Por: Federico González
Kurt Vonnegut. Que levante mi mano quien crea en la telequinesis. Malpaso. Traducción, Ramón de España. 117 pp.
Una vez que Kurt Vonnegut (Indianápolis 1922-Nueva York 2007) se convirtió en celebridad dedicó buena parte de su tiempo a dictar conferencias: visitó universidades y habló ante recién graduados, se paró en estrados de centros sociales y expuso, ¿cómo decirlo?, su filosofía de vida.
Entre sus normas, una de las más férreas era no usar el punto y coma. “Se trata de un hermafrodita travestido que no sirve para nada. Solo sirve para demostrar que has ido a la universidad”. En honor a su memoria el reseñista se compromete a no usarlo por esta ocasión.
Incorrecto, lúcido y sabio, son adjetivos que Vonnegut carga en su mochila. El primero es fácil de ganar, casi cualquiera puede serlo y basta con ser osado y un poco sinvergüenza. El segundo requiere un poco más de dedicación: no basta con estudiar o leer, se necesita una importante disposición a entender de qué va la cosa. El tercero es el más difícil, ya que está reservado para aquellos que saben entender su lugar en el mundo y apuestan por una posición equilibrada, reconocen la inutilidad de tomarse demasiado en serio y se guían por la curiosidad.

Crítica con humor
Que levante mi mano quien crea en la telequinesis es un repaso por la mente de uno de los escritores más originales que ha dado la Unión Americana.
Dos cosas marcaron su vida: primero, su estancia como prisionero en el Matadero 5 de Dresde, Alemania, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, de cuya experiencia surgió la novela homónima a la prisión, quizá su texto de ficción más celebrado, y la segunda, la presencia de su tío Alex, de quien aprendió la importancia de apreciar los buenos momentos. “¡A poco no es bonito!”, decía su tío a la menor provocación con la seriedad de quien conoce la plenitud.
Las conferencias seleccionadas se acompañan del subtítulo Mandamientos para corromper a la juventud. Fueron expuestas durante los últimos 15 años de su vida y por tanto hacen a un lado la estridencia, pero sin dejar al margen el ánimo provocador y divertido. “Más desquiciante aún que el golf resulta la moderna política norteamericana en la que, gracias a la televisión y por el bien de la televisión, solo puedes pertenecer a una de dos clases de seres humanos: liberal y conservador”.

Admirador del Sermón de la Montaña, exhorta a los jóvenes a repensar su formación más allá de las aulas. Cuestiona la importancia del dinero, la posición social y la tecnología. A cambio los invita a pensar en la decadencia de su país: los niveles de conservadurismo y miseria intelectual que alcanzaron.
Vonnegut decía: “La función del artista consiste en conseguir que a la gente le guste más la vida”. Al menos con este libro, el estadunidense lo consigue.
Otros libros de Kurt Vonnegut son Cuna de gato y La cartera del cretino.
