Los atentados que sufrió Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 desataron el nacimiento de un nuevo tipo de terrorismo: ese que ataca a todos porque no tiene enemigo definido, que dispara sin sentido porque no tiene blanco determinado, que no vacila en su brutalidad porque no se propone generar simpatías sino complacer odios…
En suma, un terrorismo que al corazón mismo de las sociedades del mundo como un ente invisible del que se desconocen raza, religión, ideología o color de piel: después de aquella fatal fecha, dicen los expertos, ahora el peligro radica en el hecho de que los grupos extremistas no son ya producto de la defensa de razas, ideologías, dogmas religiosos o paradigmas políticos: ahora son células minúsculas con un alto nivel de educación, un elevado estatus socioeconómico y estabilidad en sus lazos familiares.
De hecho, añaden los especialistas, constituyen todo lo contrario de la creencia popular, totalmente errada, de que los terroristas suicidas son siempre y exclusivamente personas sacadas de las filas de los inestables mentalmente, económicamente desfavorecidos o solitarios y abyectos.
Ahora, por el contrario, el nuevo terrorismo engloba actos y estrategias más difíciles de prevenir o combatir, ya que se vale de las nuevas tecnologías, obtiene financiamiento privado y no busca alianzas con gobiernos determinados.
Alarma
Luego de los atentados terroristas de los últimos meses (en Francia, Bélgica y Turquía, por ejemplo) la atención del mundo se centra en este problema que se renueva de manera inédita, más violenta y con formas de actuar propias.
Al respecto, el Instituto para la Economía y la Paz (IEP) emite un informe anual llamado Global terrorism index y en el más reciente presenta datos alarmantes: establece que estamos ante un fenómeno global que creció en número de atentados, entre 2013 y 2014, más de 60%; y en número de víctimas 80%. Es decir, el aumento más grande asentado desde 2000, fecha en que se inició este registro.
En 2013, indica el IEP, perdieron la vida en estos ataques casi 18 mil personas. Y para 2014 la cifra ascendió a 32 mil 658. Como era de prever, la gran mayoría ocurrió en países con presencia importante de estos grupos violentos: Irak, Afganistán, Pakistán, Nigeria y Siria.
Los responsables de la mayoría de esos ataques fueron el autodenominado Estado Islámico (EI), Boko Haram, Al-Qaeda y los talibanes.
Otros datos del IEP: Boko Haram y el EI son responsables de más de la mitad de las víctimas; en número de ataques, Irak encabeza la lista con alrededor de dos mil 500 y más de diez mil muertos; y el país que tuvo el mayor crecimiento es Nigeria: más de 300% con Boko Haram.
El IEP documenta que en 2014 se presentaron ataques importantes en más de 24 países. Y una cifra alarmante: tan solo en 75 naciones del mundo no hubo actos terroristas.
Poniendo en perspectiva las muertes por ataques terroristas, para sorpresa, encontramos que aun cuando en la mayoría de los casos se utilizan explosivos, tan solo 5% son atentados suicidas.
En términos económicos el costo de estos actos, en la cifra más reciente, se acerca a los 33 mil millones de dólares, concluye el IEP.
Invisible
Javier Oliva Posadas, experto en el tema, hace un balance para Vértigo sobre los por qué de que este fenómeno sea cada más difícil de combatir al carecer de lógica o derroteros definidos y compartidos entre los diversos grupos extremistas.
Por el contrario, señala Oliva, estamos viendo lógicas muy locales, personales y sectarias: “El terrorismo poco tiene que ver, por ejemplo, con la pobreza o las condiciones democráticas de la región donde se desarrolla. El terrorismo tiene cada vez más que ver con ciertas pérdidas de identidades ciudadanas, con el debilitamiento de los sistemas sociales y las políticas de gobierno: tiene que ver mucho más con el ámbito internacional”.
Y agrega: “Esto lo digo porque, si el terrorismo fuera realizado a favor de los pobres, la pregunta es ¿qué hacen en Europa? Es decir, el pobre no es potencialmente terrorista y, por otro lado, tenemos que no necesariamente los jóvenes con identidades fortalecidas pueden ser atraídos por los actuales grupos terroristas a través de internet”.
En este sentido, destaca que “una variable muy importante que no existía en 2001 es que el terrorismo ahora, con los medios de comunicación, tiene mucho mayor influencia que hace 15 años, cuando comenzó a despuntar a mayor escala. Pero un dato: cabe señalar que los terroristas quisieron utilizar a grandes corporativos de internet pero no tuvieron eco en las prácticas terroríficas que hoy vemos”.
—¿Cómo prevenir estas nuevas formas de hacer terrorismo?
—El caso que se ha dado en llamar como el de los Lobos solitarios determina que no se necesita una gran organización ni una gran logística para llevar a cabo un acto terrorista con explosivos adheridos o subiéndose con un hacha al Metro de Berlín. Hoy nuevos criterios para discutir el terrorismo son algo que nos hace falta para realmente tener su clasificación, no en términos de actos sino en lo que se refiere a su tratamiento de carácter jurídico internacional y de cooperación hacia el interior de los países. Desafortunadamente, estamos muy alejados de esta discusión, que se aborda más de manera circunstancial y reactiva que de fondo, para tratar de contener y anular al terrorismo.