Con el primer cuadro del Centro Histórico blindado, y el Comité del 68 pidiendo manifestaciones pacíficas para evitar caer en provocaciones, arrancó la marcha para conmemorar los 45 años de la masacre del 2 de octubre de 1968 a estudiantes.
En la Plaza de las Tres culturas, los contingentes de universidades públicas, el SME y el comité del 68 se reunieron para recordar a los caídos de ese octubre negro.
El memorial lucía lleno de flores, algunos cantaban y aprovecharon para tomarse fotos con los sobrevivientes de ese movimiento.
Al extremo de la plaza, una decena de jóvenes ataviados con indumentaria punk, el rostro cubierto y banderas con el símbolo anarquista daban vueltas y se organizaban, se tapaban el rostro, platicaban entre ellos y algunos “moneaban” a gusto. En ningún momento se acercaron a los organizadores de la marcha, tampoco al resto de los estudiantes, estaban lejanos de lo que ahí sucedía.
Alrededor de las 16:00 horas los contingentes, en su mayoría de la UNAM, UAM y UACM comenzaron la marcha que partió de Eje Central, se dirigían hacia el Hemiciclo a Juárez.
Gritos y porras con los nombres de Marx, Lenin, Zapata y el Che Guevara fueron el sonido que acompañó a la manifestación. La vanguardia estaba comandada por el comité del 68, atrás los estudiantes y hasta el final, sin siquiera estorbar, el grupo de anarquistas.
No pasó mucho tiempo para que la marcha se topara con el grupo de granaderos, quienes estaban estratégicamente desplegados por las calles de dicha avenida.
Fue a la llegada del grupo de anarquistas cuando todo se salió de control. Cuando el pánico, la adrenalina y la incertidumbre se apoderaron de quienes ahí estábamos.
Los anarquistas saben provocar, incluso a la prensa, pues nos desentendimos de las marcha del 2 de octubre para cubrir los desmanes de quienes se dicen “verdaderos revolucionarios”.
Aventaron piedras, palos, pedazos de concreto y bombas molotov, gritaron de todo y contra todos; salieron por todas partes.
En un principio los granaderos trataban de contener los ataques, incluso se sintieron acorralados en la Avenida Hidalgo, la que desemboca a la Alameda Central.
- ¡No sean putos¡, gritaban al unísono los anarquistas.
Las cosas tomaron un tinte diferente cuando los anarquistas intentaron tumbar las vallas que protegían la entrada a la Alameda Central. Medían poco más de 3 metros pero eso no impidió que a punta de patadas y pedradas lograsen derribar una, fue ahí cuando el cuerpo de granaderos actuó y aventó gas pimienta.
Me tocó de frente, sólo logré ver un policía con una lata en la mano, de ahí salió un gas grisáceo, los ojos comenzaron a llorar, y la garganta a picar, corrí y me resguardé con el resto de los compañeros.
Se hizo una batalla campal entre granaderos y anarquistas, ambos bandos lanzaban piedras, gases, y demás instrumentos que se encontraban a la mano. Sin embargo los anarquistas lograron conectar y prendieron fuego a un policía, se rieron y festejaron la hazaña.
Escuché a un joven gritar “Qué se quemen todos por putos, que se quemen todos”.
El saldo al final del día fue de 102 detenidos y más de 50 lesionados, según cifras oficiales.