Luis Nishizawa: retrato en corto

Entrevista con Rocío Romero, su asistente por diez años

Hector González
Todo menos politica
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Nishizawa, hombre generoso
Foto: NTX

La artista Rocío Romero trabajó con Luis Nishizawa durante diez años. Lo conoció como su maestro mientras estudiaba la Licenciatura de Artes Visuales y terminó por convertirse en su asistente personal.

Entre 1996 y 2007 le manejó la agenda. Descubrió su proceso creativo y el día a día de uno de los mayores representantes de la plástica mexicana de los últimos años.

“Pienso en el maestro y me viene a la mente su imagen pintando un paisaje por la tarde en Guanajuato. Mirando al horizonte con su chamarra de mezclilla y su sombrero”, dice a Vértigo.

Nishizawa, además de ser un connotado paisajista, desde 1955 se inició como docente en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Decenas de artistas se formaron bajo su tutela. “Era un hombre muy generoso, con una gran calidez humana… una persona que se daba 100 por ciento”.

Variedad

Alumno de José Chávez Morado y de Alfredo Zalce, el artista fallecido a los 96 años el pasado lunes 29 era un experto en técnica de materiales: “Conoció todos los aspectos de la pintura, era un gran conocedor de los materiales y a partir de estos podía valorar y usar correctamente la pintura”, explica Romero.

Fue gran admirador del Dr. Atl y de José María Velasco, de quien retomó el manejo del espacio. No por nada la crítica lo ubicó como un paisajista de excelencia. “Llegó a trabajar el género con una notable variedad de materiales”.

Compañero de aula de Manuel Felguérez, destacó por su vocación de alquimista con las herramientas y corrientes de la pintura. Inició como artista figurativo y nacionalista, después abrevó del expresionismo y el arte abstracto. “Una de sus grandes enseñanzas a los jóvenes pintores era no tener miedo de enfrentarse con otros estilos”.

Vivió los últimos coletazos del muralismo y entre ellos su favorito era José Clemente Orozco, “no tanto por su trabajo muralista sino por su fuerza expresiva”, argumenta Rocío Romero.

Una vez que irrumpió la Generación de la Ruptura Nishizawa se desmarcó de la crítica social y el nacionalismo. Sin ser parte del grupo retomó el interés por experimentar con los materiales y tendió un puente con la cultura japonesa, país de origen de su padre: “Le gustaba el arte oriental ancestral. Creo que logró combinar muy bien ambas culturas. Gran parte de su casa estaba dedicada al arte japonés y otra al arte mexicano. Tenía gran contacto con la comunidad japonesa en México. Su jardín era tipo oriental. Es un ejemplo de lo bien que se pueden conjuntar ambas culturas”.

Sin miedo

Sin ser muy asiduo a las vanguardias, quien fuera su asistente destaca sus coqueteos con el expresionismo y el arte matérico. “Usaba colores fuertes y saturados. Contrario a lo que sucede con muchos artistas, él nunca le tuvo miedo al color”.

Ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1996 y de la Medalla Bellas Artes en 2013, era un trabajador de tiempo completo. “Decía: ‘Hay que pintar 25 horas al día’”, recuerda Rocío Romero.

Sus jornadas iban de domingo a sábado. “Si algún sábado llegaba a descansar era porque tenía quehacer en su museo de Toluca. Era una persona informada, diario leía el periódico y escuchaba la radio. Tenía mucho acercamiento a otras áreas como la política y la educación. Su etapa más crítica fue cuando ejerció el nacionalismo pero al final de su vida se alejó de estos espectros”.

Con obra en los acervos de los museos Carrillo Gil y de Arte Moderno y con murales en el Seguro Social de Celaya, en la estación del Metro Keiseia Narita en Japón, en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario de la UNAM y en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre otros sitios, Luis Nishizawa se mantuvo activo hasta sus últimos días.

“Le gustaba pintar mientras escuchaba Radio UNAM, era un amante de la música clásica, incluso tocaba el piano. Antes de ser pintor tenía la idea de dedicarse a la música pero al final cambió las notas por los pinceles”, cuenta Romero.

Añade que otras de sus aficiones eran viajar y ver películas. “En especial le gustaban las películas clásicas. Una de sus favoritas era Rosa Blanca. En su última etapa, ya más alejado del trabajo, podía pasar horas viendo cine y platicando con sus amigos. Era un hombre de una generosidad y solidaridad extremas”.