LA FELICIDAD INTERNA BRUTA

Epicuro de Samos al definir la felicidad como bien supremo advirtió del esfuerzo material que la antecede.

Foto: Especial
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Redacción
Todo menos politica
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¿Puede un país como nuestra nación transitar en el duro devenir económico y social con una sonrisa en la cara y luminosidad en el ánimo? Por más sorprendente que resulte, al menos en la respuesta directa contenida en encuestas, sí existe la posibilidad de compaginar adversidad con optimismo y percepción de bienestar.

En reciente medición se sabe que México se encuentra en el lugar 23 de 187 a nivel internacional en grado de felicidad, lo que en América nos coloca solo debajo de Estados Unidos, Canadá y Costa Rica. En una escala del uno al diez el promedio de encuestados contestó que estiman ubicarse en 7.4 cuando se les preguntó “¿Es usted feliz?”

Pero he aquí un dato interesante: se les preguntó “¿es usted feliz con su país?” y ahí el común de resultados decrece a 5.9 de calificación. Sí estamos felices pero no felices con todo lo que acontece en nuestro entorno. Quizá no sería para menos cuando tenemos a la vista algunos indicadores que apuntalan el tema.

Recapitulo sobre lo más lamentable en que la desesperación por infelicidad deriva. En México en 2016 ocurrieron seis mil 291 muertes por suicidio, es decir, 17 diarios. Esta cifra ha incrementado gradualmente hacia nuestros días hasta en 5% más por año. Generalmente la gran mayoría de estas atroces acciones se dan en el marco de la precariedad económica y la desesperanza afectiva. En cuanto al primer componente, cuatro de cada diez personas son pobres; es decir, 52.4 millones de mexicanos o 41.9% de la población.

En correlación a ello la Encuesta nacional de ocupación y empleo abril-junio 2019 nos muestra que la población desocupada fue de dos millones de personas y la población ocupada informal llegó a 30.9 millones de personas. Los ingresos totales reales por suministro de bienes y servicios mostraron un retroceso de -0.6% y el índice de los gastos totales por consumo de bienes y servicios cayó -6%. La economía nacional se encuentra en la línea horizontal del estancamiento conforme al INEGI.

Panorama

En cuanto a la desesperanza afectiva avizoramos destellos al saber que México es un país que tiende a acrecentar cifras que denotan desintegración familiar. En lo referente a los divorcios el indicador ha ido en alza: en 2010 fueron 86 mil; en 2013 la cifra fue de aproximadamente 109 mil, y en 2017 el dato se acerca a los 150 mil. Sin contar aún con la cifra actual para 2019 se estima que la misma ronda en los 250 mil.

El panorama se redondea cuando nos percibimos en una situación de vulnerabilidad creada por la ya tan comentada criminalidad rampante que nos lesiona como país. Es ahí donde con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública sabemos que en este pasado junio se contabilizaron tres mil 80 nuevos casos de personas asesinadas, que sumados a los meses anteriores arroja un total de 17 mil 608 víctimas de homicidio y feminicidio en el primer semestre del año. Se trata de una tasa de casi 14 asesinatos por cada 100 mil habitantes, récord en al menos 22 años.

Y a pesar de todo no es lejana a la realidad la aserción presidencial: “El pueblo está feliz”. Si nos apegamos a la filosofía epicúrea, en testimonio que los hombres pueden alcanzar fácilmente la felicidad siempre y cuando se hayan satisfecho ciertas necesidades indispensables, la aparente contradicción podría tornarse comprensible. La felicidad en dicho sentido no es más que la ausencia de dolor físico y un estado de ánimo libre de cualquier turbación o pasión. Ha sido elevada a calidad de derecho fundamental, subrayadamente en la tradición anglosajona que estableció en 1776 el derecho a la vida, a la libertad y a la felicidad. Incluso el concepto campea en la lógica lopezobradorista que incorpora a la vida pública este parámetro como irrenunciable. Recordar qué aventurado fue cuando en 2012 propuso la creación de la secretaría de la felicidad.

Y sin embargo Epicuro de Samos al definir la felicidad como bien supremo advirtió del esfuerzo material que la antecede. No todo es percepción: una patria fuerte y mejorada en indicadores que hoy denotan complejidad será una patria donde se equilibre un real y tangible desarrollo reflejado en el PIB, con un percibido y satisfactorio bienestar traducido a felicidad personal y colectiva.

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