Jorge Jiménez Deredia (Costa Rica, 1954) es un místico un tanto particular. La escultura es su forma de relacionarse con el pasado y de dialogar con el presente. Su trabajo es una invitación a repensarnos como especie y a ubicar nuestro lugar en el Universo.
Bajo esta premisa nace Jiménez Deredia: una génesis para la paz, muestra conformada por 15 piezas de gran formato distribuidas en distintos puntos de la Ciudad de México, entre los que se encuentran la explanada del Palacio de Bellas Artes, la Alameda Central, el Paseo de la Reforma y las plazas del Caballito y de la República.
“Las obras nacen a través de los años”, expresa el artista a Vértigo. Algunas provienen de su proyecto La Ruta de la Paz; otras son producto de su experimentación con el mármol y el acero.
El tema que ocupa al artista tico es la génesis de la especie, pero desde una perspectiva existencial. “Quería representar la transformación de la materia”, expone.

Provenientes de Costa Rica, Italia y Valencia, las piezas reflejan la constante mutación del humano. “Nacemos, crecemos, envejecemos y morimos, aunque no queramos. Es un proceso de transformación cósmica dentro del cual participamos por medio de nuestra existencia”.
Para el artista nosotros somos una metáfora de la constante génesis que experimenta el Universo. “Renacemos todos los días. No soy religioso, pero Pablo de Tarso tenía una frase que me gusta: ‘Yo tengo que renacer todos los días en Cristo’. Esto lo interpreto como que diariamente tenemos que encontrar nuestra armonía”.
El trabajo de Jiménez Deredia busca romper con la vorágine cotidiana. La irrupción de sus piezas en el paisaje urbano invita a hacer una pausa para pensar y contemplar el entorno. “Olvidamos que pertenecemos a algo más grande, al Universo en el cual estamos insertados. A veces nos complicamos con el vecino o por los problemas cotidianos. Olvidamos que la vida es un viaje a través de la Tierra. Cada instante dentro de este viaje es sagrado. Cuando entiendes esto, la vida se vuelve más simple”.

Misión del arte
Con 30 años de actividad artística, en los que ha creado obras monumentales para museos y lugares públicos de Europa, Estados Unidos y algunos países de América Latina, el artista reconoce que su trabajo es lo que da sentido a su vida. “Estoy aquí porque hay una misión en mi vida y creo que consiste en ayudar al Universo a que cumpla su cometido por medio del arte. Somos una síntesis en la historia del Universo, en nuestros genes está la síntesis de ello”.
Al esculpir, explica el artista, toma una fotografía de su interior. Sin saber el resultado, se deja llevar por su instinto. “El significado de una obra lo descubro una vez que se convierte en algo arquetípico y simbólico; es entonces cuando siento que me habla a mí y al espectador”.
Un ejemplo de ello es Canto a la vida, monumental estructura ubicada fuera del Palacio de Bellas Artes y que tiene su punto de partida en la cultura maya.
Con el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, así como Fomento Cultural de Grupo Salinas, Jiménez Deredia: una génesis para la paz ocupará la capital del país durante cuatro meses.
“Tengo que reconocer que sin el apoyo del señor Ricardo Salinas Pliego este proyecto no habría sido posible”, expresa el artista.
Su relación con el presidente y fundador de Grupo Salinas se remonta a hace unos años, cuando el empresario adquirió una de sus esculturas en una subasta de la casa Christie’s, en Nueva York.
“En una ocasión —recuerda el costarricense—, unos amigos fueron a su casa y vieron una de mis piezas ahí. Le hablaron de mí y al poco tiempo él me invitó a que le firmara las obras con una foto. Así fue como decidió apoyarme. Afortunadamente, Conaculta se sumó a este inmenso proyecto”.
La utilidad del proceso creativo consiste en aportar comprensión sobre aquello que en principio resulta incomprensible. Al menos así lo entiende Jiménez Deredia: “Por eso el arte se alimenta de símbolos y por eso, también, es tan necesario para los seres humanos. Necesitamos la parte racional y por igual el misterio. No obstante, para mí es difícil leerme, creo que eso queda en el espectador. Cada uno ve algo diferente de acuerdo a su sensibilidad”.
Actualmente el artista trabaja en un proyecto monumental: La Ruta de la Paz. Consiste en estructuras que deberán ser colocadas en puntos estratégicos del continente. Se trata de una obra múltiple y a largo plazo. Su primera etapa se encuentra en Costa Rica ya prácticamente lista. “Ahí construimos el museo al aire libre; es de una hectárea y media y hospeda piezas gigantescas”. Para México tiene pensado un proyecto urbanístico que sintetiza la espiritualidad maya. Además, se encuentra en pláticas con los gobiernos de Guatemala, Canadá, Estados Unidos y Colombia para sumarlos a la iniciativa. “Es un proyecto grande, probablemente no viva para verlo, pero al menos pretendo iniciarlo… Terminaré mis días soñándolo”.
