La instrumentación del Pacto por México no es ninguna panacea, pero se requiere para detonar en el país crecimiento y poder hacer frente a los desafíos. No es excusa el establecimiento de esquemas y controles pertinentes, sino la tarea pendiente.
Muchos consideran que los pactos sirven realmente para ganar tiempo; pero acaso podría verificarse que los pactos políticos se generan para superar etapas de intensa confrontación en la que cada partido, grupo o facción pretende imponer —en todo su alcance y consecuencias— su visión.
En este sentido, los pactos contienen un arreglo sobre los asuntos que deben instrumentarse para que la sociedad avance.
Por esta razón siempre será plausible participar en la construcción de pactos, en lugar de descalificar todo de inicio.
Al margen, desde el “fin de las ideologías” al inicio de la década de los años noventa la diferencia de programas entre partidos se centra en definir quiénes pagan más impuestos y en qué se destinan.
Un factor decisivo para el éxito de los pactos es el que todas las partes involucradas ganen algo; y esto incluye hasta el supuesto de que un participante en declive, pero aun con fuerza sobreviva políticamente.
Además, está la cuestión del recelo hacia quiénes se beneficiarán por su instrumentación exitosa o por sus efectos. Y todos los involucrados querrán aparecer como los factores decisivos —o ser los beneficiarios reales—; empero, la opinión pública, los medios de comunicación y la historia tienden a atribuir a uno solo el logro del consenso.
Indispensable
Al respecto, cabe destacar que si bien mucha de la sociedad civil desconfía de los políticos o los descalifica, su labor es indispensable para tejer y mantener una convivencia.
El Pacto por México fue elaborado por las principales fuerzas políticas del país, a excepción de la encabezada por Andrés Manuel López Obrador; en breve, se atestiguará si la oposición impulsará lo que ellos mismos dispusieron de manera consensuada.
Se entiende que lo establecido en el pacto es ambicioso, que su instrumentación consistente es compleja y que los plazos son ajustados, pero es lo que todos armaron; así que ningún participante señale que no contribuirán al éxito de uno solo; que existen trampas; que la intención era otra…
Por la naturaleza misma del documento en cuestión, los compromisos pueden ser generales, de interpretación amplia o estricta, o acaso la realización de varios puede parecer contradictoria.
Lo que se espera es que quienes suscribieron el pacto encuentren la manera de realizarlo lo mejor posible. Todos —hasta los grupos que lo rechazaron— se la han jugado, por lo que se debe detectar a quienes buscan sembrar la duda, descalificar y concitar la desconfianza, en lugar de “meter todo el brazo” sin ambigüedades por su instrumentación.
Claramente, desde que se logró la democratización del sistema político, cuando la oposición tuvo peso en el Congreso, el incentivo de la clase política ha sido no cooperar. El reto ahora es que el precio de esta dinámica sea muy alto. Por ejemplo, como se manejó cada partido político en EU en el reciente asunto del llamado precipicio fiscal.