Por Claudia Luna Palencia
Se trata de la decimocuarta reunión del Grupo de los 20 (G-20), es la primera que se realiza en Japón y se ha convertido en una de las más esperadas de los últimos años quizá porque el propio caldeado ambiente internacional está urgido de que alguien apague las llamas lo más pronto posible.
La cumbre se desarrolló del jueves 27 al sábado 29 en la ciudad de Osaka y de los 19 integrantes, una mezcla de países industrializados con economías emergentes, a la cita nipona no acude Andrés Manuel López Obrador, presidente de México.
Este foro se considera una coyuntura dorada para reunirse con diversos importantes líderes mundiales y aprovechar la oportunidad para concertar visitas oficiales de Estado, hablar de agendas comunes y darse a conocer.
En su conjunto el cónclave representa “a 66% de la población mundial y 85% del Producto Interno Bruto del planeta”. En casi tres quinquenios se ha convertido en un imprescindible espacio global con economías que van a distintas velocidades y arrastran variopintas problemáticas; los líderes participan aportando su punto de vista en la búsqueda de soluciones a desafíos que son de calado mundial.
Hasta allí acudieron los líderes de Alemania, Canadá, EU, Francia, Reino Unido, Italia, Japón y Rusia, junto con las autoridades de la Unión Europea (UE), Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía.
España como invitado de honor permanente estuvo representada por el presidente en funciones, Pedro Sánchez, estos días preocupado porque no logra los apoyos políticos para investirse pese a que ganó las recientes elecciones generales.
Este grupo es relevantísimo porque significa 80% del comercio global, razón más que toral para defender entre todos el cauce del multilateralismo frente a un solitario Donald Trump convertido en émulo del economista alemán Friedrich List, adalid del proteccionismo del siglo XIX y quien esgrimió las barreras arancelarias para proteger a las incipientes empresas alemanas de la competitividad inglesa.
En la actualidad Trump retrotrae 100 años después las barreras para proteger a EU del avasallamiento chino a fin de postergar lo más posible el cambio de era.
La agenda de Osaka incluyó una serie de temas de necesario consenso: desde la lucha contra el cambio climático, políticas migratorias integrales y de igualdad de género, así como el envejecimiento de las sociedades, pasando por el empoderamiento de la mujer, la innovación, la economía digital y hasta la Agenda 2030 aunada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La tercera ciudad nipona más grande del archipiélago recibió a los líderes mundiales invitados en medio de un chaparrón incesante como si fuese la metáfora misma del estado de ánimo global: grisáceo, tenso, desanimado, con truenos y tormentas en todos los sentidos.
Hasta el cierre de esta edición caracterizaba el encuentro un cúmulo de tensiones derivadas de la guerra comercial de EU contra China y en la que también están otros países sumándose en la medida que contrarrestan a Washington respondiéndole con incrementos en barreras arancelarias.
Hace unas semanas India elevó 70% sus tarifas arancelarias contra la Unión Americana, medidas que entraron en vigor desde el pasado 16 de junio sobre las importaciones de manzanas, almendras, lentejas y varios productos químicos made in USA.
El primer ministro hindú, Narendra Modi, dice que su país ya fue suficientemente “paciente” con la política proteccionista norteamericana, que le provoca un castigo a sus exportaciones de acero y de aluminio tras la imposición de tasas de 25 y 10%, respectivamente. Finalmente decidió responder.
En ese escenario espinoso se han visto las caras el mandatario Trump y sus colegas europeos que apenas lo toleran; ha sucedido con el presidente ruso, Vladimir Putin, con quien obra exactamente al revés de lo que esgrimió en julio del año pasado durante su encuentro en Helsinki cuando habló de “hacer las paces” y “llevarse bien”.
Escenario espinoso
Un año después de la última cita del G-20 en Buenos Aires, tanto Rusia como China y la UE han recibido constantes desprecios, desplantes y decisiones de política económica estadunidense que les han terminado afectando: a Rusia les elevaron las sanciones económicas, retiraron 60 personas adscritas a su embajada en Washington, así como al consulado; a China le estableció un nuevo incremento de aranceles el 10 de mayo pasado, con otra alza de 10 a 25% en tarifas ad valorem por la importación de productos chinos por 200 mil millones de dólares, que es el mismo universo de artículos, productos y mercancías que ya venía grabando con una sobretasa desde septiembre pasado.
Y en ese quid pro quo ninguno de los actores agraviados (por el reciente paternalismo dirigido desde la Casa Blanca) se ha quedado cruzado de brazos: Rusia responde en los mismos términos diplomáticos y también comerciales con aranceles “entre 25 y 40%” a una serie de productos norteamericanos como maquinaria, equipo y herramientas.
