En el mes de diciembre se exaltan en México las tradiciones relacionadas con la Navidad. El ciclo festivo inicia cuatro semanas antes del 25 de diciembre con el Adviento, un tiempo para recapacitar, analizar y concluir sobre uno mismo. Del 16 al de 24 diciembre se organizan las posadas, se coloca el nacimiento, se presentan pastorelas, se elaboran piñatas y adornos navideños, se entonan villancicos y se preparan alimentos propios de la época.
El 25 de diciembre se recuerda el nacimiento de Jesús; el 28 es la Fiesta de los Santos Inocentes; el 31 se despide al Año Viejo y se da la bienvenida al Año Nuevo; el 6 de enero es Día de Reyes (la Epifanía) y el 2 de febrero de la Candelaria.
Antes de la llegada de los españoles, los mexicas festejaban en el solsticio de invierno el nacimiento de Huitzilopochtli, dios relacionado con el Sol y la guerra. La coincidencia de fechas fue aprovechada por los evangelizadores para introducir la fiesta de la Navidad.
En los pueblos indígenas de hoy la Navidad adquiere tintes especiales, pues está considerada como una de las fiestas más importantes de su calendario religioso.
En algunos lugares los festejos recaen en manos de mayordomías, cofradías o hermandades; cada región tiene rituales específicos y una gastronomía propia.
En las grandes ciudades se han incorporado elementos que son propios de otras culturas, como Santa Claus y el árbol de Navidad, resultado de un proceso que se recrea y se construye de una generación a otra y de un lugar a otro.
Lo importante es que las influencias externas no sustituyan o arrasen con las tradiciones y costumbres que tiene significado para los mexicanos.
Entren, santos peregrinos
Las posadas hacen referencia a los nueve meses de embarazo de la virgen. También representan el peregrinar que realizaron María y José para encontrar un sitio en Belén donde ella pudiera dar a luz. El penoso andar de la pareja obedeció a que debían cumplir con el censo ordenado por el emperador César Augusto.
En México, las posadas iniciaron en el siglo XVI. Tienen como antecedente unas misas de aguinaldo que realizaron los padres agustinos en el convento de Acolman. El permiso fue gestionado por fray Diego de Soria, prior del convento, y otorgado por el papa Sixto V. Estas misas se propagaron a otros sitios de la Nueva España y dieron paso a las posadas con música y bailes. De los atrios pasaron a los patios de las haciendas, a casas particulares, vecindades y espacios públicos.
A principios del siglo XIX fueron prohibidas, pues al popularizarse perdieron su contenido religioso e incorporaron prácticas que —en ese momento— se consideraron impropias y escandalosas. Algunos periódicos y libros de la época incluyen descripciones sobre el tipo de adornos que se colocaban en las casas, los productos que se vendían en los mercados, platillos y bebidas que se consumían en la cena de Nochebuena. Le sugiero leer el capítulo dedicado a las festividades en el Libro de mis recuerdos, de Antonio García Cubas, y la obra de Sonia C. Iglesias y Cabrera, Navidades mexicanas.
La posada tradicional incluye la procesión con los peregrinos (figuras que representan a Jesús y María), el canto de la letanía y de los versos para “pedir y dar posada”, algunos rezos y villancicos, así como la repartición de canastas con colación a los asistentes; todo en un ambiente de alegría con velitas, luces de bengala y silbatos, donde no puede faltar la flor de Nochebuena.
En la actualidad las posadas se han popularizado a tal grado —sobre todo en las zonas urbanas—, que se han convertido en un pretexto para cerrar el ciclo laboral, o en reuniones para beber, bailar y escuchar música.
No quiero oro, ni quiero plata
La piñata fue introducida a México en el siglo XVI por los evangelizadores. Se cree que su origen está en China y fue llevada a Italia por Marco Polo en uno de sus viajes. Al pasar a Europa la piñata se ligó al periodo de Cuaresma, donde además se organizaba un baile de máscaras.
Cuando recién llegó a México se mantuvo la costumbre de romperla en Cuaresma, el Domingo de Piñata; pero con el tiempo pasó a formar parte de las fiestas navideñas.
