Imagine que un día, al despertar en la comodidad de su hogar, usted ya no sabe leer ni escribir. ¿Pediría ayuda? ¿A quién? Y si se encontrase solo, ¿cómo contactaría a alguien? Tal vez recuerde el nombre de su mejor amigo o de un familiar cercano, pero requeriría buscar en la agenda entre símbolos y garabatos que usted ya no entiende.
Ahora imagine que su vida siempre ha sido así. ¿Tendría el empleo que ocupa actualmente o las comodidades en las que vive? Lo más probable es que no.
Ahora piense que, en el mundo, esas dificultades las enfrentan día con día casi 774 millones de personas mayores de 15 años que, debido a condiciones de pobreza, exclusión social o discriminación, no saben leer ni escribir.
La capacidad de la lectoescritura, así como otros aprendizajes en nuestros primeros años de vida, representa habilidades tan cotidianas que olvidamos su importancia y el papel que juega en nuestras vidas.
Es por ello que hace más de 40 años la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) proclamó el 8 de septiembre como Día Internacional de la Alfabetización con el fin de fomentar conciencia en la población mundial sobre su relevancia en el desarrollo individual de las personas y, a su vez, generar un compromiso en materia educativa con los diferentes gobiernos.
Implicaciones
El analfabetismo es una de las prioridades en la agenda de la ONU debido a sus repercusiones en los planes de desarrollo económico y social del mundo.
Uno de los objetivos principales de la Declaración Mundial sobre Educación para Todos, por ejemplo, es la reducción de las tasas de analfabetismo de los adultos. Y fue hasta el Marco de Acción de Dakar en 2000 cuando se estableció una serie de metas exigibles hacia 2015.
Sin duda, el nivel de analfabetismo en un país evidencia no solo el incumplimiento del derecho a la educación sino también de otras garantías individuales que se relacionan con una vida digna, con democracia y justicia, como son el empleo o la seguridad social.
No solo eso: según el estudio Impacto social y económico del analfabetismo, de Rodrigo Martínez y Andrés Fernández, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Oficina Regional de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la alfabetización es un proceso que va desde “el manejo de destrezas básicas hasta competencias lingüísticas y comunicativas más complejas en estrecha relación con los contextos y situaciones de vida” y, por ende, su carencia provoca conductas de riesgo que tienen repercusiones sociales y económicas en el ámbito laboral y sanitario, principalmente.
Al respecto, la doctora Aurora Loyo, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, afirma que la alfabetización, como también la educación escolar, son “elementos de modernidad que brindan las herramientas y desarrollan un conjunto de habilidades necesarias para la vida cotidiana del individuo”.
Y complementa: “Son conocimientos indispensables para que un ser humano tenga las condiciones mínimas para sobrevivir de manera adecuada en sociedad, en cuanto al acceso a un empleo decente, salud, participación cívica e inclusive en términos de identidad”.
Articulación
De acuerdo con el estudio de la Cepal se necesita de conocimiento, educación y adquisición de habilidades para la modernización del sistema productivo y del comportamiento de los individuos.
En el plano individual, la educación brinda los conocimientos necesarios para aumentar la productividad del individuo y eso, en términos macroeconómicos, se traduce en crecimiento y desarrollo financiero al incrementar el capital humano de la fuerza laboral.
Sin embargo, ¿cuál podría ser el crecimiento de un país con altos índices de analfabetismo?
Los expertos destacan la importancia del desarrollo de capacidades y habilidades de la fuerza laboral en un país al señalar que la falta de una educación básica tiene efectos en los conocimientos básicos de nutrición y prevención sanitaria y sexual, lo cual trae como consecuencia comportamientos de riesgo, morbilidad, mortalidad temprana, altos índices de accidentes y/o desnutrición.
En particular, el poco conocimiento sobre salud sexual y reproductiva, así como sobre los métodos anticonceptivos, aumenta la posibilidad de embarazos de riesgo y, por ende, de mayor morbilidad materno-infantil.
Las correlaciones sociales del analfabetismo se basan en la premisa de que dentro del orden social se considera a la lectura como una “necesidad imperante para que un ser humano tenga las condiciones mínimas para sobrevivir de manera adecuada en sociedad en cuanto a términos de trabajo, salud, seguridad, participación cívica y también de identidad”, plantea Aurora Loyo.
“En cuanto a medidas sanitarias, no puedes leer una receta, no puedes informarte cuando hay una campaña de vacunación, por ejemplo; no hay aspecto de la vida en sociedad que no se vea vulnerada”, complementa.
Ciclos
Los expertos consideran que el analfabetismo se relaciona directamente con la desigualdad económica y la pobreza debido a los límites de acceso a empleo estables y mejor remunerados.
En México, el Instituto Nacional de Evaluación de la Educación (INEE) revela que solo 24.7% de los trabajadores sin instrucción básica de 24 a 64 años tiene una contratación estable. Y ante esa situación existe un ciclo de marginación por falta de educación que se reproduce entre las diferentes generaciones.
Asimismo, se dice que cuando los padres de familia son analfabetas tienden a tener menores expectativas y aspiraciones para sus hijos; se privilegia el trabajo ante la educación, y con ello se reproducen patrones de pobreza y desigualdad.
El estudio de la Cepal afirma que “cuando los padres tienen bajas expectativas y participación en la educación de sus hijos, estos tienen más probabilidades de tener problemas de rendimiento, bajas calificaciones, ser más proclives a repetir y hasta desertar de la educación formal”.
La doctora Loyo añade que los estudios han demostrado que para alcanzar el logro educativo en los menores, la educación de los padres es considerada como una variable muy importante, pues afecta también la calidad de la educación al relacionarse con el nivel cultural y el apoyo en casa, factores muy importantes para su formación.
Largo camino
Los expertos reconocen que el Estado mexicano, a través de diversas legislaciones, ha demostrado una fuerte intención por promover la educación y, como comenta Angélica Hernández, subcoordinadora de Enlace y Operación del Observatorio de Política Social y Derechos Humanos (Incide Social), este derecho se ha convertido en un elemento de bienestar.
En los últimos años “se han generado grandes avances enfocados a la expansión de la red educativa y por ello se han visto cambios tan sustantivos en los niveles de alfabetización”.
Sin embargo, Loyo considera por su parte que el asunto del analfabetismo en México no está resuelto, ya que a pesar de que la tasa es baja (6.9%), nuestro país es una nación altamente poblada, lo que indica el incumplimiento y nula protección de los derechos humanos de millones de mexicanos.
Hernández coincide y añade que “a nivel de políticas públicas todavía existen rezagos no solo en la implementación de los programas, sino que tienen que ver además con la dimensión y calidad del derecho a la educación”.
Es decir, implementar medidas más allá de la matriculación o cobertura y reconocer también qué tanto la población en edad escolar está adquiriendo las suficientes herramientas para su desarrollo personal.