Las instituciones no han sabido crear públicos

Las instituciones siguen ancladas en la imagen de la cultura ornamental y elitista

Las instituciones siguen ancladas en la imagen de la cultura ornamental y elitista
Foto: Creative Commons
Hector González
Todo menos politica
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Desde hace varios años el poeta Juan Domingo Argüelles (Quintana Roo, 1958) se ha dedicado a reflexionar y crear mecanismos para la divulgación de la lectura.

Títulos como ¿Qué leen los que no leen?, Leer es un camino y Estás leyendo y no lees son parte de una trayectoria que hace nueva base en Leer bajo su propio riesgo (Ediciones B), volumen que retoma tesis anteriormente publicadas.

“Nosotros podemos hablar de libros y cultura, pero a la mayoría de la gente no le interesa porque sus preocupaciones son otras, más terrenas y angustiosas”, reconoce el autor en entrevista con Vértigo.

Advierte también que mientras no se pase de los discursos a los hechos poco se podrá avanzar en términos de promoción cultural.

—En Leer bajo su propio riesgo hace una compilación de lo trabajado por años. ¿Por qué?

—Sí. Es un libro cuyo propósito es actualizar la parte de crítica y reflexión sobre la lectura. Incorporé una sección nueva, la de los lectores egregios, que consiste en revisar lo que han hecho grandes lectores que a veces resultan en notables escritores.

Al reparar en todo esto descubrí que el discurso, los programas y las campañas siguen siendo iguales. Por lo tanto, los problemas siguen siendo los mismos.

—Usted pone énfasis en la necesidad de despojar a la lectura de los oropeles y promover su sentido lúdico...

—Sí. Seguimos creyendo que la lectura está desligada de todo lo demás y no es cierto. Nuestro 2.9 de libros leído per cápita anual es lamentable comparado con los 47.5 de Finlandia. Sin embargo, es un reflejo de cómo está nuestra educación, economía y sociedad. Seguimos pensando que la lectura debe ser obligatoria y escolar. La escuela es refractaria al placer de leer y la realidad es que debería tener un espacio dedicado a la lectura libre. No podemos conformarnos con publicar libros y hacer presentaciones. Las instituciones culturales no han sabido incrementar públicos. Entiendo que la lectura es minoritaria, pero seguimos pensando que basta con abrir una librería para que la gente llegue.

—Hay campañas, una Ley del Libro… ¿Dónde está la falla?

—El país ha cambiado mucho y se ha modernizado, pero solo para un sector privilegiado, donde ubico a quienes tienen acceso a educación superior, librerías e internet; sin embargo, somos una minoría. Las instituciones siguen ancladas en la imagen de la cultura ornamental y elitista. Las campañas y programas están destinadas a lo general y, por tanto, son como las llamadas a misa: va quien quiere. El grave problema en México es que seguimos insistiendo en un modelo de país agotado y que ya se reveló con la crisis política y de violencia que vivimos. Nosotros podemos hablar de libros y cultura, pero a la mayoría de la gente no le interesa porque sus preocupaciones son otras, más terrenas y angustiosas. Es necesario un replanteamiento de la educación y de los programas y servicios culturales. Se invierte mucho en cultura, pero no existe el menor interés por conseguir que la gente consuma los productos.

Juicios

—Se dice que actualmente se lee más gracias a internet.

—Cierto, pero 90% de la gente que lee en la red no lee libros. Internet es el paraíso del fragmento. Esto es grave, porque incluso a lectores entrenados leer un libro grueso ya les parece mucho, es decir, internet ocasionó una nueva forma de leer pero también una forma de desentenderte de las cosas a profundidad.

—J. K. Rowling, Funke, Martin o John Green son ejemplos de lo que se define como un auge de la literatura juvenil. ¿Qué opina de esto?

—Desde hace rato los suplementos culturales y las revistas literarias dejaron de tener una incidencia importante en la recomendación de libros para lectores nuevos. Quienes estamos en este ámbito leemos los suplementos y más o menos estamos enterados, pero la mayor parte de los jóvenes o adolescentes no tienen la más remota idea de una publicación cultural o literaria. Su vínculo con los libros es internet y los booktubers, que son los mecanismos con los que se identifican generacionalmente. Los lectores se fueron por otro lado porque seguimos pensando en un lector tradicional, pero quien realmente está leyendo no se identifica con el sector cultural.

—Entonces sí hay lectores.

—Muchos. El problema es que cuando se habla de la lectura se piensa en grupos reducidos y canónicos, en quien lee libros “de calidad”. Al usar este adjetivo defines un perfil y al hacerlo eliminas a los otros, la gente que lee a Isabel Allende o a Paulo Coelho, por un simple prejuicio. La cuestión es: ¿quién puede emitir un juicio de calidad tan fácil? Necesitamos expandir el ámbito de la lectura de una mejor manera. Los lectores están ahí, pero no se les observa.

—¿Nota un cambio en la política de fomento a la lectura entre la gestión federal pasada y la actual?

—No. Durante el panismo no les interesó, fueron doce años perdidos. A su regreso, el PRI piensa que el país sigue igual y hace lo que solía hacer; por supuesto, desatinadamente. Se habla de la lectura y la cultura para recomponer el tejido social. En Michoacán se autorizó un presupuesto alto y lo único que se les ocurrió es llevar orquestas, lecturas, cuando la gente tiene otras necesidades. La cultura sirve si usas mecanismos reales y prácticos, no únicamente discursos.

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