EUROPA ALZA LA VOZ CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

El cambio climático es mucho más que la nota del reporte del estado del tiempo.

Foto: Especial
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Redacción
Política
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Para Donald Trump lo del cambio climático es una auténtica falacia, en sus propias palabras, “un invento chino”, y aunque su postura obra a favor de las industrias del carbón, las siderúrgicas y las fábricas automotrices a nivel global cada año empeoran tanto el clima como los elevados niveles de polución.

Muchas ciudades y capitales otrora presuntuosas de cielos limpios de esmog en la actualidad lucen una imagen desmejorada: aquí en Madrid ya se habla de emergencia ambiental, de programas para limitar la circulación vehicular y todos los días se hacen mediciones de los elementos contaminantes.

Eso no pasaba en 1999, justo cuando en la Ciudad de México el esmog ya era cosa de todos los días y se recurría a los programas de circulación limitada entre los coches pares y los nones.

Hoy, 20 años más tarde, la capital de España vive atrapada por una nube platinada: lo que más sube es el nitrógeno mezclado con otros agentes nocivos. A la gente le pica la garganta, la nariz moquea a cada rato y los ojos se sienten arenosos. En la capital azteca su bomba nociva la forman el plomo y el dióxido de carbono.

Es decir, que el cielo ya no es un plato azul sino una boina gris marrón que tiende a empeorar a pesar de las fórmulas de la alcaldía, cuestionada porque los vehículos circulan a baja velocidad y la decisión reciente de limitar el tráfico en el cuadrángulo estratégico del centro de la ciudad.

El cielo no tiene patria: la contaminación terminará atrapando a toda la humanidad si no se hacen denodados esfuerzos para frenarla, primordialmente mitigarla.

Si para el presidente de EU la alquimia pasa por hacer dinero y recoger votos —pésele a quien le pese—, para muchas organizaciones civiles es cuestión de salvar a la especie… y también lo es para las generaciones más jóvenes.

El viernes 15 de marzo aconteció un movimiento espontáneo a nivel global, que no fue organizado por ninguna ONG, ni por organismos oficiales, ni partidos políticos, ni por políticos en el poder: simplemente emanó de la organización de los estudiantes de más de 100 países que decidieron salir a las calles para denunciar que están en contra del cambio climático y que, sobre todo, notan muy escaso compromiso de la sociedad y de los gobiernos al respecto.

Se unieron gracias a la convocatoria por medio de diversas redes sociales. Lo hicieron en pro del #FridayForFuture inspirado en la quinceañera sueca Greta Thunberg: el año pasado, cada viernes, la adolescente se plantó en el Parlamento sueco con una pancarta para demandar a los congresistas un mayor compromiso medioambiental.

Thunberg —quien figura en las listas para el Nobel de la Paz— se ha convertido en un molde de inspiración para millones de estudiantes de todas las edades que este año han salido a las calles “en huelga” para exigirle a los políticos y a los gobernantes que hagan más por el planeta.

Hay preocupación. De cierta manera el medio ambiente se manifiesta de forma perniciosa volviendo abruptos muchos de sus fenómenos: cuando llueve, puede llover demasiado; cuando hace sol, puede llegarse al extremo de romper marcas normales del termómetro estival, y cuando sopla el viento también lo hace de forma inusual: cada vez hay más vendavales, ventoleras y ráfagas fortísimas.

El físico Theodore Shepherd, de la Universidad de Toronto, afirma que “el cambio climático producirá modificaciones en los vientos y estos a su vez en la capa de ozono”.

Para el especialista integrante del Programa Mundial de Investigación en Clima se está creando una especie de “efecto batidora” derivado del cambio brusco de las presiones atmosféricas con la mezcla de gases fríos y calientes. Varios pilotos de avión han notado su frecuencia e intensidad.

“Parte de esa dinámica de vientos son ondas planetarias de sistemas de baja y alta presión que se propagan hacia arriba, hacia la estratosfera, y que al romperse producen un fenómeno que de manera vulgar se podría asemejar al efecto de una batidora”, en consideración del experto.