También Beijing corresponde con un alza en las tarifas aduaneras de 10 a 25% en cinco mil 140 artículos, productos y mercancías importadas de EU por un valor de 60 mil millones de dólares en similar universo de artículos al que ya aplicaba diversas tarifas arancelarias desde septiembre de 2018.
Por su parte, en enero pasado la UE notificó a la Organización Mundial del Comercio (OMC) la imposición de aranceles definitivos de 25% a las importaciones de 26 categorías de productos de acero “de terceros países, cuando superen un tope determinado, para salvaguardar a los productores europeos” y frenar el desvío de exportaciones de acero “al mercado europeo a raíz del arancel de 25%” impuesto por Trump.
En este contexto de ánimos nublados y caras largas se estrecharon las manos la mayoría de los presentes —todos menos Trump—, convencidos del respeto al marco multilateral.
A esta guerra comercial se añade una enorme tirantez geopolítica. Dos mandatarios de naciones orientales desempeñan un rol inusitado como mediadores internacionales orillados por la Casa Blanca: el presidente de China, Xi Jinping, convertido en una bisagra clave entre el diálogo de sordos establecido entre EU y Corea del Norte, es uno de ellos; el otro es Shinzo Abe, primer ministro de Japón y huésped del evento del G-20, quien hizo una minigira internacional en la que incluyó una reciente visita histórica a Irán, intentando mediar entre Teherán y Washington.
Osaka ha sido el encuentro más esperado del año, con múltiples agendas bilaterales aprovechando la ocasión, la reunión más ansiada entre Xi y Trump.
A su vez el pelirrubio llegó como el sheriff del condado con las dos pistolas con el seguro levantado, obcecado en imponer sus condiciones a como dé lugar: no corren tiempos favorables para una negociación franca.
Desde el punto de vista de Miguel Álvarez de Eulate, director de la Fundación de Estudios Estratégicos e Internacionales (Fesei), Trump juega fuerte con su electorado y “él tiene a su favor que la economía crece en torno de 3% con apenas desempleo”; a Trump le interesa tener consigo al ciudadano norteamericano promedio.
“Desde nuestro análisis lo que él quiere es seguir con sus herramientas a favor de su ciclo proteccionista frente al aumento del poder mundial de China: esa es la razón de su guerra comercial”, comenta convencido.
Para Álvarez de Eulate EU empieza a ver debilitada su producción de alta tecnología, en la que China crece a pasos agigantados. “Hace 20 años producía barato y ahora compite produciendo alta tecnología”; eso, añade el experto, pone en riesgo el dominio norteamericano en el mundo.
Entrevistado en exclusiva para Vértigo el especialista reflexiona en la amplia gama de factores que obran para alterar la tesitura de las relaciones internacionales: “Tenemos factores comerciales, económicos, financieros y políticos. Un año después del último G-20 a esta nueva cita se llega con una tensión a nivel comercial que la prensa suele mencionar como guerra comercial, pero no ha sido el único tema en Osaka: por ejemplo están el del cambio climático y el del hidrógeno en cuanto a modificar toda nuestra mentalidad energética que tenemos ahora con el eje como petróleo”.
Desde el Fesei analizan otras variables como la financiera con las bolsas mundiales “en parada” porque están a la expectativa de lo que pase con el Brexit pero también con la guerra comercial y con la tensión en Ormuz entre Teherán y Washington.
—¿Tiene el factor político un papel esencial?
—Se trata de una variable determinante en aras de las elecciones presidenciales norteamericanas. Trump tiene como código de acción presionar para después negociar.
En Osaka hubo encuentros entre Trump y Xi en busca de un acuerdo de principios, que puede ser oficial o no oficial. “Esa presión es la misma que ejerció, por ejemplo, contra México con el tema migratorio: amenazó con los aranceles y provocó una reacción en el gobierno mexicano que ha debido desplazar a parte de su ejército hacia su frontera sur”.
Retrasar el cambio
Hay una sacudida norteamericana en todos los órdenes. No se puede ignorar la confrontación tecnológica entre EU y China con Huawei como pelota entre ambos jugadores.
La estrategia es la de una presión peligrosa: amagos, desafíos, amenazas consumadas, dar palo tras palo hasta debilitar (casi acorralar) para obligar a una negociación. La táctica va acompañada de fanfarronerías militares.
—¿Qué pretende Trump con todo esto?
