Carnaval y otras locuras (I/II)

El carnaval en Río de Janeiro tiene muchas caras. Sería difícil hablar de una sola de ellas.

Carnaval de Río
Foto: Archivo
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Por: Pablo Reyes / Enviado / Río de Janeiro, Brasil
pabloreyesp@gmail.com

El carnaval en Río de Janeiro tiene muchas caras. Sería difícil hablar de una sola de ellas. El jarocho y el mazatleco, en México, estarán mejor enterados de lo que se vive en tan magna celebración, mucho más que un chilango, que a la par del paulista en Brasil se puede mostrar poco interesado en el asunto, sobre todo si la fiesta interrumpe sus actividades cotidianas, laborales.

Como apuntamos ya en la anterior entrega, el carnaval es una celebración que tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, con fechas variables entre febrero y marzo, según el año y el sitio.

Dicha celebración combina algunos elementos alegóricos, como disfraces, desfiles y fiestas en la calle.

Por extensión, se le llama también así a algunas fiestas similares que ocurren en cualquier otra época del año. A pesar de las grandes diferencias que su celebración presenta en el mundo entero, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol.

En las calles de Río de Janeiro, principalmente en el barrio de Lapa, el Carnaval da Rua es casi igual a una bacanal desmedida y sin control.

En las noches de carnaval todo se vale. No en vano, dice la leyenda, por ello existe la utilización de máscaras: para esconder la identidad y tapar la vergüenza que cualquier acto libertino pueda provocar tras una noche de juerga exagerada.

Fuentes

Así, el origen de esta celebración parece probable de las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto.

Según algunos historiadores, los orígenes de esta festividad se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de cinco mil años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevadas a América por los navegantes españoles y portugueses a partir del siglo XV.

El carnaval está asociado principalmente con el catolicismo y, en menor medida, con los cristianos ortodoxos orientales. Las culturas protestantes usualmente no celebran el carnaval; o tienen tradiciones modificadas, como el carnaval danés o el de Colonia, en Alemania.

En todo caso, y en plena época de ausencia de un Papa tras la dimisión de Benedicto XVI, resulta un tanto absurdo pensar en el tema religioso. Así que valdrá la pena enfocarse más en lo pagano, lo desmedido: en la faceta más libertina de esta celebración.

Algunos etnólogos encuentran en el carnaval elementos supervivientes de antiguas fiestas y culturas, como la fiesta de invierno (Saturnalia), las celebraciones dionisíacas griegas y romanas (Bacanales), las fiestas andinas prehispánicas y las culturas afroamericanas.

Otros autores consideran que para la sociedad rural, fuertemente estructurada por el cristianismo, el tiempo de carnestolendas ofrecía mascaradas rituales de raíz pagana y un lapso de permisividad que se oponía a la represión de la sexualidad y a la severa formalidad litúrgica de la Cuaresma.

Según el libro Guinness de los récords la celebración del carnaval más grande del mundo es la de Río de Janeiro; y la mayor agrupación carnavalesca (comparsa) lleva el nombre de Galo da Madrugada y ocurre en la nordestina ciudad de Recife, sitio de la segunda celebración de carnaval más importante a nivel Brasil.

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