Vientos más fuertes, más huracanes y más ciclones. Hace unos días la madre naturaleza se cebó con el sudeste de África, donde el paso del ciclón Idai provocó una destrucción masiva, “la más fuerte en dos décadas”, en Mozambique, Zimbabue y Malawi.

Se contabilizaron al menos 375 muertos y la destrucción de cientos de aldeas, comunidades y comarcas, el viento superó rachas de 177 kilómetros por hora. Hay más de 1.7 millones de personas afectadas por el ciclón.

Impacto

Esto va más allá del simple paisaje de los días soleados o lluviosos, del cielo dibujado con nimbos, cúmulos, cirros o estratos dominando el horizonte: el cambio climático es mucho más que la nota del reporte del estado del tiempo.

Hay una constante aparición de diversos fenómenos meteorológicos que se recrudecen entre sí, como El Niño y La Niña; el primero, referido con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial, provoca la extensión del calor sofocante, la desertificación, la agudización de la sequía y eleva las temperaturas notoriamente; la segunda ocasiona perturbaciones considerables en la zona intertropical y ecuatorial, manifestándose como antónimo de El Niño con abundantes lluvias.

Son las dos caras de una misma moneda bastante inquietantes porque alteran el ecosistema y desde luego trastocan la vida y actividad económica de los seres humanos: la sequía altera el orden de la siembra y mata las cosechas, seca los manantiales, los ríos, los mantos acuíferos y baja los niveles de las presas y de las obras hidráulicas de almacenamiento de agua.

En tanto que la lluvia abundante provoca el efecto contrario, pero también daños perniciosos y otras alteraciones colaterales negativas porque anega los cultivos e implica una pérdida económica para los agricultores junto con una subida en el precio de los alimentos ante su carestía.

De acuerdo con el Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno El Niño (CIIFEN) hasta el momento los años más acuciosos de esta fenomenología han sucedido en 1982-1983, 1997-1998 —lapso especialmente maligno porque provocó 20 mil muertes en todo el mundo y pérdidas económicas superiores a los 34 mil millones de dólares, según la Organización Mundial de la Salud— y en 2015-2016.

No obstante se pronostica que precisamente a partir de 2019 pueda darse otro gran episodio de calor, con las consecuencias correspondientes para la vida humana.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) estima entre “75 y 80% de probabilidades” de que se forme otra vez, aunque no tan severo como en otras ocasiones.

“El último gran episodio de inundaciones en América del Sur y sequías en África y Asia se registró en 2015-2016 y afectó los patrones climáticos alrededor del mundo”, reportó recientemente la BBC.

¿Sucederá en 2019? La OMM y otros científicos estadunidenses creen que sí y basan sus predicciones desde “una mera condición cálida-neutral” hasta un evento de fuerzas moderadas “con temperaturas de la superficie del mar de hasta un máximo de 0.8 a 1.2 grados centígrados” por encima de la media.

Europa el año pasado vivió un verano infernal. En Finlandia varios centros comerciales abrieron de noche para permitir que la gente durmiese con el aire acondicionado.

Los países nórdicos, acostumbrados a temperaturas más suaves, generalmente entre 18 y 20 grados centígrados en primavera y verano, experimentaron una subida inusitada de sus termómetros cercana a los 30 grados.

“Un calentamiento de una fracción de grado supone una diferencia en la salud humana, el acceso a los alimentos y al agua dulce; en la extinción de plantas y animales, y en la supervivencia de los arrecifes de coral y la vida marina”, aseveró el organismo.

Y aun así 2019 podría ser inclusive mucho más cálido que el año pasado. De acuerdo con un estudio publicado en National Geographic a partir de información del Climate Protection Center existe una probabilidad de que “con El Niño este sea el año más cálido registrado”.

Apenas ha entrado la primavera y en el sur de España no ha caído en meses una sola gota de agua; mientras los países nórdicos ya anticipan que, de cara al verano, necesitarán algo más que protección solar. Los embalses lucen semivacíos, algunos incendios, como los de Cantabria, preocupan.