—Básicamente cuidar su economía doméstica sin importarle hasta presionar a los propios organismos internacionales; quiere seguir con sus herramientas del ciclo proteccionista frente al aumento del poder mundial de China.
Estados Unidos en el fondo empieza a verse debilitado en su producción de alta tecnología porque China crece a pasos agigantados y pasa de ser una economía que hace 20 años producía barato, a producir alta tecnología. Y eso pone en riesgo el dominio norteamericano en el mundo.
“Recordemos que EU, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, diseñó el mundo bajo sus patrones. Pero los tiempos cambian y creo que los norteamericanos —Trump en lo particular— en el fondo piensan que se ven débiles en un mundo cada vez más complejo; en un mundo en el que Rusia cada vez representa un mayor papel importante, así como India. Y China le hace sombra a un nivel de poderío internacional con su Ruta de la Seda, sus inversiones en África, sus mayores inversiones en América Latina”, explica Álvarez de Eulate.
—¿Dónde tiene Trump la mira?
—En sus próximos años y en su reelección. Un presidente de EU que no repite es un fracasado.
—Las políticas que enarbola empoderan mucho al ciudadano estadunidense promedio….
—Exacto, es su votante. Calcula sus votos. No quiere ser un Jimmy Carter, quien no fue reelegido y que enfrentó una crisis con Irán. Trump no quiere repetir ese episodio; de hecho acaba de aumentar las sanciones a Irán; es muy claro que no quiere ser un Carter. Así es que no permitirá que ningún tema, llámese Irán o China, le pueda desbordar en su posición y que su electorado lo vea débil.
—Ante todo ser el dominante…
—Presionará hasta el límite. De hecho está a favor del Brexit y eso debilita a la UE; quiere seguir siendo la potencia con ventaja por encima de los demás.
En el seno del G-20 China buscó en su acercamiento con EU un acuerdo respetuoso, equitativo, igualitario y sobre todo serio. Lo anticipó días antes Wang Shouwen, viceministro de Comercio chino, cuando anunció la necesidad de encontrar un punto de convergencia entre ambas naciones y que fuera un “win win” (ganar ganar) de mutuo beneficio.
—¿Cómo negociar bajo los parámetros de la OMC si Trump la quiere derruir?
—La OMC se debate entre un multilateralismo defendido por China y un proteccionismo férreo apoyado por Trump; su papel es fungir como árbitro en este partido. Lo que pasa es que Trump, en su variable determinante que es su electorado, se mantendrá firme.
—¿Corremos el riesgo de que la OMC termine echándose abajo?
—Esperemos que no. Deben mantenerse unas normas que rigen el comercio internacional. Tiene que haber un orden. Si no se respetan unas normas mínimas entre los productores, exportadores e importadores, mal camino llevamos.
En diciembre de este año en la OMC deberán renovarse dos jueces que dependen de EU y Trump amenaza con dejarlos vacíos. “Espero y deseo que no lo haga. Sería una gran irresponsabilidad. Insisto: él persigue su reelección y pretende ganar tiempo”.
Juego peligroso
Una variable fundamental es el petróleo como un commodity prioritario en cuanto a las expectativas de crecimiento o de contracción global. Y es muy sensible porque responde a tensiones económicas, pero igualmente políticas.
Como asesor internacional Álvarez de Eulate cree que no se llegará a una escalada bélica de EU contra Irán, no en forma de desembarco o de tropas en tierra pero sí podrán darse acciones de guerra híbrida, sobre todo maniobrar a través de la red: ciberataques.
Hace unos días se difundió que China compró un millón de barriles de crudo iraní (le llegaron el 20 de junio a la refinería Jinxi) en medio de las sanciones norteamericanas que pretenden que la nación persa tengo cero exportaciones de petróleo. Y a la UE Teherán le exige que le siga comprando crudo.
—La UE está casi sin capacidad de acción…
—Está sumida en una pequeña crisis. Cuando en tu casa se quiere ir un hijo que se ha portado bien y lleva muchos años siendo un hijo inteligente y de repente hace un referendo y dice que se va la credibilidad de Europa se pone en entredicho.
—Una parte de la prensa británica argumenta que la Casa Blanca ha creado una crisis ficticia e innecesaria con Irán. ¿Tendremos otro caso como Bush e Irak?
—Un ataque militar a Irán no lo creo. Ya no hay guerras tradicionales: son ataques muy selectivos. Irán es una gran potencia: tiene una gran capacidad militar. Israel no puede con ella sola. Irán es una potencia a la que se le puede hacer un daño puntual pero sería peligroso llegar a un ataque directo: son muchos millones de habitantes.