SARGAZO: LA MACROALGA AMENAZA DE NUEVO AL CARIBE MEXICANO

“Cuando esta macroalga llega a la playa, muere y se descompone”.

Sargazo
Martha Mejía
Nacional
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Se prevé que esta temporada tenga un incremento de 40%, mientras que limpiar un kilómetro de playa puede costar más de un millón de dólares anuales.

Este año las costas del Caribe mexicano se enfrentan a una de las peores crisis ecológicas de la última década: la llegada masiva de sargazo.

La macroalga parda, que flota libremente en el mar, ha dejado de ser una peculiaridad del océano para convertirse en una amenaza socioambiental compleja.

Expertos, autoridades y comunidades costeras enfrentan ya una temporada récord de sargazo, con un incremento estimado de 40% respecto de años anteriores, según estimaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Hasta la fecha el sargazo pelágico —aquellas especies que viven flotando toda su vida— ha invadido más de 30 países del Atlántico tropical y este año el Caribe mexicano ya muestra graves señales de un colapso ambiental.

“En el mes pasado se detectaron 37 millones de toneladas flotando en el Atlántico tropical y el Mar Caribe. Es casi el doble del máximo histórico registrado en 2018”, dice a Vértigo Rosa Elisa Rodríguez Martínez, académica del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM.

Las causas de esta proliferación masiva son múltiples, pero convergen en un punto clave: el cambio climático. Las alteraciones en las corrientes marinas y el aumento de nutrientes en las aguas del Atlántico —provocados por la deforestación, el uso intensivo de fertilizantes y descargas fluviales— han convertido al mar en un caldo de cultivo para el sargazo.

Cuando esta macroalga llega a la playa muere y se descompone en cuestión de días. El resultado es la llamada “marea marrón”: un lodo espeso, oscuro y maloliente que altera radicalmente el equilibrio de los ecosistemas costeros.

“El sargazo descompuesto produce ácido sulfhídrico, lixiviados con metales pesados y microplásticos, que afectan no solo a la fauna y flora marina, sino también a los manglares y pastos marinos, esenciales para la estabilidad de la costa”, explica Rodríguez.

Las consecuencias no son menores: reducción de hasta 70% en la penetración de luz solar, disminución del oxígeno disuelto en el agua y mortalidad masiva de peces, corales e incluso especies protegidas, como las tortugas marinas, cuyas tasas de enfermedades se han disparado según documenta la UNAM en Akumal, en la Península de Yucatán.

Impactos humanos y económicos

El turismo, motor económico del Caribe, también se ve gravemente afectado. “El olor a huevo podrido, la imagen de playas cubiertas de algas y los riesgos para la salud pública generan descontento entre los visitantes”, advierte en entrevista Mariajulia Martínez Acosta, especialista en desarrollo sostenible del Tecnológico de Monterrey.

Además del perjuicio a la imagen turística, los costos de limpieza son astronómicos. Según cálculos de la UNAM limpiar un solo kilómetro de playa puede costar más de un millón de dólares al año.

Y las consecuencias sociales tampoco se quedan atrás: desde afectaciones respiratorias por la exposición a gases tóxicos, hasta la precariedad laboral de quienes recogen manualmente el alga.

“Hay trabajadores que no tienen seguridad social, que padecen enfermedades por la exposición y terminan siendo despedidos por incapacidades frecuentes”, alerta Rodríguez. “La salud humana está siendo ignorada en esta crisis”, asevera.

Esfuerzos y áreas de oportunidad

En este contexto, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que encabeza Alicia Bárcena, reconoció públicamente la gravedad del problema y este año se anunció una nueva estrategia centrada en recolectar el sargazo en altamar, antes de que llegue descompuesto a las playas.

La propuesta consiste principalmente en instalar una planta de tratamiento para generar biogás a partir del sargazo, en coordinación con la Secretaría de Marina (Semar) y el gobierno de Quintana Roo.

Sin embargo, los expertos son escépticos. “Una planta no estará lista antes de 2027. Y aunque es positiva como piloto, no resolverá el problema por sí sola”, señala Rodríguez. “Estamos hablando de miles de metros cúbicos por kilómetro de playa. Se necesita una estrategia integral, con barreras, barcos, mantenimiento de equipos y planificación desde enero”.

Paradójicamente, el sargazo también genera una industria emergente. Empresas privadas encuentran oportunidades en la recolección, procesamiento y hasta en la fabricación de productos derivados del alga, desde fertilizantes hasta cosméticos. “Pero hoy por hoy el negocio más rentable sigue siendo limpiar las playas, más que producir algo con el sargazo”, destaca la investigadora.

Esta contradicción expone un dilema clave: ¿cómo enfrentar una crisis ambiental sin que se convierta en otra fuente de explotación económica desregulada?

Síntoma del cambio global

“El sargazo es un síntoma visible del deterioro ecológico del planeta”, afirma Leticia Durand Smith, investigadora de la UNAM. “Su expansión más allá del Mar de los Sargazos refleja la transformación de los océanos y la profunda conexión entre nuestras prácticas humanas y los ciclos naturales”.

Para la comunidad científica se trata de un recordatorio urgente de que los problemas globales —como el aumento de temperaturas, la deforestación o el exceso de nutrientes en el mar— tienen consecuencias locales.

Si bien México se ubica entre los países más avanzados en el combate a este fenómeno, las soluciones requieren —más que tecnología o inversión— una visión integral que incluya lo ecológico, lo social y lo económico.

Y es que a decir de los especialistas la temporada 2025 marca un punto crítico en la historia de la macroalga: lo que hace una década era una rareza, hoy es una constante y su frecuencia e intensidad siguen aumentando.

Además de un sistema robusto de prevención, recolección, tratamiento y monitoreo, se requiere en una reflexión profunda sobre los modos de vida que alimentan esta crisis, ya que al final el sargazo no es el enemigo: es el mensajero.

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