La educación ambiental apareció como algo formal en 1972, con la Declaración de Estocolmo, pero en Latinoamérica la cultura ecológica surgió hasta la década de los ochenta y evolucionó hasta lo que hoy conocemos: una disciplina que busca la formación de seres activos en la solución de los problemas que demandan cambios de pensamiento y de conducta, es decir, que intentan formar hombres y mujeres diferentes.
En este sentido, Edith Caballero, directora de proyectos de Centro y Occidente de Pronatura México, explica que la educación ambiental se ha concebido como una estrategia para proporcionar nuevas maneras de generar en las personas y en las sociedades humanas cambios significativos de comportamiento y resignificación de valores culturales, sociales, políticos, económicos, y los relativos a la naturaleza.
Así, el principal objetivo del Día Mundial de la Educación Ambiental que se conmemora cada 26 de enero es crear conciencia en las personas y los gobiernos acerca de la necesidad de participación para conservar y proteger nuestro medio ambiente y revertir los daños que a lo largo de los siglos le hemos hecho.
Hay que crear nuevos modelos de desarrollo sustentable y complementarlos con los ya conocidos, para que las pequeñas acciones que toma cada persona repercutan globalmente en el medio ambiente de una manera positiva.
“Tenemos que tomar muy en cuenta que la educación ambiental no es una clase de ciencias naturales al aire libre. Hay muchos conceptos y disciplinas dentro de ella, que hay que retomar, como son biología, geografía, sociología, política y hasta economía”, apunta la bióloga.
Explica que dentro de su equipo de trabajo hay sociólogos, biólogos, ingenieros agroecólogos, sociólogos… “Estos últimos se han formado como educadores ambientales, para poder tener la capacidad de responder a las inquietudes que hay en torno de la gran complejidad que se deriva de los problemas ambientales”.
La también coordinadora del Centro de Educación Ambiental del Ajusco Medio dice que la capacitación que brindan es básicamente para tres sectores de la población: escolar, comunidades y empresarial.
Trabajando se aprende
Con los niños y adolescentes, indica Caballero, se hacen distintas actividades con ciertas temáticas, por ejemplo: el tema del agua, cambio climático, temas de servicios ambientales. “Desarrollamos visitas guiadas, cursos de verano, ferias ambientales, todo depende de los alcances que queramos tener con ese grupo en particular”.
Expone que en el caso de las comunidades se les da a conocer la importancia de los recursos naturales de donde viven y así las personas comienzan a desarrollar ecotecnias para que estas familias que son usuarias del bosque tengan un impacto mínimo en un ecosistema prioritario para el país y en medio del cual viven.
Explica que toda esta capacitación se realiza bajo el concepto de educación ambiental no formal, en la cual se utilizan diferentes técnicas que van desde la interpretación ambiental, talleres, pláticas, “dependiendo de las necesidades de cada uno de los grupos a los que se atiende; vamos desarrollando estas estrategias didácticas para fomentar valores ambientales”.
Otra parte de la educación ambiental que se realiza, expone la bióloga, está dirigida a los empleados de las empresas. En este sentido, detalla que la responsabilidad social ha venido transformándose de una cuestión filantrópica a realmente una verdadera responsabilidad social corporativa. En este caso, las empresas instrumentan acciones de conservación que no sólo rescatan al ecosistema que apoyan, sino que generan al interior de sus empleados diferentes valores con respecto del medio ambiente.
Más educación
En opinión de la educadora ambiental, certificada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semanart), México requiere desarrollar políticas públicas para que la educación ambiental sea una línea transversal y no nada más vertical en cuestiones educativas: “Las dependencias gubernamentales tienen que alinearse para tener como base a la educación ambiental, pues muchos de los programas que se instrumentan a veces se contraponen; si no hay esa transversalidad en el sector gubernamental, no vamos a poder avanzar”.
Explica que a nivel país se cuenta con avances significativos, “como la reforma en la educación; también se ha creado el Consejo Nacional de Educación Ambiental para la Sustentabilidad; además, se han firmado acuerdos internacionales donde se manifiesta la necesidad de instrumentar en todos los niveles la educación ambiental. Y ahí los medios de comunicación juegan un papel fundamental”.
Añade que si no hay una sinergia entre el gobierno y los medios de comunicación, la ciudadanía tiene información de todos lados, pero es difusa. “Lo que necesitamos es aterrizar. Por ejemplo, tenemos una problemática ambiental, pero entonces qué hago yo como individuo o como colectividad para frenarla; cuestiones tan básicas como la separación de la basura o cuidar el agua. No hay que reflexionar únicamente, sino actuar; pero para eso se debe de aprender a actuar”.
Edith Caballero apunta que se ha avanzado mucho, pero hace falta más investigación sobre cómo poder hacer que ese conocimiento que ya existe sobre la problemática ambiental llegue a la ciudadanía dentro de un lenguaje coloquial, para que esta se dé cuenta del verdadero problema que tenemos como país y como planeta, y de que si no instrumentamos acciones nuestra calidad de vida terminará siendo desastrosa.
“Hay que educar para mejorar y apreciar el medio ambiente. Hay que presentar y aprender conductas correctas hacia el entorno, no sólo conocerlo. Se trata de la concepción de la naturaleza no como fuente inagotable de recursos a nuestro servicio, sino como un ecosistema que tiene sus propias exigencias, que hay que respetar por nuestro propio interés y supervivencia”.