Gutierre Tibón (Milán 1905–Cuernavaca 1999) traía la vocación por el conocimiento en la sangre: descendiente de los Ibn Tibón, también llamados Iboní —una dinastía de médicos, sabios y traductores originarios de Granada, España—, que huyeron perseguidos a la región italiana de Provenza, llegó a México en 1935 por invitación de Isidro Fabela.
Ambos se conocieron en Suiza mientras trabajaban en la Liga de las Naciones. El italiano era traductor y el mexicano representante de nuestro país en el organismo.
Inquieto y erudito como era, Tibón aceptó el exhorto. Con el dinero obtenido por la patente de la máquina de escribir Olivetti Hermes Baby recorrió el territorio nacional y desarrolló profundas investigaciones antropológicas y culturales.
A 15 años de su muerte la Universidad Autónoma Metropolitana lo recuerda con la publicación de su libro Pinotepa Nacional. Mixtecos, negros y triques y la próxima publicación de una compilación de su columna Gog y Magog.
El crítico y poeta Miguel Ángel Muñoz es el encargado de la edición de ambos títulos, además de autor de la antología Lo extraño y lo maravilloso también dedicada a Tibón.
“Es un autor sin duda vigente. La historia y el nombre de la fundación de México sigue siendo un título capital para entender el significado de la palabra México. Gutierre lo llamó En el ombligo de la luna. Otros aportes son sus diccionarios sobre nombres y apellidos. Quizá puedan parecer rebasados pero él fue pionero en este tipo de investigaciones filológicas. Por otro lado El ombligo como centro erótico no sólo es un estudio antropológico sino también lingüístico y literario”, explica Muñoz en entrevista.
A su llegada Tibón se deslumbró por lo prehispánico y el presente que lo tocó vivir. Aquí se relacionó con Max Aub, Frida Kahlo y Diego Rivera, entre otros. Sus investigaciones lo llevaron a indagar sobre temas como el ajolote y los pueblos indígenas. Incluso conoció a María Sabina quien lo llevó a escribir La ciudad de los hongos alucinógenos, título que contó con las fotografías de Walter Reuter.
Muñoz destaca que de su interés por los pueblos mexicanos se desprenden títulos esenciales como Pinotepa Nacional. Mixtecos, negros y triques y Olinalá. “En el primero estudió la negritud de la costa de guerrero y su relación antropológica con los negros de África, en el segundo se fue por lo artesanal”.
Pasión
Con el atento ojo de un observador detallado viajó y escribió sobre los estados e hizo la heráldica de cada uno de ellos. Añade Miguel Ángel Muñoz: “Fue un hombre superinquieto y eso lo llevó a viajar e indagar con aciertos y errores. Siempre hizo lo que quiso. No se encasilló en ser antropólogo, se desempeñó como filológico y no lingüista. Era un hombre al que le gustaba observar el mundo”.
En su momento el historiador Álvaro Matute le llamó el Humboldt de su época. José Emilio Pacheco dijo que inventó la laptop de su tiempo. Alfonso Reyes lo definió como un curioso buceador en temas inhóspitos de México.
A través de más de 40 libros Gutierre Tibón desplegó un conocimiento enciclopédico del que dejó cuenta en su columna Gog y Magog, que durante cuatro décadas publicó en el periódico Excélsior y de la cual Miguel Ángel Muñoz realizó una selección que en breve aparecerá en una antología, editada también por UAM.
“Era una época dorada. Cada jueves compartía la página editorial con José Emilio Pacheco, Daniel Cosío Villegas y Jorge Ibargüengoitia. Gutierre hablaba de temas que nadie tocaba. Un día era sobre la vainilla y al otro sobre el jade o la historia de los apellidos. Siempre fue un curioso. En las pláticas era capaz de sacar una gran disertación sobre el color de tu playera. Se metió con los indígenas en todos lados, le interesaban todos los pueblos de México y todo lo estudió con gran pasión. Junto con Alberto Beltrán y otros antropólogos fue de los primeros en estudiar el fenómeno de la negritud en México”.
Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1987, Gutierre Tibón dedicó ensayos al estudio del idioma. Durante su discurso de incorporación a la academia propuso la desaparición de la “h”, dado que es una letra muda. “Cuando lo dijo muchos lo tacharon de loco pero ahora el tema es cada vez recurrente”, explica Muñoz.
El editor advierte su carácter enciclopédico y apreciación vigente. “Quizás haría falta recuperar El jade en México: el mundo esotérico del chalchihuite y su Introducción al budismo. Su apreciación parece aún vigente y lejos de ser un autor olvidado es bastante citado, sobre todo en temas lingüísticos y filológicos. Gutierre Tibón es todavía un intelectual muy presente dentro de la academia. Quizá lo que haría falta es difundir su obra entre un público más amplio”.