El arte de ser héroe

1. La heroicidad está en la naturaleza, sobre todo del varón. Tal vez por eso la novela épica —en su versión de verso o prosa— la escriben los hombres y no las mujeres. Y más aún, tal vez por eso también los protagonistas sean varones, aunque desde luego en todo momento dramático épico tiene que haber personajes femeninos para que la redondez del acontecimiento sea total. Y verosímil.

Beethoven
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Eusebio Ruvalcaba

1. La heroicidad está en la naturaleza, sobre todo del varón. Tal vez por eso la novela épica —en su versión de verso o prosa— la escriben los hombres y no las mujeres. Y más aún, tal vez por eso también los protagonistas sean varones, aunque desde luego en todo momento dramático épico tiene que haber personajes femeninos para que la redondez del acontecimiento sea total. Y verosímil.

2. Cuando menos ese es el término convencional, con el que crecemos respecto de los héroes. Pero las cosas no acaban aquí, aunque ciertamente conceptos como heroísmo o heroicidad estén cada vez más lejos de nuestra inmediatez. Más bien los asociamos con la cursilería. Lo último que cualquier familia querría sería tener un héroe en casa. Hacer los alimentos cotidianos con un héroe sentado en la esquina de la mesa es absolutamente de mal gusto. A falta de una lámpara kitch, podría ser un héroe.

3. La ventaja es que el verdadero héroe es hombre muerto.

4. Hubo una época en que los artistas eran considerados personajes heroicos. Y por supuesto Beethoven era el héroe por antonomasia. ¿O alguien habría sido capaz de objetarlo? El viejo sordo tenía todo a tu favor: una sordera recalcitrante —que a él le funcionaba a las mil maravillas para ejercer una suerte de chantaje en los juicios sobre su música y su persona—, un desprecio por todo lo que él consideraba abyecto, una larga historia de fracasos de todo tipo, pero sobre todo financieros y amorosos, y, para acabarla, la figura paterna de un alcohólico violento y despiadado.

6. Los personajes literarios que viven una aventura y acaso mueren en ella, siguen resultando apasionantes. El problema está en los escritores, que cada vez menos son capaces de crear personajes que se jueguen la vida. Eso ha pasado de moda con todo y el impacto que creaba en un lector —por fortuna el cine se encargó de hacerlos suyos, y las series televisivas.

Balance

7. El antihéroe es crucial para que la vida prosiga. Gracias al antihéroe reconocemos a la mediocridad como uno de los valores torales. Gracias al antihéroe —ese que se ríe de sí mismo, que huye de cualquier acontecimiento que lo enaltezca, en fin que tiene como única norma su propia conciencia—, gracias a él las cosas marchan. Porque de él se puede aprender, de un héroe jamás.

8. Klara Schumann fue heroína verdadera. No se le puede llamar de otro modo a quien sacrifica su esplendor con tal de que el de su hombre crezca, madure y se sobreponga a todos los que lo rodean. Vivir al lado de Robert Schumann no ha de haber sido cosa fácil. Compositor vigoroso, ella, su esposa, se encargó de quitarle los escollos del camino. No podía haber nada que perturbara el sueño de Schumann, excepto la obra en la que estaba trabajando. Klara, pianista y también compositora, día tras día, año tras año, se empeñó en soslayar su actividad profesional —me refiero a su trabajo como compositora, no como pianista que, además, siempre estuvo dirigida a difundir la obra de su marido—, en sepultar sus sueños creativos. Hoy día, sin embargo, se la venera.

9. Lo más curioso es que mujeres de este espíritu abundan más que escasean. Están a la vuelta de la esquina. Sin necesidad de estar casadas con un genio, se entregan en cuerpo y alma a satisfacer las exigencias de la vida cotidiana para que el hombre que las desposó salga adelante. Son mujeres que se rozan con la heroicidad sin saberlo; que en la vida pasarán a la historia, pero de las cuales siempre hay cosas que aprender.

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