos, las personas y la sociedad en su conjunto, siempre bajo la observancia de las medidas de higiene, sana distancia y uso de cubrebocas, no deben sucumbir al miedo a salir y dejar atrás temores que las paralizan e impiden volver a su vida diaria y, por tanto, lograr su realización personal.

RECUADROS

Vacunas en la recta final

Los esfuerzos para encontrar una vacuna contra el nuevo coronavirus arrojan resultados alentadores y los científicos esperan optimistas que en poco tiempo se podrá contar con el antídoto contra esa enfermedad.

En Estados Unidos la vacuna que elaboran los Institutos Nacionales de Salud junto con el laboratorio Moderna entró a su fase 3 y se empezaron a realizar pruebas entre 30 mil voluntarios. Se tiene previsto que pueda producirse y distribuirse entre la población a comienzos de noviembre o incluso antes.

En el Reino Unido también se tienen avances importantes en la elaboración de una vacuna: la Universidad de Oxford y el Instituto Jenner dieron a conocer que la vacuna que elaboran muestra una fuerte inmunidad en cada una de las pruebas a que ha sido sometida. Esta vacuna también será puesta a prueba con miles de voluntarios. Se estima que podría estar lista a partir de septiembre.

En China los científicos de la empresa Sinovac dicen que su vacuna tendrá una efectividad de 99% y ya se aplicó a mil voluntarios.

También en China el Instituto de Productos Biológicos de Wuhan, en colaboración con la empresa Sinopharm, reporta resultados alentadores con su vacuna, que ya se encuentra en su tercera etapa y se aplicó a 15 mil voluntarios en Arabia Saudita.

Enfrentan rebrotes

Ante la aparición de rebrotes de Covid-19 gobiernos de Europa, América, Asia y África iniciaron el fortalecimiento de las medidas preventivas para frenar la propagación de la enfermedad.

Los expertos coinciden en que la reapertura lleva implícito el riesgo de rebrotes pero son tajantes en señalar que la aplicación de protocolos en los centros de trabajo y las medidas de higiene de las personas en sus actividades diarias son armas fundamentales para contener los contagios.

Subrayan en este sentido que la responsabilidad personal juega un papel fundamental para hacer frente a la pandemia y proseguir la vida cotidiana.

México: acceso temprano

El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, informó que México se incorporará a la fase 3 del protocolo para la vacuna contra el Covid-19 que desarrolla la farmacéutica Sanofi-Pasteur.

Agregó el canciller que la empresa francesa realizará pruebas en el país y se tendrá acceso temprano a la vacuna resultante.