Tiene un simbolismo interesante: la lucha entre el bien y el mal. El colorido de la olla revestida equivale a los placeres y tentaciones que atraen al ser humano y que únicamente se pueden vencer por medio de la fe. Su forma tradicional es una estrella de siete picos, que a decir de algunos investigadores representan los siete pecados capitales.
Se elabora con un armazón y se adorna con papel de china en combinaciones de colores que resultan atractivas. Su hechura permite dar rienda suelta a las habilidades de los artesanos, tanto en el diseño como en el adorno. Además de estrellas, se reproducen animales, flores o frutas.
No se sabe quiénes compusieron los cantos alusivos a la piñata. Se han conservado gracias a la tradición oral; entre los más conocidos está: ¡Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino!
La piñata resulta imprescindible no sólo en las posadas, sino también en las fiestas de cumpleaños. Sus formas se han diversificado e incluido personajes de cómic o de películas. El municipio de Acolman organiza anualmente la Feria de la piñata, por ejemplo, donde se premian piezas estelares.
Vamos pastores vamos
La pastorela es una representación teatral que recrea la adoración de los pastores al Niño Jesús. Su origen está en un tipo de representaciones medioevales que se usaban para reafirmar la labor evangelizadora de los cristianos.
En México correspondió a los evangelizadores hacer uso del teatro con fines religiosos, lo que fue bien recibido por los indígenas, que ya contaban con una tradición en representaciones de mitos, leyendas y asuntos de vida cotidiana.
Los personajes centrales son los pastores y el tema es la lucha entre el bien y el mal, encarnados en un arcángel y un diablo, respectivamente. Hay pastorelas con varios diablos, que se conocen como “endiabladas”.
Con el tiempo las pastorelas adoptaron el ingenio y la picardía del pueblo mexicano. Entre las de mayor tradición está la de Joaquín Fernández Lizardi, titulada La noche más venturosa.
Nació en Belén de Judá
La primera representación del nacimiento se debió a Francisco de Asís, en 1223, en una cueva de Greccio, en la Toscana italiana. El permiso correspondiente fue otorgado por el papa Honorio III. Se usaron seres vivos; posteriormente, figuras de barro.
En la actualidad, Toledo, Andalucía y Murcia (en España) conservan piezas consideradas como joyas de arte, elaboradas por reconocidos artistas.
En México la tradición de los nacimientos ha pasado de una región a otra, lo mismo que las técnicas, y se aprovechan diferentes materias primas. El Museo de Arte Popular (Ciudad de México) impulsa a este de manera decidida a través de exposiciones, talleres, cursos, seminarios y actividades extramuros. En la tienda hay una magnífica colección de nacimientos provenientes de diferentes estados de la República; lugar especial merecen las figuras que de los tres reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar.
Algunos coleccionistas han logrado reunir piezas de inestimable valor, seguramente motivados por amor al arte popular y a la tradición decembrina.
En el Bosque de San Juan de Aragón se presenta un nacimiento que recrea la vida cotidiana del pueblo de Belén, hace 2,000 años. Es una experiencia donde el visitante entra a otra época para recorrer un nacimiento a tamaño real. El año pasado se hizo acreedor a dos nuevos Record Guinness: mayor número de buenos deseos y mayor número de réplicas humanas.
Algo más
Las tradiciones mexicanas contribuyen a mantener valores: unión y convivencia familiar, trabajo en equipo, preservación de costumbres ancestrales, y un espíritu de paz e igualdad. Son un elemento que nos identifica como mexicanos en nuestro país y en el extranjero; y parte de nuestra conciencia colectiva y de una cosmovisión heredada de nuestros antepasados.
Aun cuando ha habido esfuerzos y apoyos gubernamentales significativos para el rescate de estas tradiciones, a través de diferentes programas, son insuficientes. Hace falta hacer más investigación, organizar campañas de difusión y de apoyo a sectores estratégicos. Urgen diseño e instrumentación de políticas públicas que revaloren nuestras tradiciones como un elemento de identidad y una manifestación cultural.
Le invito a conocer nuestras tradiciones decembrinas.