EVOCAR CON OBJETIVIDAD

En primer término: ¿es el origen de la salida de Evo un golpe de Estado?

Foto: Especial
Cuartoscuro
Redacción
Todo menos politica
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Por Guillermo Deloya

Nuestro país es una nación amiga con una vasta historia de apoyo a Latinoamérica. La mano tendida hacia quienes han visto amenazada la vida o la integridad ha sido la constante en un país cuyas circunstancias actuales lo desenfocan del centro de discusión sobre lo que el asilo político en esencia involucra. Un evento que ocupa la atención pública se refiere al depuesto presidente boliviano, Evo Morales. Ello arroja la discusión hacia polos que mucho tienen que ver con la afinidad política de quienes los plantean y poco con un centro de gravedad que analice las implicaciones y justificación jurídica internacional sobre la permanencia de quien ya es de suyo un polémico personaje.

No es un episodio de la historia diplomática de México que pudiera narrarse de forma anecdótica, ni alejarse de la discusión en tonos políticos; y menos aún podría reducirse a la simplicidad de verlo en blanco y negro otorgándole el juicio de valor de “estar bien o estar mal”. Es este un evento que amerita el análisis en varias aristas: desde concebir con claridad el origen de la abrupta salida de Morales, hasta la visualización de las posibles consecuencias internacionales que el caso implicaría.

Sin embargo la discusión se torna un campo minado que divide con ranciedad y ahonda más las indeseables diferencias entre mexicanos.

Estamos cuadrando erróneamente un asunto de política exterior en una discusión para definir nuevamente y de forma esencial quién está a favor y quién está en contra del presidente López Obrador.

Si no visualizamos lo fundamental de un caso como el presente no tendremos previsiones para un enrarecido futuro donde México en conjunto puede llevar una lesión notoria.

En primer término: ¿es el origen de la salida de Evo un golpe de Estado? Lo anterior reluce para avizorar si el punto de partida es en realidad “victimizante” del ahora ex mandatario. Sin embargo coincido con algunos expertos en seguridad militar, como Naunihal Singh, en definir que tal supuesto ocurre en tanto las fuerzas de seguridad de un país derrocan mediante la fuerza al gobierno que ejerce el poder. En tal caso se violaría la norma constitucional y la normalización del ejercicio del mandato tendrá que hacerse por vías de ilegalidad. Contrapuesto a lo ocurrido en Bolivia observamos cómo el Ejército, ante una revuelta popular de civiles, instó a que el mandatario depusiera el poder en aras de un bien mayor. La milicia no pasó a la ocupación de las instituciones.

Por otra parte y en un segundo punto: ¿el protagonismo y actuar de Evo Morales se ciñe a la legalidad obligada para un asilado? Aquí con contundencia plena puedo afirmar que no es así. Aun cuando la Constitución garantiza sin distingo la libertad de expresión en el país, ello en armonía con la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos, existe un Protocolo de Asilo Político mediante el cual se fundamenta la prohibición para opinar y externar cuestiones de índole política que enrarezcan el caso específico. Las opiniones encontradas se apersonan pero en fundamental rigor de prudencia hemos observado que el boliviano no ha sido precisamente recatado en un tópico que divide interna e internacionalmente.

En el tercer apartado plantearía si, ante los dos supuestos anteriores, sumaríamos peligrosamente el que nuestro país asumiera con normalidad el solapamiento del delito electoral, que es en sí el núcleo por lo que Morales abandonó su país. Lo anterior choca violentamente con la raíz misma de un gobierno mexicano que proviene de una larga lucha en contra del fraude en las urnas; no estimo diferencia alguna para reprobarlo cuando dicho ilícito se cometa en otra latitud distinta a la nuestra.

Y como colofón solo preguntaría si este conjunto de factores son convenientes para el fortalecimiento de la política exterior mexicana o si resultan en un inoportuno dislate en la antesala de la ratificación del TMEC y ante la recelosa política migratorio-comercial de nuestro vecino del norte.

La circunstancia política de México no da cabida con facilidad al razonamiento útil: tristemente acudimos a una discusión polarizante que crispa los ánimos en un momento donde parecería que ya no caben más minas en el mancillado campo de la patria.

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