Por: Federico González
En 2001, la novela Soldados de Salamina se convirtió en el primer fenómeno editorial español del siglo XXI. Su autor, Javier Cercas (Cáceres, 1962), pasó de ser un escritor consistente y respetado por la crítica a convertirse en uno de los grandes protagonistas de la literatura ibérica. A partir de entonces el narrador, hasta ese momento discreto y concentrado en construir universos intimistas y deudores del thriller, dio un giro a su narrativa y la vinculó más con el proceso democratizador de España.
Su ejemplo más visible es Anatomía de un instante, pieza que se concentra en el golpe de Estado de 1981.
Pero limitar la obra de Cercas al sesgo político es quedarse en la superficie. Debajo de sus historias hay una profunda reflexión moral sobre los detonantes que motivan las decisiones del ser humano. Sobre esta línea es donde se ubica Las leyes de la frontera, su más reciente novela.
La historia narra cómo Ignacio Cañas “Gafitas” se suma a la banda del Zarco. ¿Qué motiva a un joven de clase media, con una vida más o menos normal a unirse a un grupo de delincuentes menores? Sin decirlo tácitamente, el escritor nos lleva a través de una serie de preguntas que nos irán develando la verdad de las cosas.
En medio se encuentra el hartazgo, pero también el amor depositado en Tere, personaje central y donde se concentra buena parte de la tensión de la historia. Corresponde a un periodista interesado en escribir la historia del Zarco unir los cabos sueltos.
Cercas ubica la primera parte en los años posteriores a la muerte de Franco. En esos años el conjunto de jóvenes es detenido tras incursionar en el lucrativo negocio de asaltar bancos. La segunda mitad se centra en la primera década del nuevo siglo. Ya conocemos qué sucedió con todos los integrantes de la banda; por una suerte de milagro redentor, Gafitas recompone el camino, cosa que no sucede con su líder.
Certezas
Cubierta por una premeditada tela de ambigüedad, la novela de Javier Cercas se construye a partir de sus dudas. De hecho, al final del libro las certezas sobre las traiciones y los hechos tendrá que aportarlas el lector.
Quizás es aquí donde radica la fortaleza de su prosa. El escritor sabe que el ser humano es contradictorio y ambiguo; que se define por sus hechos y su circunstancia; y por medio de estas rutas es que los lleva al extremo. Sin hacer a un lado su vieja deuda con el género negro, retoma recursos del policiaco para llevarlos a eso que el poeta Carlos Marzal define como “thrillers existenciales”.
El resultado es una novela intensa y profundamente humana.
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