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) de España difundió que el invierno que recién se despidió fue el tercer invierno más cálido del siglo. “Nunca se habían registrado unas temperaturas máximas tan altas”, lo que hace que sea el segundo invierno más seco del siglo.

Los sitios tradicionales de nieve tuvieron que recurrir a los cañones artificiales para mantener lo más accesibles posible los resort de esquí, tanto al norte como al sur de la geografía española. En el amanecer de enero Sierra Nevada, en las cumbres de Granada, se derretía bajo un sol de 20 grados.

Evidencia contra Trump

Las imágenes de satélite y la evidencia que se obtiene desde el espacio no mienten: para la división de la NASA dedicada al cambio climático global los datos científicos recabados son concluyentes de que se está en fase de evolución de una nueva era climática, en parte propiciada por la enorme concentración de partículas de dióxido de carbono, que según el organismo espacial han incrementado en 411 partes por millón.

Al mismo tiempo la temperatura global ha subido 1.9 Fahrenheit desde 1980. “El hielo del ártico reduce 12.8% por década”; y la temperatura del nivel del mar sube 3.2 milímetros por año.

En opinión de la NASA son datos muy pesimistas: “Por siglos el dióxido de carbono en la atmósfera nunca había estado por encima de 300 partes por millón y superó por vez primera dicho nivel en 1950. En la actualidad estamos en 400 partes por millón”.

En los últimos 650 mil años, aclara la agencia norteamericana, han sucedido siete ciclos de avance y retroceso glaciar. Por eso “la evidencia acerca del calentamiento global se considera significativa”, porque 95% de la problemática actual es resultado de la actividad humana desde la segunda mitad del siglo XX.

“Desde los satélites y gracias a otros avances científicos hemos logrado recolectar diversos tipos de información acerca de nuestro planeta y de su clima a escala global”, añade.

Toda esa información, subraya la NASA, revela una fenomenología negada por el propio presidente de EU en una de las economías que más emisiones de dióxido de carbono emiten a la atmósfera.

Sobre todo se pone especial énfasis en los Gases de Efecto Invernadero (GEI), “que absorben y emiten radiación dentro del rango infrarrojo”.

Greenpeace destaca al respecto que los principales GEI son vapor de agua, dióxido de carbono, metano, óxido de nitrógeno y ozono, este último con una interacción además directa con los rayos UVA y UVB.

De acuerdo con un informe del Consejo Europeo entregado al Parlamento Europeo, las emisiones de GEI en la UE y el mundo se componen de la siguiente forma: 81.2% producidas por dióxido de carbono; 10.6% por metano; 5.5 óxido nitroso, y 2.5% por hidrofluorocarburos.

Dentro de la UE Alemania y Reino Unido son los mayores emisores de GEI, mientras que a nivel global lo son China, EU y después la Unión Europea en su conjunto.

A finales de diciembre de 2015 se signó en la capital de Francia el llamado Acuerdo de París; lo rubricaron 295 países, a excepción de Siria y Nicaragua.

El entonces mandatario estadunidense Barack Obama lo firmó y se comprometió a propiciar las bases de la descarbonización de la economía norteamericana.

Al mundo le duró muy poco el gusto porque el triunfo del Partido Republicano en la Presidencia de EU ha trastocado de la mano de Trump buena parte de la agenda internacional y geopolítica.

Como reveló el periódico The New York Times, “EU con Obama prometió recortar para 2025 los GEI de 26 a 28% y repartir para 2020 tres mil millones de dólares en ayuda para que los países menos desarrollados puedan reducir su dependencia de los combustibles fósiles”.

Empero Trump anunció el retiro de su país del acuerdo el 1 de junio de 2017 y aunque técnicamente demora un tiempo de cuatro años su salida oficial, prácticamente la Casa Blanca le ha dado la espalda.

Para The New York Times aún podría dar un “paso más radical” consistente en salirse también de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

¿Habrá un retroceso de promesas y logros? Al parecer así será, según lo publicado por Rhodium Group: “Las emisiones del país con Trump caerán entre 15 y 19% para 2025 respecto de los niveles de 2005, en vez de entre 26 y 28% como prometió el gobierno de Obama”.

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