La recomendación de esta entrega va más allá de una exposición o una pieza, y hoy los invito a revisar la obra del escultor mexicano Hersúa. Seguramente habrán oído de él por el Espacio Escultórico de la UNAM en CU, pero más allá de ese mar de lava con escultura abstractas, vengo a relatarles mi experiencia con Ovi, una pieza expuesta en el jardín escultórico del Muso de Arte Moderno.
La semana anterior tuve la oportunidad de tomar una curso para educadores de arte que impartió el IMASE en alianza con el Lincoln Center Institute en el Museo de Arte Moderno. Más allá de lo gratificante e iluminador de la experiencia, en algún momento tuvimos que hacer una exploración en trono a Ovi, la pieza de Hersúa que comenté.
A simple vista se podría pensar que Ovi es una araña gigante, un esqueleto geométrico u otra locura incomprensible del arte moderno. Si te detienes unos instantes a observar te darás cuenta que la escultura se trata un pentágono armado por cinco portales inclinados que dan la sensación de que uno cae sobre el otro.
Si decides recorrer la obra y deambular por dentro de los portales que la conforman, la experiencia cambia. Si avanzas en sentido de la inclinación, sientes un flujo que te impulsa a seguir andando e incluso la misma forma de los portales te invita a permanecer dentro. En cambio, si avanzas en sentido opuesto, la sensación es mucho menos fluida y el movimiento se percibe más lento. Luego, si te paras fuera de los portales en el espacio que se arma al interior de la pieza, surge la sensación de que todo se derrumba sobre ti.
Hersúa es uno de los pioneros del arte abstracto mexicano y desde los lejanos años 60 su obra ha buscado explorar nuevas dimensiones del lenguaje y la experiencia estética. Su propuesta escultórica, que raya con las fronteras de la arquitectura, pretende romper con los paradigmas de la apreciación pasiva e invita al espectador a transitar dentro de sus estructuras.
Hersúa hace crítica a los clásicos monumentos públicos; considera que un obelisco es una expresión deficiente del arte urbano y propone obras que involucren al espectador y le permitan el uso de todos los sentidos para su apreciación. Busca que su público transite sus obras, las recorra y genere pensamientos que generen un vínculo más íntimo entre la pieza y el espectador.
En el caso de Ovi, solo la interacción con la obra te permite comprender el desequilibrio, el movimiento y la fluidez que esconde la obra. Lo mismo sucede en el Espacio Escultórico, donde si te mantienes ajeno a las piezas no te llevas más que la idea de un paisaje poco común.