Adaptación de la galardonada novela satírica del mismo nombre, White Noise (disponible en Netflix) es la última película de Noah Baumbach (The Squid and the Whale, Marriage Story), una pieza absurda de múltiples facetas, donde la familia Gladney intenta seguir con sus vidas mundanas ante una catástrofe que las pone en peligro.
Desde la primera escena White Noise tiene el aire de un drama clásico de Baumbach, presentándonos a una familia que discute sin descanso y que habla, a un ritmo vertiginoso, por encima de los demás.
Jack (Adam Driver) y Babette (Greta Gerwig) son el cuarto cónyuge del otro y han reunido a sus familias, criando a cuatro niños tercos bajo el mismo techo. Jack es profesor de Estudios Hitlerianos en la universidad local. Babette enseña fitness a los ancianos de la zona y está obsesionada con el miedo a morir.
Ese tono clásico de Baumbach se desvía luego en una dirección muy diferente. White Noise se divide en tres actos y en el segundo se produce un desastre en la ciudad cuando un accidente de tren desata una nube de gases mortales y la familia Gladney se ve obligada a evacuar, en medio de un ambiente apocalíptico.
A nivel interpretativo Driver y Gerwig están muy bien, pero son los niños las estrellas más destacadas de la película. White Noise presenta a Sam Nivola como Heinrich y a Raffey Cassidy como Denise, sin duda más listos y escépticos que sus padres.
El “evento” es a todas luces una alegoría premonitoria de los tiempos modernos, en particular de las reacciones a la pandemia de coronavirus. El caos se desata durante la evacuación y, ante la cuarentena, surgen todo tipo de teorías conspirativas cuando la gente empieza a desconfiar de los medios de comunicación. Baumbach ofrece un duro y divertido comentario social a partir de un libro que se publicó hace más de 30 años.
Tercer acto
A nivel técnico el filme está en una escala mucho mayor de lo que el realizador había hecho hasta ahora. Aunque sigue consiguiendo encajar los devastadores argumentos emocionales e íntimos que tan bien ha sabido plasmar en sus cintas anteriores, ahora estos se combinan con enormes decorados y cientos de actores. Las escenas de evacuación son mejores que las de cualquier película de catástrofes de los últimos años.
Desgraciadamente, todo se viene abajo en el tercer acto, en el que Jack y Babette se replantean sus vidas y lo que es importante después de rozar el desastre. Se vuelve redundante y confusa, una mezcla fatal para cualquier propuesta narrativa porque hace que perdamos el interés.
Sin embargo, incluso con el flojo acto final, hay suficiente interés en la parte central para que merezca la pena verla.
En ocasiones poética, en otras absolutamente demente, White Noise marca una nueva y audaz dirección para Noah Baumbach. Un imperdible es la escena de los créditos finales, una alocada e irónica celebración del consumismo estadunidense.