Cuando Cheyne Dougan dobló la esquina en la secundaria básica Clarksville, Arkansas,vio 3 alumnos en el suelo quejándose y llorando. En una fracción de segundo, 2 más salieron corriendo de un aula cercana.
“Tiene un arma”, grito uno de ellos cuando Dougan se le acercó con su pistola desenfundada. Adentro encontró a un alumno apuntándole a otro con una pistola. Dougan apuntó y le disparó 3 veces.
Los preparativos para tales probabilidades se han convertido en algo común para la policía después del tiroteo en Connecticut que en diciembre del año pasado dejó un saldo de 20 niños y 6 maestros muertos. Pero Dougan no es policía, sino subdirector de esta escuela de Arkansas, y cuando comience el nuevo curso escolar en agosto, caminará por la instalación con una pistola calibre 9mm.
Dougan está entre los más de 20 maestros, administradores y otros empleados escolares de esta localidad que portarán armas ocultas en la escuela, sobre la base de una ley poco conocida de Arkansas que permite guardias de seguridad armados y con licencia en los recintos escolares. Después de 53 horas de capacitación, Dougan y otros maestros serán considerados guardias.
Después de la masacre de Connecticut, la idea de armar a personal escolar para enfrentar a agresores se debatió con fuerza en todo el país. La Asociación Nacional de Portadores de Armas (NRA), la consideró la mejor respuesta a las amenazas graves.