Encabeza AMLO marcha por cuatro años de la Cuarta Transformación

En el Zócalo dirigirá un mensaje sobre los logros de su administración

Redacción
Nacional
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Foto: Presidencia de la República.

Ciudad de México, a 27 de noviembre. A ritmo de mariachis, con bandas o cantos, mexicanos caminaban con espíritu festivo por la Ciudad de México que, desde la madrugada, tenía sus principales avenidas atestadas de centenares de autobuses que llegaron del norte y sur del país.

Al frente iba López Obrador, el político que antes de llegar al poder lideró algunas de las mayores manifestaciones de este siglo en México y que ahora, como presidente, volvió a darse un baño de masas multitudinario, siempre sonriente, y custodiado por un discreto conjunto de guardias de seguridad vestidos de civil.

El mandatario llamó a todos a participar en la “marcha del pueblo” en un claro desafío a la oposición, que hace dos semanas salió en grandes números a protestar contra su gobierno, criticando sobre todo su más reciente apuesta de cambiar las leyes electorales.

Y el llamamiento tuvo eco. Los casi 5 kilómetros de recorrido quedaron totalmente llenos de gente y, aunque funcionarios presidenciales intentaron que López Obrador se subiera a un vehículo para avanzar más rápido hasta el Zócalo, la plaza principal de la ciudad en la que tenía previsto pronunciar un discurso, el mandatario se negó. Cinco horas despúes del inicio de la marcha seguía avanzando lentamente a pie, entre fotos y manos que querían saludarle.

La inmensa mayoría de los participantes llegaron organizados por el partido gobernante, Morena, por sindicatos o por colectivos de todo tipo.

López Obrador dijo que no se tocó “ni un centavo” del presupuesto federal para la marcha, pero en muchos casos el transporte lo pusieron los ayuntamientos, como explicó Pedro Sánchez, un albañil que llegó con su esposa desde el istmo de Tehuantepec, en el sur del país, y delegó en la coordinadora del grupo otras declaraciones porque era la “autorizada” para hablar.

La oposición insistía en que muchos fueron forzados a participar, pero los manifestantes lo negaban.

“Yo vengo desde Sonora en avión y me pagué mi boleto”, explicaba la abogada América Verdugo.

En 2006, López Obrador se quedó a un ajustado 0.56% de los votos para conseguir la presidencia. Denunció que había ocurrido un fraude electoral y consiguió que un número enorme de personas lo apoyaran. Fueron las mismas que durante los 12 años posteriores se organizaron y le llevaron al poder en las elecciones presidenciales de 2018. Parte de esa gente, algunos de ellos de clase media, académicos, defensores de derechos humanos, feministas o ecologistas, son ahora los más críticos del gobierno.

Clara Jusidman, fundadora de INCIDE Social —una organización no gubernamental especializada en democracia, desarrollo y derechos humanos_, y que ha participado en muchas marchas a lo largo de la historia, algunas junto al ahora presidente, consideró que “no importa el número, importa la razón por la cual la gente acude a las marchas”.

A su juicio, muchos mexicanos se sienten obligados a participar porque reciben transferencias directas del gobierno, que es la principal vía utilizada por el presidente para apoyar a los más necesitados, algo que ella considera es un sistema de “sujeción o subordinación” más que un ejemplo de democracia social.

Otros parecían más interesados en quedar bien con el partido de cara a las próximas elecciones locales, estatales o presidenciales. Algunos de los aspirantes a suceder a López Obrador en 2024, como el secretario de Gobernación Adán López; el de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard, y la jefa de gobierno de la capital, Claudia Scheinbaum, estuvieron presentes en la marcha.

No faltaron los fanáticos del mandatario, como Alberto Cervantes, que viajó desde Los Ángeles y llevaba su rostro tatuado en el brazo con las siglas “AMLO 4T”, y otros más críticos, como Lorena Vaca, que ondeaba una bandera de la comunidad LGBTQ y le pedía mayor atención para las mujeres y la comunidad transexual.

Sin embargo, es la falta de autocrítica, sus tintes mesiánicos y sus crecientes llamados a la polarización lo que le reprochan muchos sectores sociales que llevaron a López Obrador a la victoria, como las clases medias capitalinas, defensores de derechos humanos, ecologistas e indígenas, quienes han criticado sus políticas de militarización, de leyes cuya constitucionalidad se ha cuestionado en los tribunales o el apoyo a megaproyectos polémicos.