Por: Rodrigo Trejo
El fin de semana visité el Palacio Postal en el centro histórico de la ciudad de México. Además de la arquitectura Plateresca y la elegante decoración del interior, el recinto tiene un museo postal con una exposición filatélica permanente que llamó mucho mi atención.
La cultura epistolar me atrae mucho; la correspondencia entre grandes personajes es parte de su legado, los protocolos postales son un retrato de la ideología de tiempos lejanos y los mensajes contenidos en las cartas son un recuento de primera mano del acontecer pasado. Tener acceso a estas piezas literarias es invaluable para la investigación histórica y es un lujo para los curiosos como yo que se interesan en los testimonios del ayer.
Además del Palacio Postal, existen otros lugares donde es posible admirar cartas de celebrados personajes. Uno puede visitar la casa de Frida Kahlo y echar un ojo a la correspondencia personal de la artista o ir a la casa de León Trotsky y descubrir sus inquietudes y temores, a través, de sus relaciones epistolares. Para los que puedan salir al extranjero, hay una exposición en Nueva York donde se muestran cartas de John Lennon, Vincent Van Gogh, Gandhi, Ernest Hemingway y otros, y si se esperan (y tienen un chingo de dinero) éstas serán subastadas en diciembre.
Quien haya leído las cartas entre Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir entenderá las posibilidades románticas del género epistolar. También nos podemos imaginar lo especial que era para un soldado de la primera guerra mundial recibir en las trincheras una carta de su amada. Hoy nos emocionamos por un SMS de diez palabras de nuestra enamorada, pero ¿cómo habrá sido leer dos o tres cuartillas de la mano de la persona que extrañas?
Primero el e-mail, luego los mensajes y ahora las redes sociales. Parece que el universo conspira en contra del género epistolar. Desde la popularización del Internet, la comunicación escrita ha reducido significativamente su extensión y su profundidad.
Hoy se hacen conversaciones enteras a partir de monosílabos y acrónimos en el mundo digital. OMG sustituyó a “Caracoles, esa noticia me ha conmocionado.” LOL es sinónimo de “cuanta gracia me hace eso que escribes.” Y cada día nuestro lenguaje escrito es más pobre.
Recientemente tuve la iniciativa de escribir cartas a mano y las sellarlas con cera como si fuese yo un hombre del siglo XIX. Conseguí una pluma antigua de esas que debes remojar en tinta cada tres palabras para seguir escribiendo y comencé con mi primera carta. Las palabras no salieron con facilidad. Nunca antes había tratado de expresar en tantas palabras un mensaje personal. Hagan el intento, cuéntenme como les va.